Vuelve el interés por la política. O por algo parecido a la política
domingo 22 de febrero de 2015, 23:56h
Dicen algunos que la política 'no vende'. Que hay que
titular con las cosas que interesan a la gente. Yo, la verdad, creo que la
política sí interesa a los ciudadanos, aunque no sea más que como pretexto para
la indignación colectiva. Ví por la calle este sábado a la candidata de ya ni
sé qué formación, Tania Sánchez, que acabará siendo la cabeza de candidatura de
algo semejante a Podemos para la Comunidad de Madrid, aglutinando a no menos de
seis cámaras de televisión que recogían sus palabras andando por la acera,
inmediatamente rebotadas a los informativos de radio y de televisión. Venía yo
de una 'cumbre' eurosocialista en la que, al final, pásmese usted, quien dio la
cara ante la prensa fue el francés (o catalán, pero primer ministro galo en
todo caso) Manuel Valls, y no el anfitrión Pedro Sánchez, enfrascado en
retratarse ante el 'photocall' con cuanto líder socialista europeo, conocido o
no, pasase por el recinto del Instituto Ferial de Madrid. En Andalucía, la
vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría arropaba al candidato del PP en las
elecciones de dentro de un mes, Juan Manuel Moreno Bonilla, y la socialista
Susana Díaz se arropaba a sí misma, que se basta y se sobra. Todo, todo, huele
ya a primavera adelantada y a elecciones. Rajoy no apareció: estaba, dijeron
sus cercanos, preparando el debate sobre el estado de la nación.
En mi modesta
opinión, el interés ciudadano -que vaya si existe-- por la política doméstica
que se hace en España resulta injustificado, y la situación debería ser casi la
de esos agoreros que dicen que la política no vende. Vende, creo, el
espectáculo surrealista que en ocasiones nos ofrecemos a nosotros mismos, como
el ocurrido en el Partido Socialista madrileño, donde ha ocurrido al final lo
que todos veían venir desde el principio: que Ángel Gabilondo sustituirá al
defenestrado Tomás Gómez como 'número uno' de la lista para la Comunidad de
Madrid. O como esa rueda de prensa -maaadre mía-en la que un altanero Monedero,
perdón por el pareado, ofreció explicaciones incompletas sobre sus ingresos en
esa Venezuela tan maltratada por sus actuales (y pasados) dirigentes. O como
ese 'menage a trois' entre Rajoy, Artur Mas y Manuel Valls, que a este paso
acabará convirtiéndose en el político español más popular, aunque sea francés,
o precisamente por eso. Y el caso es que, visto lo visto, acabará mereciéndolo.
Me encuentro en una
actitud crecientemente crítica hacia el conjunto de eso que ha dado en llamarse
'clase política' española. Otros, que se
engloban plenamente en ella, pese a ser unos recién llegados, la llaman
'casta', copiando el feliz hallazgo de dos periodistas italianos que titularon
así un libro en el que criticaban ferozmente a los políticos de aquel país. Me
temo que el inminente debate sobre el estado de la nación, este año electoral
más cargado de expectativas que nunca, va a ser un reflejo de esta pobreza
intelectual en la que nos hemos asentado. No sé, desde luego, qué es lo que
prepara Rajoy, al margen de algunas buenas noticias 'electoralistas' que
anunciará en su discurso -al menos, pare eso sirven estos encontronazos
parlamentarios: para anunciar cosas buenas para la gente, aunque luego no
siempre se cumpla lo prometido--, ni sé tampoco qué nos dirá Sánchez, lanzado a
una hiperactividad poco acorde con la reflexión acerca de los mensajes a
lanzar. Si sé que esos ciudadanos a los que todos apelan se sentirán, me
parece, muy irritados si comprueban que
vuelven el 'y tú más', los horizontes rosados frente a los negros nubarrones,
la nada en las propuestas y el menos aún que nada a la hora de cumplir con las
resoluciones que salgan de este encuentro.
Sí sé que, en plena campaña andaluza, en plena precampaña
municipal y autonómica, en plena pre-precampaña de las elecciones generales,
tanto Rajoy como Sánchez se juegan mucho en este debate. Porque, lamento
contradecir a muchos expertos, pero verán ustedes cómo de nuevo la gran
confrontación parlamentaria del año, a las puertas de tantos procesos
electorales, nos decepciona. Pese al indudable interés y expectación con que lo
esperamos.