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No somos neutrales

No somos neutrales

martes 06 de diciembre de 2011, 23:57h
A propósito de la creación del Instituto Manuel Dorrego

La decisión del gobierno nacional de crear por decreto 1880/2011, el Instituto Nacional de Revisionismo Histórico, tiene por finalidad preservar y difundir una particular visión de la historia argentina.

Esta decisión generó una respuesta inmediata por parte de un conjunto de historiadores y de investigadores en diferentes disciplinas, cuyos recorridos institucionales se encuentran formalmente acreditados.

En el documento dado a conocer, se destacan nombres como Tulio Halperín Donghi, Luis Alberto Romero, Beatriz Sarlo, Carlos Altamirano, Marcelo Cavarozzi, etc.

Reniegan de las atribuciones del gobierno para semejante osadía y consideran que en tal decisión, se desconoce la existencia de corrientes serias, científicas y sistemáticas de producción de pensamiento histórico.

En el tratamiento de la historia argentina son varias las corrientes que se han desarrollado. A grandes rasgos podemos mencionar las cuatro que han alcanzado mayor envergadura: la liberal o la historia oficial surgida de la etapa conservadora (la línea Mayo-Caseros); la revisionista o rosista, que surge en respuesta a esta historia oficial; la mirada desde la izquierda progresista institucional, de cobertura marxista eurocéntrica, pero de alma liberal y la corriente de la izquierda nacional que intentó y logró en parte, la articulación de los fundamentos  sociales y económicos del marxismo con el desarrollo de la cultura nacional y popular.

La particularidad del contrapunto entre el espíritu del decreto y el propósito del documento contestatario, es que la corriente que se ha hecho dominante en los ámbitos universitarios y académicos en las dos últimas décadas es la corriente liberal de izquierda.

Por lo tanto el contrapunto con el revisionismo histórico es más una disputa por el presente y expresa el pánico de una capa de profesionales que no están dispuestos a perder ciertos lugares de privilegio en la estructura institucional existente. En la segunda mitad de los años ´30 el revisionismo histórico surge como respuesta al relato oficial esencialmente escrito a través de Bartolomé Mitre y Vicente Fidel López.

No obstante, Adolfo Saldías (Historia de la Confederación Argentina de 1892) y Francisco Bilbao, mantienen ciertos vicios liberales en cuanto al método de trabajo, aunque se destaca su postura reivindicativa.

Es con Ernesto Quesada (La época de Rosas 1898), desde una revisión de la actuación de Juan Manuel de Rosas, en donde a la cuestión reivindicativa, se le suma las consideraciones de método.

Con lo cual no es un problema de falta de seriedad o de criterios científicos-como sostienen las posiciones hegemónicas antes y ahora-, sino que es un problema de poder y de disputa por la producción de sentido.

Desde el punto de vista de la disputa por la preeminencia entre las diferentes posturas, es posible reagrupar estas cuatro grandes líneas historiográficas en dos agrupamientos.

La corriente liberal-conservadora de antes y la izquierda progresista institucional de hoy, además de coincidir en cuestiones metodológicas (cientificismo lineal), ocupan una antes y la otra ahora el lugar de la hegemonía.

La corriente revisionista con sus matices y versiones y la izquierda nacional son en nuestra historia contra-hegemónicas.

Lo que preocupa a los mentores del documento en cuestión, no es la seriedad de la visión, sino el avance real en las conciencias y en la acción de los nuevos pensadores e investigadores, surgidos al calor de las luchas del presente.

El primer aspecto a destacar que distinguen a estos dos agrupamientos, es que la finalidad de la historia para el Revisionismo y para la Izquierda Nacional, es en esta etapa atravesar el bicentenario hacia la conquista de la plena soberanía para nuestra nación, en pos de la plena realización del pueblo argentino.

Aquí vuelve a articularse la historia con la política. Es la necesidad de avanzar en la transformación de las condiciones de vida del pueblo, es la justicia social, lo que impulsa el abordaje de la historia.

En segundo lugar, es considerar al pueblo organizado, es ponderar lo que este pueblo produce a través de su cultura, sus luchas, es considerar al pueblo en tanto sujeto político de nuestra historia. Esto supone criterios teóricos y metodológicos diferentes.

No es la falta de valor científico lo que tienen estas posturas, es decisión política de investigar a favor de la transformación social y de definirse por nuevos "observables": hechos y acontecimientos en que el pueblo expresa sus necesidades, que sirven para segmentar una línea de tiempo y son considerados hechos en donde se sintetiza la información necesaria para comprender los procesos esenciales en el devenir de nuestra historia. No somos neutrales.

Carlos "Chino" Fernández
Asesor IAJ-CGT
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