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¿Convoca honestamente a la unidad?

¿Convoca honestamente a la unidad?

Por Ricardo Lafferriere
martes 10 de julio de 2012, 19:46h
En su discurso del Día de la Independencia, la señora presidenta ha reiterado su convocatoria a la unidad "nacional, del mercosur, de la UNASUR".
 
La unidad, sin embargo, se define por sus objetivos, y se construye con actitudes.
 
Con quiénes, depende de para qué. Un viejo apotegma puede orientar esta reflexión, llevada al extremo por su antítesis: "mejor solos, que mal acompañados".
 
 
Entre uno y otro extremo, hay infinidad de variaciones y tonalidades. Y depende del arte, la pericia y la inteligencia, dosificar los acercamientos y las distancias.
 
Si hablamos de los países, hay acercamientos de diferente campo. La infraestructura, pongamos por caso, debe hacerse con el entorno regional. A nadie se le ocurriría construir un puente o túnel que vinculara Argentina con China. Esa unidad requiere pasos cordilleranos, uniones ferroviarias y carreteras, interconexión de redes de energía, utilización compartida de recursos comunes como los puertos y la hidrovía. Sus socios naturales y excluyentes son los vecinos. Y puestos a mirar si se hace lo necesario, veríamos que poco se ha hecho, más que declamar e inaugurar repetidas veces lo que ha quedado la mayoría de las veces en meras promesas, como el gasoducto del norte, los pasos cordilleranos, y la propia interconexión eléctrica de la cuenca del Plata.
 
 
Si en lugar de la infraestructura nos referimos al comercio, pues lo lógico es abrir las puertas en un espacio de "unidad" con las economías con las que tengamos intereses complementarios, sea por producción, por mercado o por financiamiento. Acá tampoco se ha hecho mucho. Al contrario: trabas, permisos, "comisiones", autorizaciones previas, crecientes "cupos no automáticos", derogación de convenios estratégicos -como con México- y permanentes conflictos con Brasily Uruguay marcan también que poco se ha hecho.
 
 
 
Y si queremos referirnos a la unidad política para la consolidación democrática, nuestro espacio común debieran ser las democracias avanzadas, las que conjugan sus rumbos con los que definió el país en sus doscientos años de existencia: respeto a la ley, división de poderes, libertades públicas, prensa libre, justicia independiente. No pareciera que ese sea el rumbo. La presidenta viajó a Libia y le dijo a Khadafi que se sentía unida a él por sus viejos sueños juveniles. No satisfecha con esto, y luego postuló un acuerdo estratégico con Angola -cuyo sistema político es de los más autocráticos del Africa, con un presidente que gobierna desde hace tres décadas- que poco aporta a la economía ni a la imagen internacional de la Argentina, lugar donde expresó una de sus curiosidades interpretativas sobre la historia: que el Che Guevara había combatido en ese país "para lograr la democracia" (¿?)
 
 
 
Mientras, por el contrario, toma distancia y agrede de manera soberbia y sistemática a los liderazgos de los países con los que compartimos objetivos de democracia y libertades desde hace muchas décadas, incluso  a aquellos -como España- que nos brindó ayuda rápida e incondicionada en momentos dramáticos para el país, que ni siquiera ha reconocido, prefiriendo escudar la vocación tramposa en la impostura de un grotesco nacionalista.
 
 
No hay unidad regional, si se decide cortarle el gas a Chile violando convenios, pedir cohechos al Uruguay para una obra de dragado imprescindible para nuestro vecino, suspender a Paraguay del Mercosur por un capricho de bajo nivel o caer en el ridículo -del que no se vuelve- de asumirse como "maestra de Siruela" de la política francesa o norteamericana...mientras no se tiene capacidad ni siquiera para controlar la orgía de violencia delictiva que azota el propio país.
 
 
La unidad, en síntesis, no es coherente con el ataque permanente y sistemático a quien no rinda pleitesía, no ya sólo en el campo opositor, que hace tiempo dejó hasta de soñar con esa posibilidad por las actitudes oficialistas, sino en sus propias filas. Lo puede testimoniar el gobernador de Buenos Aires, o los cientos de miles de trabajadores bonaerenses que no pueden acceder a su aguinaldo porque la señora dispuso que no se le giraran los recursos necesarios para ello, como represalia por haberse atrevido el gobernador, rompiendo la "unidad", a desmarcarse de su subordinación más desmatizada.
 
 
 
O su propio ex - socio camionero, a quien como castigo por querer renovar su cargo al frente de la central obrera sin el permiso presidencial, le dividen la central sindical, en una agresión que no responde a ningún objetivo de democratización del movimiento obrero sino a acercarse más aún a la vieja "unidad" del propio proceso militar: ni siquiera disimulan con el protagonista, sino que eligen para representar al kirchnerismo en la gesta antimoyanista a quien trabajara hace tres décadas como informante del tenebroso "Batallón de Informaciones 601" delatando compañeros que luego serían objetivos de los grupos de tareas.
 
La señora presidenta debiera tomar nota que su búsqueda de la "unidad", si fuera sincera, la encontraría acompañada de todos los argentinos de bien. Para ello, debiera convencerlos con hechos que su actitud es sincera. Porque como plantea las cosas su gobierno, y ella misma, la sienten como algo muy cercano a otra gran impostura.
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