Hablan de nosotros, pero no siempre para bien
jueves 12 de marzo de 2015, 08:41h
Recuerdo aquellos viejos, no sé si buenos, tiempos en los
que la prensa extranjera apenas se ocupaba de las cosas españolas: no nos daba
importancia. Luego vino la prensa salmón para airear la mala situación
económica, y el New York Times publicaba fotos de ciudadanos españoles
asomándose a cubos de basura en busca de comida, lo que, por cierto, es una
imagen mucho más frecuente en los supermercados de Nueva York que por estos
pagos. Era por aquellos tiempos en los que el Wall Street Journal, vaya usted a
saber bajo qué influencias, calificaba de "paleto" al presidente del
Gobierno de España, por entonces José Luis Rodríguez Zapatero. O sea, un cierto
tono despectivo.
Ahora hemos entrado
en una nueva fase. La verdad, ver a Esperanza Aguirre en la portada del 'Die
Welt' no deja de causarme cierto estupor: ¿la candidata a la alcaldía de
Madrid, estrella de la prensa más seria de Europa? Claro que Pablo Iglesias ha
copado ya bastantes titulares del NYT, entre otros muchos periódicos del mundo
mundial. Un ex corresponsal francés en Madrid, viejo amigo, se dolía: "en
mis tiempos no había manera de colocar una crónica sobre España; ahora, de la
redacción central lo quieren todo". Lo quieren todo, todo, incluyendo a dos polos tan opuestos
como Esperanza Aguirre y Pablo Iglesias, aunque la 'lideresa' en su premura
verbal, ya ha dicho que según y en qué podría llegar a pactar con Podemos, por
ejemplo en una campaña para plantar árboles. Más folclore.
No crea usted que me
parece positivo ese interés por las minucias de lo que aquí hacen nuestros
políticos y aspirantes a políticos. 'Good news, no news', dicen los viejos
refranes de mi profesión, casi la más antigua del mundo. Y, de hecho, tras un
análisis algo demorado de lo último que se publica por ahí sobre nuestro país,
llego a la conclusión de que el interés se centra ahora no en la (relativamente
buena) marcha económica de España, ni en los mendigos que hurgan en los
basureros, sino en los aspectos más...¿esotéricos? de nuestra política. Porque
no me negará usted que el 'caso Esperanza Aguirre', con todas sus derivaciones,
o que partidos sin cuadros, sin infraestructura, sin candidatos conocidos, con
programa cambiante, sean los más apetecibles para los encuestados, no dejan de
ser parcelas chocantes de la ya de por sí chocante marcha general de la
política española.
Y, si le tengo que
decir la verdad, yo mismo, que estoy como en un exilio periodístico interior,
anonadado por lo que veo y escucho, estoy empezando a dejar de entender el
fondo de algunas cosas, al margen de las dos que acabo de citar: ahí tiene
usted, por ejemplo, ese extrañísimo caso del 'espionaje policial', presuntamente
al margen de la ley, contra el presidente (saliente) de la Comunidad de Madrid;
y el ministro del sector, como el que oye campanadas llamando a misa . Ni
comprendo tampoco el sesgo de algunas encuestas, ni que, hallándose bajo un
tsunami vaticinado por esos sondeos, la clase política instalada se comporte
como si nada y prosiga con sus campañas como siempre, sus debates al uso, sus
peleas consuetudinarias y, lo que es peor, con sus apolilladas
ideas-de-toda-la-vida.
Ya digo: lo extraño
es no estar todos los días en las portadas de todos los diarios foráneos, de
todos los noticiarios de televisión y radiofónicos a lo largo y ancho del
planeta. Y es que, a base de hacer coexistir lo radicalmente novedoso con lo
tradicional, Spain sigue siendo different. Como en los tiempos de Manuel Fraga.
Quién fuera enviado especial (extranjero, claro) a este Madrid loco del
'celtiberia show'.