lunes 20 de mayo de 2013, 13:50h
La atracción de los argentinos por el dólar se remonta al
gobierno del dictador Juan Carlos Onganía cuando su ministro de economía,
Krieger Vasena, permitió el uso de la moneda estadounidense para comprar
ciertos bienes producidos en el país, en el marco de un contexto devaluatorio y
recesivo.
Fue durante una dictadura militar, carente de nacionalismo y
con un fuerte ímpetu privatista y extranjerizante, que tenía a un
estadounidense manejando los hilos de la economía argentina, cuando se dio
inicio a la fiebre por el dólar, una moneda que antes de ese momento
prácticamente no la conocía nadie entre el común de los argentinos.
La atracción de los argentinos por el dólar tiene su origen
en la decisión del dictador Juan Carlos Onganía, que en 1967 permitió que la
moneda norteamericana pasara a tener uso corriente en la adquisición de
determinados bienes producidos en el país.
Fue en consonancia con una brutal devaluación de 40%,
exactamente de la misma magnitud que ahora pide la oposición a través del
presidente del Banco Ciudad, Federico Sturzenegger, que el ministro de Economía
de ese entonces, Adalbert Krieger Vasena, posibilitó la dolarización, entre
otras cosas, de los precios de las propiedades, uno de los principales refugios
de valor de los ahorristas argentinos.
Krieger Vasena nació en la Argentina en 1920, pero en 1939
apenas cumplida la mayoría de edad se hizo ciudadano estadounidense.
Previo a dirigir la economía durante la dictadura de
Onganía, prestó sus servicios durante poco más de un año a otro dictador, Pedro
Eugenio Aramburu, uno de los artífices del golpe que derrocó a Juan Domingo
Perón en 1955. Sin embargo, en ese corto periodo, gestionó el ingreso de la
Argentina a dos organismos multilaterales que signarían durante décadas la vida
de los argentinos: el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial.
Para cuando asumió como ministro de Onganía, además de
abrirle la puerta de la economía argentina al dólar, entre sus primeras
decisiones, Krieger Vasena suspendió los convenios colectivos de trabajo,
impulsó una ley de hidrocarburos que permitió la participación de las empresas
privadas en el negocio del petróleo, y otra de alquileres que facilitó los
desalojos. También suspendió por dos años los aumentos de los salarios y rebajó
a la mitad los aranceles a la importación.
El pensador Arturo Jauretche decía "no es Onganía quien
gobierna, sino Krieger Vasena".
Durante su gestión, la industria argentina productora de
tabaco pasó a manos de multinacionales de origen estadounidense. Lo mismo
sucedió con parte de la industria petroquímica. De su mano llegaron al país la
Banca Morgan, el Citibank, el Chase Manhattan Bank, y las multinacionales Ford
y Parker. Las empresas extranjeras pasaron a controlar la mayor parte de la
economía argentina.
La llegada del capital extranjero, con activos bien baratos
para quienes tenían dólares, fue en detrimento de la industria nacional.
Krieger Vasena también introdujo los conceptos de "competencia", "modernización"
y "eficiencia" en contraposición con "estatismo" e "intervención". Se impuso la
ideología de la privatización. Se engordó la deuda pública.
Las multinacionales se endeudaban en pesos, en forma barata
en el país, y transferían sus utilidades en dólares al extranjero.
El Consejo Publicitario Argentino, alineado con la
dictadura, bajo la consigna "¿Libre empresa o dirigismo?", lanzaba una campaña
donde magnificaban "un sistema de libertad económica" para que "la iniciativa
personal, el trabajo y el sacrificio tengan su recompensa: la prosperidad".
De la mano de una fuerte invasión importadora y de los
capitales extranjeros que comenzaron a producir en el país, Krieger Vasena
logró controlar la elevada inflación que registraba la Argentina, y les
posibilitó a los argentinos la fantasía de jugar con dólares, a costa de ir
destruyendo poco a poco la estructura productiva del país. Algo que
reviviríamos un cuarto de siglo más tarde, con Menem y Cavallo, quienes
llevarían los preceptos de Krieger Vasena a sus máximas posibilidades:
privatización, endeudamiento y convertibilidad, con la libre utilización del
dólar como medio de pago en la economía doméstica.
Krieger Vasena fue el ideólogo de la utilización del dólar
en la economía argentina, cuando solo la conocían aquellos sectores que
operaban en el comercio exterior, viajaban al extranjero o tenían cuentas
bancarias en otros países. Pero el común de la gente jamás en su vida había
pensado en el dólar. "¿Alguno de ustedes, vio alguna vez un dólar?", preguntó
Perón a una multitud reunida en la Plaza de Mayo, durante su primera
presidencia.
La bimonetización de la economía argentina se transformó
desde entonces en una dura mochila para quienes pretendían que el país pudiera
tomar decisiones soberanas. El ingreso de dólares, la salida de dólares, la
cotización del dólar, la acumulación de dólares, los créditos en dólares,
signaron durante décadas el ritmo económico de la Argentina.
Ahora desde la administración central se plantea una
reversión de este sistema que solo cosechó fracasos para la mayoría, y
beneficios para unos pocos. Así como lo fue el eterno endeudamiento heredado de
gobiernos y gobiernos, lo es la bimonetización. Y así como se dieron las duras
batallas del desendeudamiento y de la independencia de los organismos
multilaterales, a pesar de los pronósticos oscuros de los profetas de la
derrota, la desdolarización de la economía es nueva batalla. Vamos a darla.