No publican ni al Papa, lo atacan
sábado 01 de febrero de 2014, 14:00h
A continuación unos párrafos de la exortación apóstolica del
Papa Francisco, que trajo reacciones desmedidas de los banqueros y hombres de
negocios en Davos y por parte de los millonearios de EEUU que amenazaron con
dejar de aportar a la Iglesia
Algunos dirán que son citas extraídas, pero el texto
completo tiene 288 capítulos, donde también se refiere a lque la propiedad
privada es posterior al evangelio y su función es social (constitución de 1949)
y que la iglesia es la opción por los pobres
Pese a ser agnóstico recomiendo su lectura, que es de un
argentino que expresa peronismo desde su alta investidura y compromiso de fe
que conmueve y nos pone orgullosos a todos los latinoamericanos.
Este texto, ni su mención se hizo en ningún medio de
comunicación nacional, ni siquiera en aquellos que dicen oponerse al Dios
Mercado.
Textos de la exhortación apostólica Evangelii Gaudium del
papa Francisco Dirigida a los obispos, a los presbíteros y diáconos, a las
personas consagradas y a los fieles laicos
54. En este contexto, algunos todavía defienden las teorías
del «derrame», que suponen que todo crecimiento económico, favorecido por la
libertad de mercado, logra provocar por sí mismo mayor equidad e inclusión
social en el mundo. Esta opinión, que jamás ha sido confirmada por los hechos,
expresa una confianza burda e ingenua en la bondad de quienes detentan el poder
económico y en los mecanismos sacralizados del sistema económico imperante.
Mientras tanto, los excluidos siguen esperando. Para poder sostener un estilo
de vida que excluye a otros, o para poder entusiasmarse con ese ideal egoísta,
se ha desarrollado una globalización de la indiferencia. Casi sin advertirlo,
nos volvemos incapaces de compadecernos ante los clamores de los otros, ya no
lloramos ante el drama de los demás ni nos interesa cuidarlos, como si todo
fuera una responsabilidad ajena que no nos incumbe. La cultura del bienestar
nos anestesia y perdemos la calma si el mercado ofrece algo que todavía no
hemos comprado, mientras todas esas vidas truncadas por falta de posibilidades
nos parecen un mero espectáculo que de ninguna manera nos altera.
No a la nueva idolatría del dinero
55. Una de las causas de esta situación se encuentra en la
relación que hemos establecido con el dinero, ya que aceptamos pacíficamente su
predominio sobre nosotros y nuestras sociedades. La crisis financiera que
atravesamos nos hace olvidar que en su origen hay una profunda crisis
antropológica: ¡la negación de la primacía del ser humano! Hemos creado nuevos
ídolos. La adoración del antiguo becerro de oro (cf. Ex 32,1-35) ha encontrado
una versión nueva y despiadada en el fetichismo del dinero y en la dictadura de
la economía sin un rostro y sin un objetivo verdaderamente humano. La crisis
mundial que afecta a las finanzas y a la economía pone de manifiesto sus
desequilibrios y, sobre todo, la grave
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carencia de su orientación antropológica que reduce al ser
humano a una sola de sus necesidades: el consumo.
56. Mientras las ganancias de unos pocos crecen exponencialmente,
las de la mayoría se quedan cada vez más lejos del bienestar de esa minoría
feliz. Este desequilibrio proviene de ideologías que defienden la autonomía
absoluta de los mercados y la especulación financiera. De ahí que nieguen el
derecho de control de los Estados, encargados de velar por el bien común. Se
instaura una nueva tiranía invisible, a veces virtual, que impone, de forma
unilateral e implacable, sus leyes y sus reglas. Además, la deuda y sus
intereses alejan a los países de las posibilidades viables de su economía y a
los ciudadanos de su poder adquisitivo real. A todo ello se añade una
corrupción ramificada y una evasión fiscal egoísta, que han asumido dimensiones
mundiales. El afán de poder y de tener no conoce límites. En este sistema, que
tiende a fagocitarlo todo en orden a acrecentar beneficios, cualquier cosa que
sea frágil, como el medio ambiente, queda indefensa ante los intereses del
mercado divinizado, convertidos en regla absoluta.
No a un dinero que gobierna en lugar de servir
57. Tras esta actitud se esconde el rechazo de la ética y el
rechazo de Dios. La ética suele ser mirada con cierto desprecio burlón. Se
considera contraproducente, demasiado humana, porque relativiza el dinero y el
poder. Se la siente como una amenaza, pues condena la manipulación y la
degradación de la persona. En definitiva, la ética lleva a un Dios que espera
una respuesta comprometida que está fuera de las categorías del mercado. Para
éstas, si son absolutizadas, Dios es incontrolable, inmanejable, incluso
peligroso, por llamar al ser humano a su plena realización y a la independencia
de cualquier tipo de esclavitud. La ética -una ética no ideologizada- permite
crear un equilibrio y un orden social más humano. En este sentido, animo a los
expertos financieros y a los gobernantes de los países a considerar las
palabras de un sabio de la antigüedad: «No
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compartir con los pobres los propios bienes es robarles y
quitarles la vida. No son nuestros los bienes que tenemos, sino suyos».55
58. Una reforma financiera que no ignore la ética requeriría
un cambio de actitud enérgico por parte de los dirigentes políticos, a quienes
exhorto a afrontar este reto con determinación y visión de futuro, sin ignorar,
por supuesto, la especificidad de cada contexto. ¡El dinero debe servir y no
gobernar! El Papa ama a todos, ricos y pobres, pero tiene la obligación, en
nombre de Cristo, de recordar que los ricos deben ayudar a los pobres,
respetarlos, promocionarlos. Os exhorto a la solidaridad desinteresada y a una
vuelta de la economía y las finanzas a una ética en favor del ser humano.
Economía y distribución del ingreso
202. La necesidad de resolver las causas estructurales de la
pobreza no puede esperar, no sólo por una exigencia pragmática de obtener
resultados y de ordenar la sociedad, sino para sanarla de una enfermedad que la
vuelve frágil e indigna y que sólo podrá llevarla a nuevas crisis. Los planes
asistenciales, que atienden ciertas urgencias, sólo deberían pensarse como
respuestas pasajeras. Mientras no se resuelvan radicalmente los problemas de
los pobres, renunciando a la autonomía absoluta de los mercados y de la
especulación financiera y atacando las causas estructurales de la inequidad,173
no se resolverán los problemas del mundo y en definitiva ningún problema. La
inequidad es raíz de los males sociales.
203. La dignidad de cada persona humana y el bien común son
cuestiones que deberían estructurar toda política económica, pero a veces
parecen sólo apéndices agregados desde fuera para completar un discurso
político sin perspectivas ni programas de verdadero desarrollo integral.
¡Cuántas palabras se han vuelto molestas para este sistema! Molesta que se
hable de ética, molesta que se hable de solidaridad mundial, molesta que se
hable de distribución de los bienes, molesta que se hable de preservar las
fuentes de trabajo, molesta que se hable de la dignidad de los débiles, molesta
que se hable de un Dios que exige un compromiso por la justicia. Otras veces
sucede que estas palabras se vuelven objeto de un manoseo oportunista que las
deshonra. La cómoda indiferencia ante estas cuestiones vacía nuestra vida y
nuestras palabras de todo significado. La vocación de un empresario es una
noble tarea, siempre que se deje interpelar por un sentido más amplio de la vida;
esto le permite servir verdaderamente al bien común, con su esfuerzo por
multiplicar y volver más accesibles para todos los bienes de este mundo.
204. Ya no podemos confiar en las fuerzas ciegas y en la
mano invisible del mercado. El crecimiento en equidad exige algo más que el
crecimiento económico, aunque lo supone, requiere decisiones, programas,
mecanismos y procesos específicamente orientados a una mejor
173 Esto implica «eliminar las causas estructurales de las
disfunciones de la economía mundial»: BENEDICTO XVI, Discurso al Cuerpo
Diplomático (8 enero 2007): AAS 99 (2007), 73.