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"La misericordia cambia al mundo"

'Dios no se cansa de perdonar' fue el mensaje del papa Francisco en su primer Angelus

"Dios no se cansa de perdonar" fue el mensaje del papa Francisco en su primer Angelus

domingo 17 de marzo de 2013, 12:19h
Una multitud de fieles participó del tradicional rezo del Angelus que realizó por primera vez el Papa Francisco, con un mensaje en el que destacó que "Dios no se cansa de perdonar". Al finalizar el Angelus, Francisco dejó de lado el protocolo y saludó a los fieles asombrando al mundo con su actitud.
Una multitud de fieles participó este mediodía del tradicional rezo del Angelus que realizó por primera vez el papa Francisco, con un mensaje en el que destacó que "la misericordia cambia al mundo".

Con decenas de banderas celeste y blanco flameando en la Plaza San Pedro y una gran presencia de argentinos y latinoamericanos,  Francisco centró su mensaje en la necesidad del perdón y en la misericordia de Dios, en un tono sencillo, contando anécdotas y manteniendo un diálogo distendido con los fieles presentes, estimados en más de 150 mil, según el vocero Federico Lombardi.

En un mañana fría y nublada en Roma, el Papa argentino salió puntualmente a las 12 (hora local, 8 en Argentina) de la ventana de los aposentos apostólicos y se ganó la primera ovación de los fieles, cuando dijo que la plaza San Pedro tenía las "dimensiones del mundo".

"La misericordia cambia el mundo, hace al mundo menos frío y más justo. El rostro de Dios es el rostro de la misericordia, que siempre tiene paciencia. ¿Se han puesto a pensar en la paciencia que tiene con nosotros?", preguntó el papa argentino a los fieles presentes.

"Dios nunca se cansa de perdonarnos. El problema es que nosotros nos cansemos de pedirle perdón. No nos cansemos nunca. Él es el padre amoroso que siempre perdona, que tiene misericordia con todos nosotros", dijo Francisco en su primer Angelus.

Al grito de "Viva el papa" y "Francisco, Francisco", la multitud fue colmando la plaza desde temprano, a tal punto que la gente tuvo que ubicarse en las calles laterales de la plaza y la policía cortó el ingreso porque no entraba más público.

Hacia el final del Angelus, el papa dijo que el nombre que eligió aludía al "patrono de Italia", San Francisco de Asís, y expresó que esta situación "refuerza mi vínculo espiritual con esta tierra donde están los orígenes de mi familia".
Sus últimas palabras fueron las que, durante muchos años, utilizaba también con sus fieles de la ciudad de Buenos Aires: "Recen por mí" y después agregó: "Buen domingo y buen almuerzo".

Entre los argentinos presentes, Mariel -recién llegada de Tucumán e integrante del movimiento de los focolares y de la Acción Católica en su provincia- le dijo a Télam que tiene la "ilusión" de que el papa argentino "encabece una revolución del amor y de vuelta la violencia que existe hoy en el mundo".

Diana, con camiseta argentina y un embarazo de 6 meses a cuestas,  sostuvo que "Francisco nos está invitando a cambiar. Nos toca el alma con cada uno de los mensajes que estuvo dando estos primeros días", sostuvo la mujer que vive en Roma desde hace 10 años.

Martín, llegado desde la provincia de Salta, dijo a Télam que el sumo pontífice "no sólo es un fenómeno popular, sino que también es un fenómeno de fe" y, como muestra de ello, contó que sacerdotes brasileños o ingleses lo felicitaron por tener un papa argentino.

Joel, de San Rafael, por su parte, sostuvo que tiene "la esperanza de que mucha gente que no conoce a Dios se acerque a la Iglesia por el don de gente que tiene Francisco".

Antes del Angelus, el papa celebró esta mañana su primera misa pública en la parroquia Santa Ana del Vaticano y, lejos de toda formalidad y protocolo, saludó a cada uno de los fieles presentes al término de la misma.

Como un cura de cualquier parroquia, Jorge Bergoglio se instaló a la salida del templo y saludó con apretones de mano, besos, palmadas y abrazos a cada uno de los fieles que participaron de la celebración; muchos de ellos argentinos.

Tras los saludos a cada uno de los presentes en la misa, el papa se acercó al vallado que protegía el lugar y comenzó a saludar a los fieles y a impartir su bendición, ante el desconcierto de los custodios que lo rodeaban.
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