Oposición: Comerse el amague o construir la alternativa
viernes 05 de octubre de 2012, 23:40h
Ante el férreo cerrojo informativo que rodea los reclamos salariales
y laborales de gendarmes y prefectos, a los que comenzaron a sumarse efectivos
militares, es natural que proliferen los rumores.
Entre ellos, uno que no es descartable, indica que en el
máximo nivel del gobierno estaría gestándose la idea de aprovechar los reclamos
para retomar el control político del país por encima de los derechos de los
ciudadanos, decretando el "estado de sitio" con el argumento que estaría
gestándose una ofensiva desestabilizadora o golpe de estado.
Cual kirchnerismo de manual, el argumento sería rodeado de
una épica "nacional y popular" ubicando a la presidenta como la víctima de una
tenebrosa conspiración de Magnetto, Cecilia Pando y dirigentes agropecuarios,
empresarios y sindicales, sacándola de su verdadero papel de responsable máxima
de la descomposición final del estado de derecho.
Pero para que esta maniobra tenga éxito un paso es
imprescindible: que la "oposición" le facilite el marco, legitimando la
iniciativa.
Pocas veces, sin embargo, la acción opositora tiene tanta
importancia para preservar la democracia, aislando a las locuras. Las fuerzas
opositoras, y fundamentalmente las dos más identificadas en la conciencia
popular con el estado de derecho y las libertades públicas -el radicalismo y el
PRO- debieran tomar la iniciativa para darle racionalidad a un proceso que, de
desencadenarse, puede llevarnos a repetir o profundizar días dramáticos para la
Argentina.
No se trata de quitarle respaldo a la democracia, sino de
reforzarla poniendo a los protagonistas en su debido lugar. Los agentes de
seguridad deben recibir el reconocimiento salarial y profesional que reclaman,
poniéndose fin a una década de injustificable destrato y ninguneo, pero deben
saber que aunque son trabajadores, no pueden reclamar portando las armas que la
sociedad ha puesto en sus manos para la defensa del orden público y los
derechos de las personas.
El gobierno debe sujetar su accionar al estado de derecho,
terminando con sus desbordes autoritarios y su manipulación de la ley, su
violación permanente de las disposiciones constitucionales y su pretensión de
eternidad que enfrenta principios básicos de la democracia.
Y la oposición debe comprender que no puede seguir girando
en el vacío sin ocuparse de su verdadera tarea, que es articular una coalición
alternativa edificada sobre un programa de coincidencias que le permita primero
una tarea parlamentaria conjunta, y luego la construcción de un mecanismo de
internas abiertas y acuerdos de gestión destinadas a elegir los candidatos que
pondrán en marcha el programa acordado y la conformación de un eventual
gobierno que suceda al kirchnerismo cuando sea el momento constitucional
pertinente. Esa actitud virtuosa no sólo enriquecería la democracia, sino que
distendería el estado de ánimo popular al saber que cuenta con una alternativa
frente al infierno al que son conducidos.
Lo que la oposición no puede hacer ahora es "comerse el
amague", legitimando con su beneplácito cualquier iniciativa oficialista que
profundice el deterioro del estado de derecho o limite las libertades públicas
de los argentinos. Porque si así lo hace, los días que vienen serán más tensos
aún, con ciudadanos volcados a defenderse solos no ya del gobierno, sino de
todo el sistema político.