Las verdaderas razones del pacto con Irán
miércoles 11 de febrero de 2015, 15:23h
La transferencia de tecnología nuclear argentina, a través
de Venezuela, le habría permitido a Irán sortear el bloqueo al que lo han
tenido sometido las potencias
Muchos creen --y el extinto fiscal Aberto Nisman lo refrendó en su acusación contra la
Presidenta y el canciller-- que la "comisión de la verdad", convenida
en 2013 por la Argentina e Irán, escondía un acuerdo para intercambiar petróleo
por cereales.
No es lógico. Para
que un país venda lo que tiene y compre lo que necesita, no hace falta un "memorandum de
entendimiento" como el que se firmó.
Además, ni nosotros
estábamos desesperados por petróleo ni Irán por cereales.
A la Argentina no le hacía falta, para completar su
producción, grandes cantidades crudo; y
las que necesitaba podía comprárselas a cualquiera. Por otra parte, el
Ministro de Producción, Julio de Vido, ha explicado que "la Argentina nunca importó petróleo
iraní porque tiene 1,3 por ciento de azufre, lo cual impide su refinación aquí,
donde no son tolerables niveles superiores a 0,2 por ciento".
Irán, a su vez, sabía (como todo el mundo) que la Argentina
ya no era hoy ni la sombra del "granero del mundo". Hay doce países que producen más trigo que
nosotros, y seis que exportan más. Ucrania produce el doble. Pakistán también.
Peor aun: hasta el propio Irán produce
más trigo que la Argentina. Y para comprar un suplemento tiene un supermercado global. Puede comprar hasta
trigo norteamericano, y de hecho lo hace, porque las sanciones no comprenden,
por razones "humanitarias" la provisión de alimentos.
El gobierno de
la señora de Kirchner, sin necesidad de memorandum alguno, había
triplicado las exportaciones por todo
concepto a Irán, pasando de 319 millones de dólares en 2007 a 1.080 millones en
2011. Y eso mientras el gobierno
argentino culpaba a funcionarios iraníes por el atentado contra la AMIA y
exigía su extradición a la Argentina,
como lo hicieron ante la asamblea de las Naciones Unidas el Presidente Néstor
Kirchner en 2007 y su esposa en 2008, 2009 y 2010.
El memorandum
argentino-iraní de 2013 sólo puede obedecer a dos razones:
1. El gobierno
argentino creyó, genuinamente, que una "comisión de la verdad"
ayudaría a esclarecer el crimen de la AMIA.
2. Hubo un interés
oculto que nada tenía que ver con el petróleo ni con los cereales.
¿Qué pudo querer Irán?
Las potencias estaba empeñadas en frenar el desarrollo
atómico iraní, y hacían lo imposible para que Irán no recibiera material nuclear o know how.
La Argentina, ha hecho un avance notable en materia nuclear: tiene tres centrales atómicas: Atucha (1974),
Embalse (1983) y Atucha 2 (2011), diseñó
su propio reactor de potencia y ha exportado (a Australia, Argelia, Egipto y
Perú) reactores para la fabricación de radioisótopos.
La presidente del Comité de Relaciones Exteriores de la
Cámara de Representantes norteamericana, Ileana Ros-Lehtinen, dijo en julio de
2011 que el presidente venezolano Hugo Chávez "habría intercedido ante la
Argentina a favor de Irán para la obtención por medio de Venezuela de tecnología
nuclear argentina".
La denuncia no fue avalada Departamento de Estado, para el
cual no había "evidencias" de que se hubiese formado un
triángulo Irán-Venezuela- Argentina para
ayudar a Irán en el desarrollo de su programa nuclear.
Sin embargo, el 27 de ese mes, el instituto Gatestone
"un organismo especializado en
política internacional" afirmó: "Hay razones para creer que,
con la ayuda de Venezuela, la Argentina está cooperando con Irán en asuntos nucleares,
como parte de un acuerdo que incluye la disposición de la Argentina a retirar
las acusaciones por los atentados de 1994 en Buenos Aires, a cambio de
negocios".
Esa fue la primera vez que se habló de un acuerdo
argentino-iraní que incluyera el caso AMIA.
Hubo luego indicios de un acercamiento entre ambos
países. El 2 de octubre de 2012, FARS
News Agency, la agencia de noticias iraní, informó que, en la Conferencia
Ministerial de Seguridad Nuclear, el
canciller Héctor Timerman había "defendido el programa nuclear de Irán,
uniéndose a Venezuela en una muestra de apoyo al gobierno de Irán". Era la interpretación exagerada de un párrafo
que, de todos modos, resultaba sugestivo:
Timerman había enfatizado que la Argentina apoyaba y participaba
"activamente" en la "lucha contra el terrorismo nuclear", a
lo cual añadió que esa lucha no debía
convertirse en "un medio indirecto de limitar los derechos a la autonomía
tecnológica y el uso pacífico de la energía nuclear". Irán ha sostenido siempre que sólo quiere radiosótopos
para desarrollar la medicina nuclear, no para fabricar bombas atómicas.
El memorandum de 2013 produjo sorpresa e irritación en la
Argentina. En 2010 la Presidenta había
anunciado en Naciones Unidas su decisión de proponer a Irán que el caso AMIA
fuera dirimido en "un tercer país", con la participación de
"delegados de las Naciones Unidas" y "observadores
internacionales". El memorandum
estableció, en cambio, que el caso sería analizado en Teherán, por una comisión
que al término de sus deliberaciones haría simple "recomendaciones" a
cada país. Para interrogar a los iraníes acusados, los jueces argentinos debían
trasladarse a Irán.
En una de las cláusulas se establecía que el memorándum
debía ser remitido por ambos cancilleres a Interpol. Timerman sostiene "y un ex jefe de
Interpol ha confirmado" que la Argentina no pidió el levantamiento de las
"alertas rojas" que pesaban sobre los sospechosos. En realidad, no
hace falta: la "alerta roja" no es más que una comunicación a todo el
mundo de que ciertas personas son buscadas por determinado país. Los países donde se los encuentre no tienen
obligación de detenerlos. Mucho menos si el que busca y los buscados han
entrado en negociaciones.
Timerman jura que
"el único compromiso" del gobierno argentino era "con los familiares de las
víctimas", en busca de "hallar en la verdad y obtener de la justicia
la reparación debida". Los familiares de las víctimas, no creyeron que la
verdad fuera a surgir de la comisión argentino-iraní.
Nunca se analizó seriamente la hipótesis sobre un acuerdo
nuclear subrepticio.
Sin embargo, en 2013 la propia Presidenta subrayó ante la
Asamblea de Naciones Unidas, a propósito de nada: "Por lo demás, los
miembros permanentes del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, negociarán a
partir del 26 de febrero un Acuerdo Nuclear con la República de Irán".
Se refería al inicio de las negociaciones, aún en marcha,
para resolver el conflicto. Ese mismo
año Irán concedió una pequeña reducción de su plan nuclear a cambio de un relajamiento
de las sanciones. No es seguro, ni
tampoco improbable, que la perspectiva de un acuerdo con las potencia hubiera
debilitado el interés de Irán en hacer burlarse de la sanciones impuestas por
esas potencias.
Eso, y la fuerte reacción de la sociedad argentina --que de
hecho bloqueó la constitución de la "comisión de la verdad"-- explicaría que Irán haya desistido del
acuerdo, negándose a ratificarlo.
Lo que nunca quedó claro fue qué ventajas habría logrado de
la Argentina si el pacto hubiese prosperado.
Para Irán, obtener tecnología nuclear, pasar a ser la sede
del debate sobre el caso AMIA (sin obligación de acatar los resultados), y
tener a sus acusados deambulando libremente por el mundo, eran todos beneficios
tan desproporcionados que, sin duda, debió haber ofrecido a cambio algo difícil de imaginar.
Es muy poco verosímil que se fuera a pasar, como no faltó quien sospechara, dinero por debajo
de la mesa. No al menos el precio de todo cuanto habría concedido la
Argentina: una cantidad de dinero tan
desorbitante que no habría pasado debajo de ninguna mesa.
Pero es también inverosímil que el gobierno creyera,
realmente, que el caso AMIA iba a esclarecerse en Teherán.
La Argentina no habría sido favorecida en el caso de
implementarse el acuerdo. Tampoco lo ha sido tras el fracaso.
El país y el propio gobierno lo están comprobando. La desaparición del fiscal Nisman "por
suicidio o por homicidio" fue un sismo que estremeció las instituciones y
tendrá secuelas.