Siria: y todos contentos...
miércoles 11 de septiembre de 2013, 23:47h
Desde la década del 90 Rusia viene luchando por recuperar el
posicionamiento perdido.
Su
autoestima de superpotencia devenida en potencia decadente, su sistema
"modélico" para medio planeta convertido en una maraña de mafias y corrupción,
su presencia internacional desplazándose desde uno de los polos del poder
mundial a un país dependiente de sus materias primas como un país en desarrollo
más, han sido la obsesión de viejos cuadros dirigentes entre los cuales
Vladimir Putin es su principal emergente.
Rusia
necesita volver a posicionarse, si no en el mundo al menos en la región. Su
liderazgo, cerca de China, Irán, Turquía, Siria y los países del viejo
"Turquestán" -hoy, ex integrantes de la vieja URSS con alianzas variadas y no
siempre leales- necesita ponerse en valor.
Estados Unidos, por su parte, desea desde hace ya varios años retirarse
del medio oriente. Irak y Afganistán, sus últimas dos guerras, han abierto
heridas en su propia sociedad nacional produciendo un hiato de una magnitud
pocas veces vista en su historia entre los ciudadanos y el poder. Ha tenido la
suerte del surgimiento de las nuevas tecnologías que permiten la extracción del
petróleo profundo (Shale) que le permite no sólo autoabastecerse sino
convertirse en exportador de combustibles. No necesita -y tampoco parece
desearlo- mantener un costoso despliegue militar tan lejos "de casa" para
actuar como gendarme en regiones que no sólo no se lo agradecen sino que lo
repudian, cuando dependerá cada vez menos de su petróleo.
En ese
ajedrez, para quienes seguimos la marcha del mundo, es fuerte la tentación de
imaginar que la amenaza a Siria ha tenido, en realidad, otro destinatario:
Irán. Una Irán aliada de Rusia, pero cuyos arsenales nucleares no pueden
alegrar a su vecino. Un Irán que, aliada también de Siria, conforma una pareja
de países difícilmente controlables por nadie, en posesión de armamentos
demasiado peligrosos para tenerlos cerca.
De ahí
al acuerdo ruso-norteamericano hay un paso. La amenaza del ataque a Siria tuvo
ya su primera consecuencia colateral: Irán ha aceptado volver a conversar el
control de su programa nuclear por la Agencia Internacional de Energía Atómica
(AIEA)
-http://noticias.terra.com.ar/internacionales/el-tiempo-para-resolver-el-tema-del-programa-nuclear-irani-no-es-ilimitado-iran,691f0805e0701410VgnCLD2000000ec6eb0aRCRD.html-,
lo que neutralizará cualquier proyecto de fabricación de armas nucleares. Y la
propuesta (¿rusa?) sobre Siria tendrá la consecuencia de anular su arsenal de armas
químicas.
La
otra tentación es la de imaginar que la amenaza del bombardeo norteamericano a
Siria ha sido una gigantesca puesta en escena, tácita o expresamente acordado
con Rusia, en un ajedrez geopolítico, militar y diplomático que ha puesto en
vilo al mundo. Los hechos hablarán para confirmar o desmentir esa sospecha.
Porque
si todo termina como puede imaginarse, Irán avanzará hacia su
desnuclearización, Siria hacia la eliminación de su arsenal químico y Estados
Unidos podrá continuar su repliegue, delegando su papel de gendarme en la
región en favor de una Rusia que habrá recuperado allí un liderazgo claro para
reforzar su posición frente a China y no tendrá más en su flanco suroccidental
dos países que, aunque aliados, cuenten con peligrosas armas de destrucción
masiva.
Tal
vez sea todo imaginación. Lo que está claro es que en estos casos, para quienes
-como nosotros, en la Argentina- no tenemos intereses directos comprometidos en
el entuerto, lo peor que podemos hacer es "comernos el amague" y tomar
posiciones por impulsos viscerales que terminen perjudicándonos gratuitamente
en otros temas que son los que realmente nos afectan e interesan.
Ricardo Lafferriere