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Los problemas de la cigarra

Los problemas de la cigarra

Por Rodolfo Terragno
lunes 07 de enero de 2013, 16:20h
Con vacas gordas, todo gobierno es popular. Si las vacas pierden peso, el gobierno adelgaza; y en caso de anemia, la política entra en terapia intensiva. Ya lo vivimos en 2001-2002.

         Hoy el Estado no está desquiciado como entonces. El producto y las reservas se multiplicaron por cuatro. La devaluación, la reestructuración de la deuda y la soja hecha oro nos dieron la  fortaleza que no teníamos al expirar el fatídico "1 a 1". 

         Sin embargo, en estos años de bonanza hicimos (diría Samaniego) lo de la cigarra, no lo de la hormiga. Por eso hoy tenemos, si no un escenario apocalíptico, problemas graves. O el gobierno empieza ya mismo a resolverlos, o se profundizará el esmerilado político que ya está sufriendo:

         La inflación se ha disparado. Si llegó a 25% --como dicen las consultoras-- la Argentina juega en la misma liga que Etiopía, Bielorrusia o Malawi. Si está en 10% --como asegura el INDEC-- juega en la de Bután, Líbano y Nigeria. El mundo se caracteriza hoy por la estabilidad. En Estados Unidos, Europa y China la inflación ronda 2 por ciento. Al mismo nivel están Chile y Colombia. 

         Líderes en riesgo país. La Argentina tiene el mayor riesgo país del mundo. En América Latina, Chile, Colombia, Perú, Brasil, Panamá y México están todos por debajo de 150. Venezuela tiene 786. La Argentina, 1.013.

         El eterno problema: la deuda externa. En millones de dólares, el Estado nacional ya debe 190.000; las provincias 30.000 y los privados 70.000. La relación deuda/PIB o deuda/ingreso fiscal es mejor que diez años atrás, pero aun así estamos en el proceso de re-endeudamiento.

         El Estado se desfinanció.  El déficit fiscal ha vuelto y suma 12.000 millones de pesos. Más en verdad, porque el Estado paga buena parte de sus cuentas con plata prestada: le fían  los jubilados -vía ANSES-y el Banco Central, pasándole unos 20.000 millones por año. Y aun así no le alcanza, porque cada año gasta un tercio más que el anterior y en gran parte sin necesidad.

         La energía no alcanza.  El déficit de generación es tal que el país gasta, por año, 9.500 millones de dólares en energía importada. Debería invertir esa plata en el aumento de la producción; y eso es sólo parte de la inversión necesaria para que la economía no se estanque.

         Espantando a los inversores. El Estado no tiene cómo financiar semejante inversión, y es difícil que consiga el suficiente aporte privado. Estatizando de repente, y en forma arbitraria, espanta a inversores. El problema no es la estatización en sí; es la violación de leyes y convenciones. Hace poco, Estados Unidos y Europa estatizaron bancos. Además, Washington estatizó General Motors; Berlín la Casa de la Moneda y Londres un ferrocarril. Pero de conformidad con el derecho nacional e internacional.

         Esos no son nuestros únicos problemas. Tenemos: retraso cambiario, subsidios que distorsionan precios internos,  y un Estado que pierde juicios pero no paga.   

         Los infortunios económicos acarrearon problemas políticos. A un año del histórico 54%, hay sindicatos opositores, gobernadores rebeldes, jueces indóciles, saqueos fatales y denuncias de conspiración.

         Nada de esto amilanará al gobierno, que tiene una notable capacidad de resistir a la adversidad; algo que les faltó a gobiernos anteriores.

         En cambio, está alterando al resto del peronismo: un movimiento al que -nombre y retórica aparte-
pertenece la fuerza gobernante.

         El peronismo no oficial cree que el gobierno próximo será peronista pero no kirchnerista. Esto ha
anticipado la interna por la sucesión.
 
        Todo parte de un juicio (por ahora) cierto: no existe partido opositor capaz de llegar al poder, y (se supone) no hay tiempo para que los pequeños partidos crezcan o se unan antes de 2015.

         El exceso de confianza puede jugarle al peronismo una mala pasada. Ocurrió más de una vez; pero el movimiento, protagonista de la política nacional los últimos 67 años, no se caracteriza por el pesimismo. Ya hay peronistas encargando el traje de Presidente.

         En tanto la competencia interna se haga más fuerte, el poder del gobierno se debilitará. Como presentía eso, deslizó la idea de reformar la Constitución para perpetuarse; pero, ya se sabe, ésa es una fantasía irrealizable.

         Si quiere retener poder e influir en la elección de sus teóricos sucesores, el gobierno deberá ganar respeto y confianza. Necesita entender que la inflación, el riesgo país y el déficit lo perjudican tanto como a la gente.  Debe concentrar energías en la solución de esos problemas, buscar consensos para lograrla, cultivar la prudencia, respetar a las instituciones y refrenar su belicosidad. No podrá reivindicarse con retórica.
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