sábado 01 de junio de 2013, 11:34h
Los lazos históricos y culturales que América Latina tiene
con África son innegables y, en el contexto actual, la necesidad de reforzar el
vínculo trasciende esa historia en común: es indispensable construir una
relación sur-sur.
La historia de América Latina y el Caribe desde la
colonización europea está vinculada y referenciada a los países que formaron
parte de dicha epopeya. El debate respecto de su significado tiene hasta el día
de hoy numerosas aristas complejas y por lo general está planteado desde la
antinomia colonizador vs. colonizado o europeos vs. pueblos indígenas
originarios en sus múltiples matices. Sin embargo, los millones de esclavos
negros traídos del África conforman un tercer elemento muchas veces olvidado o
marginado, como si esa población no hubiera formado parte de esta historia o
fuera un efecto "no deseado".
En el inconsciente colectivo el África se aparece como el
continente donde sólo hay hambre y desnutrición, guerras y masacres; aunque sus
riquezas naturales atraen a las multinacionales más importantes del planeta.
Existe una clara contradicción entre la construcción del "olvido" mediático y
la fuerte presencia de poderosas empresas que -en numerosas ocasiones- provocan
las guerras, matanzas y hambrunas, mientras contribuyen a reforzar los estereotipos
en un círculo vicioso. No es de extrañar que América Latina y el Caribe no
hayan sido ajenos al "olvido" del África ya que sus clases dominantes son
herederas de la colonización europea y siempre se referenciaron en el "viejo
continente", despreciando a los descendientes de los esclavos traídos a la
fuerza. Aún se continúa postergando al
África o se lo observa a través de una óptica meramente comercial y funcional.
Algunos gobiernos latinoamericanos en estos últimos años han
demostrado que si existe voluntad política se puede modificar la relación entre
los continentes. El reciente viaje de Dilma Rousseff a Etiopía para participar
del 50 aniversario de la Unión Africana es un reflejo de este cambio que ya fue
impulsado por Lula da Silva durante su presidencia. Si bien es cierto que los
vínculos históricos entre el Brasil y el África son más que evidentes, se
necesitó de la voluntad política de Lula para estrechar los vínculos con el
continente que está cruzando el Océano Atlántico, y mucho más cerca que Estados
Unidos o China. Es así que Brasil quintuplicó su relación comercial en la
última década, tiene cooperación técnica con numerosos países y embajadas en la
mayoría de ellos.
En Adis Abeba, la capital de Etiopía, Dilma dijo que "Brasil
ve al continente africano como hermano y vecino con el cual tiene profundas
semejanzas y afinidades" y que intenta establecer una vinculación "sur-sur",
que deje atrás la mera búsqueda de negocios para algunas empresas. Para
reforzar sus dichos decidió condonar deudas de casi 900 millones de dólares a
doce países.
Hay muchas razones para vincularse con el África. Los lazos
históricos y culturales son un sobrado motivo, y si se piensa estratégicamente
en un mundo multipolar es indispensable cruzar el Atlántico, porque África -a
fin y al cabo- no está tan lejos.