sábado 06 de abril de 2013, 10:02h
La inundación en la Ciudad de Buenos Aires puso al
descubierto, de modo trágico, la ineficiencia del macrismo en la gestión de los
problemas en la capital argentina. Pero no solo en el sentido de lo que no se
hizo sino, fundamentalmente, en la forma descuidada en la cual el Jefe de
Gobierno se dirigió a los damnificados y la opinión pública.
Y un día, un buen día, el relato macrista hizo agua por
todos lados. Y no fue el Kirchnerismo el que desarticuló la construcción
marketinera del Jefe de Gobierno porteño. Cayó por el propio peso de su
ineficacia política -de acumulación de poder en la congruencia entre discurso y
realidad- pero sobre todo por su ineficiencia en materia de gestión.
Evidentemente, el caudal de lluvia que cayó en la región
bonaerense fue inusual: más de 160 milímetros en CABA, cuando la media es 70 mm
por mes, aproximadamente. Por eso no son las causas de la inundación lo que
vale la pena analizar en términos políticos, más allá de la imprevisión
municipal y de las consecuencias de un negocio inmobiliario descontrolado. Son
las respuestas políticas que dio el Jefe de Gobierno de la Ciudad tras la
catástrofe.
La primera conferencia de prensa que ofreció el intendente
fue deficiente desde todo punto de vista: se defendió absurdamente culpando al
gobierno nacional, tiró la pelota afuera, se mostró distante, tenso,
insensible, y, lo peor, quebró el contrato tácito que tenía con su propia
clientela electoral: defraudó a quienes lo habían votado. El relato macrista
hizo agua por distintos motivos: 1) prometía equipos técnicos preparados para
gobernar la ciudad y no pudo paliar siquiera las inundaciones; 2) acusaba al
gobierno nacional por falta de colaboración, pero quedó al desnudo que el
propio Macri decidió gastar su presupuesto en el Metrobús y en carreras de
autos antes que en la obras del arroyo Vega, por ejemplo; 3) mostró poca o nula
sensibilidad como para recorrer los barrios que habían sufrido la inundación; y
4) en un canto a la discriminación a favor de los sectores enriquecidos
prometió subsidios solo para aquellos que tuvieran los impuestos pagos, es
decir, que para los sectores más pobres con dificultades económicas para pagar
los siderales aumentos de ABL por ejemplo.
Inexplicable: Macri quiere subsidiar a los sectores más
favorecidos económicamente y dejar sin subsidios a los más pobres.
Solo en el planeta Macri algo así puede ser pensado.
Hundido.
La actitud de Macri quedó más destemplada aún en horas de la
tarde cuando la Presidenta en persona decidió recorrer las zonas afectadas
haciéndose presente tanto en La Plata como en los barrios afectados de la CABA.
Podría no haberlo hecho. Podría haber especulado con dejar hundirse solos al
gobernador Scioli o al intendente Bruera o Macri en sus propios lodazales. Sin
embargo, decidió tener una actitud de contención política para con los
damnificados. Y lo hizo, incluso, dejando de lado las diferencias
circunstanciales con el mandatario provincial.
Pero los errores de Macri fueron un cine en continuado. No
hubo autocrítica en ningún momento por los errores cometidos desde su gestión,
tampoco sobre el desdén por las denuncias de los vecinos de Saavedra sobre las
inundaciones producidas por el shopping DOT.
Hay tragedias naturales que pueden fortalecer políticamente
a un dirigente o debilitarlo, según como actúe antes, durante y después de esa
catástrofe. Incluso, hay crisis que ni siquiera las coberturas mediáticas
pueden ocultar. El destrato de Macri con
su propia clientela quebró el contrato que había hecho con muchos porteños que
hoy reclaman que se vaya desde un lugar visceral. Es la respuesta antipolítica
que parte de los electores a un discurso antipolítico.
Es decir, Mauricio Macri se cansó de tanto utilizar el
discurso de la antipolítica. Sus argumentos eran que él no pertenecía a esa
clase, que era empresario, que era nuevo, del lado de los vecinos y del hombre
común, y le sirvieron para generar una empatía con un electorado que descree de
la política y se refugia en una antipolítica de corte liberal libertario rayano
a la falta de escrúpulos del outsider. Pero hoy se relato se quebró: para los
"vecinos" de Buenos Aires Macri pasó a formar parte de la clase política y cayó
bajo el latiguillo de "son todos iguales de corruptos", frasecilla histérica
que sólo favorece a los intereses de los grupos económicos que devastan al
Estado en contra, obviamente, de los ciudadanos.
Hoy Mauricio Macri gira en falso con su discurso
antipolítico. Intenta reproducirlo y no hacerse cargo de sus propias
responsabilidades. Y resulta patético escucharlo vociferar con el agua al
cuello. Pero no está en esa situación porque el agua subió, está así,
simplemente porque el hombre se hundió solito.