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YPF: 'la decisión'

YPF: "la decisión"

Por Soledad Guarnaccia
martes 19 de febrero de 2013, 07:29h
El crecimiento de YPF es el fruto de una decisión política en sintonía con las razones que motivaron la creación y desarrollo de la empresa.

A menos de un año de la renacionalización, YPF está logrando revertir la estrepitosa caída productiva que se signó el periodo de gestión privada de la empresa. Así lo anunció Cristina Kirchner hace pocos días, durante la puesta en marcha de un pozo exploratorio de petróleo no convencional en la provincia de Chubut.
 
Según adelantaron las autoridades de YPF, el balance del 2012 arroja un crecimiento de la producción de petróleo de 2,5%, contra un descenso del 8% en 2011. A su vez, en el caso del gas, la curva descendente, que había alcanzado el 11%, disminuyó a 2.3%. Y un dato fundamental, relativo al escandaloso déficit energético que heredó la nueva gestión, expresa que la importación de combustibles de YPF descendió un 54% en el caso de las naftas y un 33% en el gasoil, con relación a 2011.
 
Sin embargo, el hecho de revertir la tendencia negativa, no puede interpretarse solamente como un auspicioso hecho de gestión administrativa sino que su análisis debe inscribirse dentro de las discusiones fundamentales que motivaron la creación y el desarrollo de YPF en la historia argentina: de quién es el petróleo y para qué producirlo.
 
Desde su origen, YPF se expandió por todo el territorio argentino, contribuyendo a su desarrollo e integración productiva. Durante los años sesenta, la empresa no sólo fue una pieza central para el autoabastecimiento sino también para el proceso de sustitución de importaciones, proveyendo a la industria de un insumo fundamental, el combustible, a buen precio.

Pero fundamentalmente, como muestra Hernán Palermo en su libro Cadenas de oro negro (Antropofagia, 2012), la historia de YPF representó un capítulo fundamental en la constitución y desarrollo de la clase trabajadora argentina. Bajo su influencia se articuló un complejo mundo social que comprendió la creación de barrios obreros con proveedurías de alimentos a precios diferenciados, escuelas y guarderías, centros de salud, clubes deportivos y hasta redes de turismo y recreación para las familias trabajadoras. Estas intervenciones determinaron la construcción de fuertes sentidos de pertenencia colectiva, al tal punto que los trabajadores se identificaron bajo el nombre de "ypefeanos", una nominación que siguen invocando quienes fueron despedidos en los años noventa y en la actualidad sostienen sus luchas reivindicativas.
 
Esa política de despidos se inició con la última dictadura cívico-militar, cuando el proyecto de YPF como empresa pública empezó a declinar. Un importante endeudamiento, una drástica reducción de la planta de trabajadores -que pasó de 50.555 en 1975 a 32.772 en 1983- y las llamadas "privatizaciones periféricas"-que alcanzaron a empresas que participaban en la cadena de producción de la empresa- fueron algunas de las políticas neoliberales que se profundizarían en democracia.
 
El 31 de Diciembre de 1990, mediante el Decreto 2778/90, se estableció el marco legal para la privatización de la empresa. Pero antes de su venta, en el periodo comprendido entre marzo de 1991 y diciembre de 1992, la intervención llevó a cabo una serie de despidos masivos que desestructuraron tanto la organización productiva como los estrechos vínculos que YPF mantenía con la comunidad.  En menos de dos años, la planta de trabajadores disminuyó de 35.745 a 13.225, y a fines de 1994 contabilizaba tan sólo 5.839 trabajadores. Sólo a partir de esta reestructuración, el capital privado se incorporó a la empresa, es decir, luego de que el Estado llevara a cabo un monumental ajuste.
 
Las cifras arrojan toda una imagen de nuestros años noventa. Pero además, en el caso de YPF, podemos dimensionar el poder que ostentó el neoliberalismo en la Argentina. Otros países de la región, incluso aquellos que más intensamente abrazaron el ideario neoliberal, no privatizaron sus recursos estratégicos: Chile conservó la explotación del cobre y México de su petróleo.

Sin embargo, con relación a YPF, la imagen de los años noventa no se agota en la privatización. Los nombres de Teresa Rodríguez y Aníbal Verón condensan las luchas que perviven en la memoria popular como símbolos de resistencia y como advertencia acerca del destino que les cabe a las naciones que confían al mercado la producción del lazo social.
 
De estos años, también es recordable el alto grado de cinismo que desplegó el grupo Repsol en sus publicidades, como en aquella que resignificaba las resonancias irigoyenistas del nombre de YPF por "Ya Pasó Fangio", dejando entrever así que los tiempos del Estado de Bienestar eran parte del pasado. Y mientras se declaraba "hincha oficial del seleccionado argentino", el grupo español distribuía, entre 1997 y 2011, 15.728 millones de dólares provenientes de utilidades de YPF, bastante más que los 13.370 millones que en este mismo período la compañía repartió por dividendos provenientes del resto de sus empresas. Así procede el populismo de mercado: se pone la camiseta de la selección pero fuga las divisas al exterior. Bajo esta matriz, donde están los negocios, está la patria.
 
En síntesis, por toda una historia de larga duración, pero sobre todo por esta historia reciente, el anuncio del crecimiento de la producción de YPF, a menos de un año de su renacionalización, es algo más que un auspicioso hecho de gestión administrativa. Es también el fruto de una decisión política que establece que hay un interés público donde hasta hace poco sólo se percibía la oportunidad de una renta que los argentinos no podían usufructuar.
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