Por
José Méndez La Fuente
viernes 05 de abril de 2013, 11:46h
La presente campaña electoral es, seguramente, en cuanto a
imagen y discurso de los candidatos se refiere, una de las más previsibles de
nuestra historia.
Cuando en diciembre del año pasado, Hugo Chávez, al anunciar
su propia muerte, puso en los hombros de su vicepresidente Nicolás Maduro, la
responsabilidad de la candidatura presidencial que se avecinaba, se hizo
evidente que Maduro o cualquier otra candidato proveniente del gobierno, no podría
llevar adelante, de manera exitosa, campaña electoral alguna sin explotar
convenientemente la enfermedad del líder
de la revolución, su deceso posterior,
su figura, y principalmente su memoria.
Una transferencia sentimental a la masa electoral del chavismo, que el heredero
ha venido usufructuando sin limitación alguna.
No puede resultar pues extraño, ni atípico, por más que
parezca ridículo o jocoso, la aparición repentina de "pajaritos" o
"presencias espirituales" en plena campaña, o que Maduro de cada
cinco palabras que pronuncia, cuatro de ellas sean para nombrar o recordar a
Chávez. Lo demás, como la delincuencia, la economía, el desempleo, la vivienda, el costo de la
vida, entre otros temas propios de una campaña electoral en cualquier país del
mundo, viene a ser secundario en este
simple esquema de mercadeo del candidato del gobierno. Es obvio que Maduro
sigue un guion, que no fue escrito precisamente en Cuba, producto de un
análisis de la realidad política, post Chávez, existente en Venezuela.
Por su parte, que el paladín de la oposición Henrique
Capriles, haya asumido una actitud más enérgica, más decidida, de cara a la
posibilidad cierta de alcanzar la Presidencia, que lo refleja en el electorado,
como un candidato más valiente y más seguro, era igualmente pronosticable, si
partimos del hecho cierto que la desaparición de Chávez de la escena política
nacional, esa misma que llenó con su presencia y con su sombra durante los
últimos catorce años, como Presidente, como Comandante, como el gran patriarca
de la Revolución Bolivariana, hace desaparecer también, esa sensación de
impotencia y frustración, que como una pesada losa, ha venido acompañando a la
oposición venezolana durante todo este
tiempo.
Después de Chávez, gran parte de los venezolanos, incluidos
muchos de la oposición, están teniendo que aprender a vivir sin él y otros
tantos a olvidarlo. Dependerá de la prisa con que este proceso inconsciente se
desarrolle dentro de cada venezolano, la posibilidad de ganar las elecciones de
cada candidato. Hacer política sin Chávez, es algo a lo que los políticos de este país, tendrán
que acostumbrarse, y eso no se logra de la noche a la mañana.
Por ahora, tendremos que conformarnos con el mensaje pobre
en contenido de Maduro, pero directo al subconsciente del voto chavista,
esparcido como polen en el aire, por la abusiva campaña comunicacional que solo
permite el ejercicio sin escrúpulos, del "poder absoluto". Si el
otro, esgrimido por Capriles, más atrevido, de denuncia contra el régimen,
aunque no contra Chávez, es o no más efectivo que aquel, es algo que pronto lo sabremos.
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