Chile y el retorno de Bachelet
martes 12 de noviembre de 2013, 12:30h
Las elecciones presidenciales en Chile este próximo domingo
no solo arrojan la certeza de un triunfo contundente de Michelle Bachelet.
También aseguran una maduración de una sociedad lista para apoyar cambios
históricos, como la reforma educativa y constitucional.
Según todas las encuestas, el próximo domingo Michelle
Bachelet se va a imponer con comodidad en las elecciones presidenciales de
Chile.
A pesar de que en los últimos días de campaña se publicaron
sondeos que mostraban una leve baja de la candidata de centro izquierda, la
encuesta del Centro de Estudios Públicos, que por tamaño de muestra y
metodología es el estudio de opinión con más prestigio en el país, mostró
números que hablan de una gran consolidación de la intención de voto de
Bachelet, llegando al 45% en la respuesta espontánea y superando el 50% con la
proyección total de los votos. De darse este resultado, Bachelet se convertiría
automáticamente en presidenta electa, sin necesidad de segunda vuelta.
Sin embargo, este dato no es el único que sobresale en el
escenario electoral. La sociedad chilena parece enfrentada a una serie de
cambios que vienen acumulándose desde tiempo atrás y que en esta coyuntura
parecen haber encontrado un espacio político para representarse.
En primer lugar, la gran elección que probablemente haga
Bachelet, vendrá acompañada de un desastre electoral para la coalición de
derecha. Son muchos los que advierten que el próximo domingo, la alicaída
candidatura oficialista de Evelyn Matthei podrá tener el peor desempeño de los
últimos 20 años. En 1993 Arturo Alessandri apenas logró el 24,4% de los votos
contra Eduardo Frei. Hay quien dice que esta vez podría no llegar ni al 20%.
Las razones para semejante debacle son varias. En primer
lugar, el gobierno de Sebastián Piñera termina con una magra aprobación social,
que puede rastrearse cuando las protestas educativas superaron el cerco de la
comunidad universitaria y alcanzaron el respaldo de la mayoría de la población
(hoy un 74% de los chilenos está a favor de la universidad gratuita).
Pero parece ocurrir algo más profundo: el sentido común
conservador de una buena parte de la sociedad chilena que tan buena retaguardia
le brindó al pinochetismo aún durante el período democrático entró en crisis
terminal. Este año se cumplieron 40 años del golpe de estado y en un marco de
extendido repudio a la figura de Pinochet, el discurso de Piñera no advirtió el
cambio y continuó con la tradicional estigmatización al gobierno de Allende:
"En mi humilde opinión también tienen responsabilidad quienes no respetaron el
estado de derecho y promovieron la intolerancia y el odio en nuestro país".
Mientras este discurso persiste en gran parte de la
dirigencia conservadora, la sociedad civil transita otros caminos, más modernos.
Además del apoyo a la gratuidad educativa, cobró fuerza la idea de reformar la Constitución,
redactada en 1980 por la dictadura. La propia Bachelet anunció una reforma al
texto constitucional. Aunque aún no queda claro su alcance, ni su forma, que
dependerá en buena medida de cómo quede conformado el Congreso. A esto se suma
un movimiento social que, desde las redes sociales, convoca a incluir en el
voto del domingo la sigla "AC" (Asamblea Constituyente) y presionar así a la
dirigencia política.
Otro elemento importante de la elección (que podría tener un
impacto en el resultado) es un cambio en el sistema de votación. Por primera
vez para elegir Presidente, el voto será optativo, y la inscripción en los
padrones automática. Hasta ahora, era obligatorio, pero el votante tenía que
inscribirse para figurar en las actas. Este cambio, que a priori eleva la
cantidad de posibles votantes, necesita de un electorado que salga por decisión
propia a ejercer su derecho. Los dirigentes de la derecha están temerosos de
que su base social, desanimada ante la evidencia de una victoria de Bachelet,
no vaya a votar y aumente el desastre electoral.
Un tanto paradójicamente, para contrarrestar este fenómeno,
desde las tribunas conservadoras se escucha hablar de la necesidad de "acarrear
votos" el día de la elección (es decir, hacer una logística con transporte y
militantes para incentivar que los votantes lleguen a los centros de votación),
en una suerte de punterismo electoral un tanto alejado del discurso tradicional
de estos sectores
Finalmente, aparece el cambio dentro de la centroizquierda.
Después de más de dos décadas de Concertación, donde fungían como aliados
principales y casi excluyentes el Partido Socialista y la Democracia Cristiana,
Bachelet eligió conformar una nueva coalición. La Nueva Mayoría, contiene ahora
al Partido Comunista y otras expresiones de izquierda. Lo notable es que esta
incorporación, que no mucho tiempo atrás hubiera espantado a las franjas
moderadas del electorado, en este caso reverdeció el discurso de oposición al
gobierno de Piñera y le dio una plataforma diferenciadora. Sin ir más lejos, la
reforma educativa, la reforma constitucional y la reforma electoral son tres
banderas histórica del PC y que durante esta campaña formaron parte del discurso
de Bachelet.
Como sanamente ocurre en los últimos años, el resultado
electoral de un país sudamericano no se agota en su frontera y tendrá un
impacto regional. La probable victoria de Bachelet y la coalición de
centroizquierda en Chile vendrá a mostrar que el "fin de ciclo" de los
gobiernos progresistas no parece estar a la vuelta de la esquina. Una lectura
acentuada por el hecho de que Piñera había sido el experimento más sólido de un
retorno a gobiernos "marketfrendly", en un país que parecía reunir todas las
condiciones para su éxito. Sólo duró un mandato.
Cruzando la cordillera, la agenda reformista de Bachelet
tiene signos inocultables de un clima que la Argentina conoce desde hace años.
Entre otras cosas, la futura presidenta prometió impulsar un sistema de pensión
estatal, la negociación salarial a partir de convenios colectivos de los
sindicatos, una mesa tripartita de gobierno, empresarios y trabajadores para
fijar el salario mínimo y el matrimonio igualitario. Como frutilla del postre, anunció
que "una ley determinará los límites de la concentración de la propiedad de los
medios de comunicación social...".
Por si fuera poco, para la oposición política argentina, más
allá del previsible trabajo de apropiación que intentarán hacer con Michelle
Bachelet, mostrándola como un antónimo de Cristina Kirchner, habrá una
advertencia muy concreta: un liderazgo, si conserva el apoyo social, puede
subsistir fuera del gobierno y retornar vigente en el próximo período
electoral.