La actitud del venezolano
Por
José Méndez La Fuente
martes 28 de enero de 2014, 11:28h
En días recientes, en una de esas
conversaciones de café, alguien aseguraba
que
uno de los grandes problemas del país era el cambio de actitud del
venezolano; que el venezolano había cambiado mucho en todo este tiempo y que la pérdida o confusión de valores era notoria.
Para ilustrar su tesis, decía mi contertulio, que hoy en día, por ejemplo, la
gente conocía y hablaba más de los jefes del narcotráfico y del "liderazgo" de
los "pranes" en las cárceles venezolanas, reconocido por el propio gobierno, que del jefe de policía, de los bomberos o del
director de la escuela donde estudian
sus hijos. Añadía, que esto no es nuevo
y que el propio Presidente
del Estado contribuía a ese clima de desvalorización social cuando daba declaraciones, como las de días pasados,
asegurando que cuando la derecha pide "plomo al hampa...
cada vez que digan eso es plomo al pueblo". Pero, si el hampa y el pueblo son lo mismo, se
preguntaba, ¿cómo quedan entonces jerarquizados, los principios y los valores tradicionales
de respeto a los demás, al trabajo diario, a la familia, a la autoridad, que
han venido guiando desde siempre a la sociedad?
Mi otro compañero de mesa, le
contestó enseguida, con un no a medias, que si bien coincidía con lo de la depauperación de
valores, fenómeno no solo venezolano, sino
mundial, no podía estar de acuerdo con
el supuesto cambio de actitud o talante de los venezolanos como una de las
causas de la crisis que vive el país. Por el contrario, él creía que el trance
y recesión, en todos los sentidos, no solo el económico, sino moral y político,
que vivía el país, se debía en buena parte a que, precisamente, el venezolano no había cambiado y seguía siendo el mismo del siglo pasado y
antepasado. Es decir, ese mismo venezolano con preferencia, quizás por causas
socioculturales más que genéticas, a los
gobiernos de uniforme, al autoritarismo y al estado-gendarme, pero al mismo
tiempo paternal, que sabe recompensar a sus hijos con subsidios y dádivas de
todo tipo. Dos
siglos de caudillismo pareciera que no han sido bastante, pues hay quienes
pretenden continuarlo durante el siglo XXI.
Y nuestro interlocutor siguió
diciendo: de
José Antonio Páez para acá, son muchos los caudillos que, con charreteras o sin
ellas, han ocupado la Presidencia de Venezuela. El personalismo de nuestros
gobernantes, mayoritariamente de origen militar, ha estado dirigido casi
siempre, a manipular la Constitución, a desconocer los regímenes establecidos, y
a sobreponer sus propios intereses a los intereses de la sociedad civil. Revoluciones
tampoco nos han faltado, aseveró, y como prueba están la Libertadora, la
Federalista, la de Marzo, la Azul y más recientemente la Bolivariana, pero
siempre con el propósito de haber servido de instrumento "ideológico"
para propiciar un golpe o una revuelta contra el poder establecido de
manera regular o quizás igualmente irregular. Un círculo difícil de cerrar y en
el cual la madeja de más de dos docenas de constituciones ha servido, casi
siempre, de excusa legitimadora.
Pero ¿qué diferencia al venezolano
actual del anterior? se preguntó nuestro amigo a su vez; pues nada, se
respondió; le siguen gustando los regímenes autocráticos y el militarismo, así
como también los regalos y ayudas del "Estado protector", que lo reconcilian,
en el fondo, con su "benefactor", sin importar
las largas colas de varias horas para adquirir alimentos o una larga
espera de días, mientras se deshojaba la margarita de si la página de CADIVI
seguirá funcionando para hacer unas compras por internet. Al
final, cuando se termina la cola
y se marcha la persona felizmente a su
casa, con un par de pollos y tres
paquetes de harina, o se le permite el acceso con la tarjeta de crédito al
fruto prohibido, el perdón sigue al castigo, y uno mismo se dice interiormente:"
todo está bien no pasa nada".
Así que, terminó concluyendo mi amigo,
no hay razones para pensar que el venezolano haya cambiado su comportamiento,
sino que es al revés, sigue siendo el mismo, y eso si es una causa que ayuda a
soportar la situación actual.
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