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Índice de bochorno

Índice de bochorno

lunes 27 de febrero de 2012, 20:03h
Quiero decirles que dan asco, que dan náuseas. No vamos a hablar hoy, camarada lector, del calor ni de la humedad. Ni del calor excesivo y sofocante cuando va acompañado de bajas presiones. Ni de lo que hoy se denomina sensación térmica. Intentaremos hablar de la vergüenza que produce sonrojo, de la desfachatez, de la mentira. No diremos que los ministros  ganan sueldos miserables. Ni siquiera sabemos lo que les pagamos. No hablaremos de los asaltos, de los asesinatos, de las represiones, de las marchas en contra del Poder, de la injusticia, de la desvergüenza. Ni de la minería ni de los gobernadores ni de los intendentes ni de Ella. Tampoco de los crumiros ni de los pesquisas  a la luz del día. Entre los funcionarios, entre los caballeros legislativos - caballeros y damas, me dicen - tal vez podamos contar sin arrepentirnos mucho tres o cuatro que valgan algo. Sabemos que sirven a un sistema corrupto, son el sostén de ese sistema. Sostienen las jubilaciones de privilegio, las cenas, las drogas, la trata de blancas, las leyes.  ¿Sólo ellos? No, claro que no. Le dejo que usted complete la lista, camarada. Como lo son estas comparsas de cajetillas que enumeran, hablan de cosas difíciles y aplauden. Es curioso como se aplaude ahora. Y como se sonríe ahora. Fíjese, compañero, fíjese. Usted que no los votó nunca, ni votó a los otros, ni a los de más atrás, debería saberlo. En la lista no se olvide de nadie.  Ponga jueces, policías, rufianes, deportistas, pederastas, intelectuales, hombres de principios, aguateros, sindicalistas, empresarios, torturadores, arrepentidos, sonámbulos, botineras, cartoneros, despachantes de aduana, camioneros, poetas, odontólogos.... Todo cabe, todo cabe en una hoja. Hasta la maldad y la depravación. Está bien, ponga sacerdotes, obispos y damas de caridad. No le digo ni que sí ni que no. Es usted el que vota, es usted el que desea ir a la guerra a defender la patria. Puede comprar un bombo y convertirse en nacionalista, en patriota, en pasión desatada, en barrabrava. Eso, en barrabrava de los ideales, de las banderas, de la cerveza, de lo que se le ocurra. Todo vale, absolutamente todo. Puede decir: "Bingo o muerte". Puede decir cipayo, puede hablar de las zonzeras. (Pregúntele a Luis Franco quién era ese caballero que hablaba de zonzeras). Puede decir: "La vida por Rodríguez o la vida por Pérez". Y lo van a seguir como a Carlitos cuando levanta la bandera. ¿Se acuerda?


Me dan asco. Me dan náuseas cuando los veo hablar. Mienten, mienten sin empacho. Y la gente muere en los trenes, en los hospitales, en las villas miserias, en las calles, en las filas de las farmacias, en las filas de los bancos. La gente muere de ignorancia, de incapacidad, de alcohol, de tristeza, de imbecilidad. Y hablan en una suerte de galimatías enfermizo. Se creen seres épicos, seres cercanos al Parnaso. Más, seres que dialogan con Dios, que lo tutean, que le golpean la espalda.


 Cuesta creer la decadencia, la impunidad. Hablan de querellas, hablan de planes, hablan de resabios de la dictadura. Generan engaños tras engaños, guiones tras guiones, levantan mitos colonizadores y utilizan frases o palabras que ni el neoliberalismo se atrevería a emplear. No hay límites. No hay límites para el engaño ni para la corrupción. No hay límites para el espionaje en nombre de la libertad. Hay intrigas, envidias, velos sistemáticos, favores políticos. Y sobre todo desfachatez. Odian al imperialismo y pactan con sus empresas, odian el capitalismo y tienen cajas en las islas del Caribe. Hablan de cambios y son populistas sin escrúpulo. Gobierno y oposición. Se sientan sobre la sangre, sobre las prebendas, sobre la tragedia. Dan asco, dan náuseas. Los pobres diablos que buscan sobrevivir con migajas, los supuestos intelectuales hegelianos que miran serios y preocupados, los señores jueces y todos los demás. Habitan un prostíbulo y evocan a San Francisco de Asís. Se parecen, por fin,  al Estado Pontificio. De nada vale la literatura griega ni latina, de nada vale la lucha de Espartaco, la caída de Napoleón, la Segunda Guerra Mundial ni la Guerra Civil Española. A las cloacas, camaradas, a las cloacas. Y no nos olvidemos de ver nuestro horóscopo y saber qué tiempo hará mañana. Los anarquistas son de lo peor. Toda la culpa es de ellos. Y de la sinarquía internacional, no se olvide.

 
Carlos Penelas
Buenos Aires, febrero de 2012
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