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 Pepe

Pepe

Por Enrique Szewach
jueves 04 de octubre de 2012, 20:15h
Mientras la Presidenta de la Nación negaba la existencia del cepo cambiario, la Presidenta del Banco Central de la Argentina, lo justificaba como una respuesta de "sentido común" a la fuga de capitales de más de 4 puntos del PBI del año pasado.

 Como no pienso contradecir a la Presidenta, (no vaya a ser que algún filósofo me acuse de odiarla por ser un sex symbol inalcanzable para mí), propongo llamar al cepo, "pepe", (igual que al "sapo"), y discutir el planteo de la Presidenta del Banco Central (dado que, aunque igual de bella que Cristina, espero que la corriente filosófica  representada por la obsecuencia ilimitada,  no la incluya a ella  entre las funcionarias a odiar por su hermosura).


En efecto,  la Argentina tuvo una dolarización de portafolios del sector privado (la palabra "fuga" da lugar a pensar en algún delito), equivalente a casi 5% del PBI, durante el 2011, pero ya había tenido una fuga muy superior de más del 7%, (crisis con el campo e internacional mediante), en el 2008 y fugas similares a la del año pasado, durante el 2009 y el 2010. Sin embargo, no hubo este tipo de respuestas de "sentido común".


Lo que sucedía en los años anteriores es que, gracias a la buena perfomance exportadora agroindustrial, a que no había explotado la desastrosa política energética, y a que el clima anti inversión no se había manifestado tan crudamente, el saldo comercial, sumado a algo de inversión extranjera directa y algo de ingreso de fondos de endeudamiento en moneda extranjera, público y privado, alcanzaba para acumular modestamente reservas y, simultáneamente, financiar la mencionada formación de activos en dólares del sector privado y los pagos de deuda pública.


En cambio en el 2011 y sobre todo en el 2012, con la proyección de la mala cosecha,  las mayores importaciones energéticas, los pagos de deuda, etc. ya el saldo comercial no alcanzaba para todos y todas.


Por lo tanto, las limitaciones impuestas para comprar dólares para atesorar, y el racionamiento de los dólares de las reservas, para importar y otros destinos, no son producto del "sentido común", si no una decisión de política económica para mantener el nivel de reservas internacionales del Banco Central.


Pero se presentaban otras alternativas: 1) Establecer un mercado "libre", sin el uso de las reservas del Banco Central, para aquéllos que quisieran dolarizar su portafolio. (Aplicar con la demanda de dólares por atesoramiento el 1 a 1 de Moreno. -Por cada comprador de dólares, un vendedor de dólares-). 2). Racionar por precio y no por cantidad, es decir devaluar para maximizar el saldo comercial, sin restricciones. 3) Alguna combinación de las dos anteriores.


Obviamente, las soluciones anteriores obligaban a modificar la política monetaria, y por lo tanto, la fiscal, porque, de lo contrario,  la actual explosión de pesos para financiar al gobierno,  se dirigiría, en parte, a inflar la demanda de dólares "libres" y por lo tanto,  a elevar el precio de ese dólar libre, lo cuál, más temprano que tarde, presionaría sobre la tasa de inflación local. 

Y una eventual devaluación, para ser exitosa, en términos de modificar los precios relativos entre bienes comerciables y servicios, también exigía una política monetaria acorde.


Dicho de otra manera, el pepe cambiario, no es una respuesta de sentido común, si no que se integra al conjunto de políticas que parten de la necesidad de usar la emisión monetaria para financiar el descontrol fiscal y  de elegir racionar por cantidad, en lugar de devaluar, para ajustar un balance comercial desajustado por la sequía y la importación de combustibles.

El resultado de lo primero, es que, al menos en el corto plazo, el gobierno tiene un "coto de caza" para cobrar el impuesto inflacionario sobre la tenencia de pesos, sin que se "evada" dicho impuesto comprando dólares.

En ese sentido, el pepe cambiario - la pesificación forzosa- no es una "batalla cultural", es sólo una forma de asegurarse maximizar, siempre en el corto plazo,  la recaudación del impuesto inflacionario, e incentivar el consumo.

Y el resultado de lo segundo "racionar por cantidades" para no devaluar, lleva al cierre de la economía y al ajuste por el lado del empleo, en lugar de por el lado del salario.
Puesto que el cierre ayuda a los sustitutos de importaciones, pero no a los exportadores netos, cuyos precios internacionales no suben al ritmo de la soja, pero sus costos suben al ritmo de la inflación interna.

Lo que faltaría preguntarse, finalmente, son las causas de la dolarización de portafolios de estos años.

No es un problema cultural, porque en el 2005 y 2006, con la misma "cultura" hubo ingreso neto de capitales (pesificación de portafolios) o una dolarización menor a 2 puntos del PBI.

Tampoco es un problema derivado del mundo que se nos cayó encima. Mientras la Argentina tiene hoy, prácticamente, las mismas reservas internacionales que hace 5 años, Brasil las multiplicó por 2; Chile por 2,5; y Uruguay por 3.


 A mi modesto juicio, la dolarización de portafolios es la respuesta de "sentido común" de los ahorristas argentinos y de los inversores, a una política económica que fue destruyendo la competitividad local, y la infraestructura de todo tipo -sólo disimulada por la devaluación del dólar y la apreciación de las monedas regionales-. Una política de precios, subsidios y restricciones que terminó reduciendo el mercado de exportables, en particular de la energía y de productos agroindustriales "no soja".

Junto a la decisión de limitar la inversión a sectores fuertemente subsidiados, o a empresas dispuestas a tener al gobierno argentino de socio directo o indirecto.


En síntesis, en la medida que no se modifique la forma de financiar al gobierno, y la política monetaria dependa de la fiscal, el pepe cambiario está para quedarse, y el racionamiento de dólares para importar y otros destinos, dependerá básicamente, del ciclo de la soja, en cantidades y precios.


Pero abusar del impuesto inflacionario, suponiendo que la demanda de pesos es "estable" sólo porque está prohibido comprar dólares, y que, por lo tanto, también lo es la brecha cambiaria, es una apuesta que, en el mediano plazo, el sentido común aconseja revisar.
 
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