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 Asesinos

Asesinos

Por Enrique Szewach
martes 28 de febrero de 2012, 01:05h
Alfred Marshal decía que había que tener "una mente fría al servicio de un corazón ardiente". Confieso que estos días de indignación, bronca y tristeza, cuesta. Sin embargo, aquí va un intento desordenado.


El transporte ferroviario requiere mucha inversión de capital indivisible. (Lo paso al castellano, puedo armar una vaquita con tres amigos, comprarme una combi, y prestar el servicio de transporte entre Moreno y Once, pero no puedo, aunque costase lo mismo, comprar una locomotora y un vagón, y meterlo en la vía y prestar el mismo servicio).


Mientras fue un "monopolio" tanto en el transporte de pasajeros, como en el de carga, el sector privado, en la medida que tuviera detrás un gran mercado de capitales estable, pudo participar de este negocio. Cuando surgieron las autopistas, y el transporte automotor, y cuando el sistema productivo de "just in time", y los nuevos canales de distribución, le dieron preeminencia al transporte de carga por camión, por ser mucho más flexible y adaptable, el tren quedó relegado a transportar commodities a granel, en largas distancias y, fue reduciendo su papel, como transportador de pasajeros, mientras la inversión se fue concentrando en el Estado, único capaz de poner dinero a largo plazo, a pérdida.


El tren está retrocediendo en todo el mundo, porque, pese a ser  más eficiente y  menos contaminante, para transportar pasajeros,  requiere mucha inversión pública, que sólo pueden hacer, y muy limitadamente, países con muchos recursos centralizados (como China) o que tienen mercados de capitales profundos en sus propias monedas y reputación para colocar deuda. Los países cuyos Bancos Centrales, en lugar de defender el crédito y la moneda, se dedican a recaudar el impuesto inflacionario y ser un apéndice del Tesoro, destruyen el mercado de capitales en moneda local y, por lo tanto, no pueden financiar inversión de largo plazo, ni colocar deuda. (Ni que hablar si tienen mala reputación como deudores).


A su vez, resulta más económico invertir en autopistas "multipropósito", que en trenes.


Le doy algunos números. Europa, datos al 2006, Transporte de carga: 46% en camión, 11% en Ferrocarril. Pasajeros: automotor 83%, Ferrocarril: 7%.


Entre 1990 y 2005, en Europa se levantaron 15000 km. de vías férreas, en Estados Unidos, se levantaron 38500 km.


En 1930, la red norteamericana de ferrocarriles era de 418000 km. Hoy es de 154000 km.


El ferrocarril, en el mundo europeo que podía, antes de la crisis,  darse el lujo de inversiones públicas faraónicas, financiadas en sus mercados de capitales, es un transporte para clase media y alta, que puede pagar pasajes más caros, ya que no existe más el subsidio cruzado, proveniente del transporte de carga.


Esos pasajes relativamente caros, permiten una combinación subsidio público y pasaje pagado por el privado más o menos sustentable. Los sectores de menores recursos, no viajan en tren, viajan en ómnibus, que requiere menos inversión y por lo expuesto más arriba, es "divisible".


En la Argentina, el Estado populista, que predomina desde hace décadas, en diversas formas,  invierte muy poco en infraestructura pública, por lo ya mencionado, no hay mercado de capitales de largo plazo, ni para los privados, ni para los gobiernos. Entonces, gasta lo que "sobra" en cada ejercicio, en base a urgencias, o conveniencias políticas. Sin prioridades ni pensamiento estratégico, y todo es táctica, y "anuncios". 


Ejemplos del caso ferroviario: el soterramiento del Sarmiento se licitó en el 2006, todavía no hay nada. También en el 2006, se licitaron 25 trenes de doble piso, sólo se hicieron 4. Ni que hablar de renovación de vías, o cosas más estructurales. Por lo tanto, se vive del capital pasado y se "ata con alambre" lo que hay.


Por años, los ferrocarriles, como la mayoría de los servicios públicos, estuvieron dominados por una asociación ilícita entre proveedores, sindicatos y funcionarios, que sumado a lo antedicho, destruyeron las empresas. (Aunque ahora todos pretendan "olvidar" cómo estaba todo a finales de la década del 80).


La idea de introducir un concesionario privado, fue un intento por romper con este sistema. Pero para ello se requerían concesionarios eficientes y honestos, organismos de control independientes y profesionales, y un plan de inversiones razonable y cumplible. De esto hubo muy poco.


El ciclo kirchnerista mantuvo formalmente este sistema, pero decidió congelar el pasaje, que ahora sólo financia entre un quinto y un sexto del costo total y utilizar fondos presupuestarios que paga todo el país, incluyendo el impuesto inflacionario, para que los concesionarios los destinen para financiar esta asociación ilícita y ahora criminal con los sindicatos -el aumento de salarios y personal, se lleva el 70% del subsidio- y con los funcionarios y proveedores, obviamente sin transparencia, ni control. Mientras no más del 10% del total, se destina para hacer el mínimo mantenimiento.


El transporte por tren es, por lo tanto, salvo en el ramal norte, para pobres, mientras la clase media y alta, viaja en servicios privados de combis y en muy buenos micros de larga distancia, o en automóvil, o avión.


En síntesis, el Estado populista, gasta en aviones para ricos, y en fútbol y TC para todos. Viajar en tren es muy barato -de hecho, paga el que quiere- pero, obviamente, el servicio es pésimo y, con deterioro creciente, y el viaje se ha convertido, como se comprobó la semana que pasó,  en una dramática ruleta rusa colectiva.


La solución no es estatizar el servicio, porque ya está estatizado.


La solución pasa por romper esta asociación criminal e invertir y mucho.


Pero para ello hace falta, claramente, otro Estado. Este...mata
 




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