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A 5 años de la 125: Campo travieso

A 5 años de la 125: Campo travieso

jueves 21 de marzo de 2013, 18:01h
A propósito del quinto aniversario de la más fabulosa extorsión de las patronales agrarias al Estado nacional, un recorrido por el crecimiento exponencial y la desconcentración de los sectores agrícolas en Argentina durante ese período.

Hace cinco años asistíamos a la mayor extorsión por parte de la patronal agropecuaria al Estado nacional que se recuerde. A caballo de la falsa antinomia "el Gobierno versus Todo el Campo", empresarios y terratenientes rurales de los que más ganan y más tienen en el país sometieron a la ciudadanía a un bloqueo de la actividad económica que duró más de 100 días y dejó a decenas de pueblos del interior del país al borde del desabastecimiento.

Comportándose como patrones de estancia que siempre fueron, arriaron a su peonada a poner el cuerpo en la protesta, mientras ellos se asomaban solo para la foto. Pero también arrastraron a pueblos enteros que a riesgo de quedar como "traidores", tomaron como propia la "patriada". El verdulero, el zapatero, el ferretero, el almacenero y tantos otros, bajaban las persianas de sus negocios y se instalaban en la ruta a cuidar el bolsillo de los dueños de las fincas. Y así la actividad económica de muchas ciudades del interior se fue deteriorando, mientras los grandes ruralistas nunca dejaron de producir ni de vender.

La protesta iniciada en marzo y finalizada en junio de 2008 ocupó el tiempo de la cosecha. Pero los productores no dejaron de levantarla ni de comercializarla. Ese año se obtuvo la segunda mejor cosecha de la historia, con más de 97 millones de toneladas. Ese año los productores sembraron 18 millones de hectáreas, es decir un millón y medio más que el anterior, lo que demuestra que a pesar de rasgarse las vestiduras, los hombres del campo seguían apostando al mismo negocio que les venía llenando los bolsillos.

Ese año los productores siguieron exportando a buen ritmo y liquidaron casi 22 mil millones de dólares. Ese año, y los cuatro sucesivos, el campo obtuvo la ganancia más formidable de su historia; entre 2008 y 2012, aun con las retenciones impositivas a las exportaciones dispuestas por el Gobierno, el sector agropecuario obtuvo ganancias netas por 22 mil millones de dólares, equivalentes a 80 mil millones de pesos, si se lo cotiza a un tipo de cambio promedio del que existió en ese periodo.

Pero también obtuvieron las políticas agropecuarias más favorables por parte del Estado que jamás hayan tenido. El sostenimiento de un tipo de cambio alto, subsidios y exenciones impositivas por inundaciones y sequía, el acompañamiento del INTA para conseguir mayores rindes por cosechas (llegaron a aumentar hasta 20 por ciento) y el aliento a la desconcentración del negocio agroexportador en beneficio de las cooperativas agrarias.

Porque aunque el presidente de la Federación Agraria, Eduardo Buzzi, lo niegue, la exportación de granos registró en los últimos años una desconcentración de manos de las principales multinacionales que operan en el país, a las de cooperativas de productores nacionales.

Una de las más favorecidas de hecho resultó la cooperativa Agricultores Federados Argentinos (AFA), de estrecho vínculo con la Federación Agraria, que pasó de exportar 115.000 toneladas en 2005 a 726.000 en 2012, es decir, multiplicó por seis sus embarques al exterior, se ubicó como el quinto exportador de granos del país y relegó a gigantes de la talla de Bunge, Nidera y Glencore.

Por el lado de las mutis, la participación en el negocio de Cargill cayó de 23 a 15 por ciento; la de Bunge, de 17 a 9; la de Dreyfus de 12 a 10; y la de Nidera de 9 a 6 por ciento. Esta desconcentración se produjo al tiempo que la exportación de
granos creció 17 por ciento. Desde que se produjo la más descarnada de las extorsiones del campo al Estado nacional, la siembra de soja creció 16 por ciento, el rendimiento se mantuvo en el nivel más alto de la historia, y la producción llegó a incrementarse hasta 11 por ciento.

La política de retenciones no solo significó un importante ingreso de dinero para las arcas estatales, sino también una decisión estratégica en aras de industrializar la ruralidad, un término forjado por el kirchnerismo con el objetivo de darle mayor valor agregado a las materias primas, y dejar de ser el granero del mundo para ser el proveedor de alimentos del mundo.

Así, mientras llovían las críticas al Gobierno por un presunto sesgo en favor de la industria cerealera, que por tener menos impuestos a las exportaciones de sus productos que la producción agrícola conseguía mayores ganancias, la producción argentina de derivados de la soja, como el aceite, la harina y el biodiesel comenzó a crecer cada vez más fuertemente. Así las cosas, la soja fue el cultivo estrella de los últimos años, aunque no solo de la Argentina, sino de la región, siendo Brasil el mayor productor, seguido de nuestro país. Entre ambos encabezan el proceso global. Y Brasil, que fue tomado como ejemplo por quienes siempre fustigaron la política agropecuaria kirchnerista, también experimentó un crecimiento en su superficie sembrada, en sus rindes y producción. Mientras que la producción en Argentina pasó de 30 a 50 millones de toneladas en diez años, con una superficie sembrada que alcanzó las casi 19 millones de hectáreas, Brasil incrementó en igual periodo un 80% su producción de la oleaginosa, con una producción de 75 millones de toneladas y un avance de 48% en la superficie dedicada al cultivo.

Sin embargo, el impacto de la expansión fue diferente en ambas economías. Y acá es donde la política agropecuaria del kirchnerismo cobra un valor significativo y da por tierra con las falacias vertidas desde medios de comunicación y usinas del pensamiento opositor. En el caso de Argentina, la soja se convirtió en una de las principales vías para la generación de divisas. Esto se debió a una mayor transformación del poroto a nivel local, para la obtención de sus principales derivados industriales: harina, aceite y biodiesel. Las exportaciones argentinas de soja y derivados acumularon en 2012 casi U$S 30.000 millones mientras que Brasil obtuvo U$S 20.000 millones.

Así las cosas, Argentina con una producción de soja 35% menor a la de Brasil, generó 53% más de ingresos. Y en consecuencia, se consolidó como el principal exportador mundial de derivados de soja, pese a ocupar el tercer lugar como productor de la oleaginosa, detrás de Brasil y Estados Unidos, que producen más pero generan menos producción con valor agregado para colocar en los mercados internacionales.

Párrafo aparte para Uruguay, otro país permanentemente sindicado como ejemplo de lo que Argentina no hace y debería hacer. Allí no se cobran retenciones por las exportaciones de granos, y entonces se pretendió instalar la falacia de que la producción sojera charrúa crecía proporcionalmente mucho más que en Argentina. Apenas basta mencionar que en 2011 la producción sojera en el país vecino no superó el millón y medio de toneladas, cuando en Argentina orilló los 50 millones.

Tamaña diferencia no resiste el menor análisis.
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