Néstor Kirchner, un dirigente
lunes 27 de octubre de 2014, 16:00h
Los dirigentes no se dimensionan por otra cosa que por sus
actos, por su acción en el ejercicio de la conducción política y por el amor:
mezcla rara de admiración, respeto y cariño sumado a la lealtad que reciben.
Néstor Kirchner provocaba todo eso, y mucho más. "Se me
murió el Perón de mi época", me dijo un pibe durante el velorio. "Cerraste los
ojos pero abriste millones", rezaba un cartelito escrito a los piques. Y si esa
definición no alcanzara, basta recordar el llanto desgarrado de los compañeros
mozos de Casa de Gobierno frente al cajón, sin importar cuál es la formación
política de cada uno. Esa imagen lo dice todo.
Un dirigente de verdad, como lo fuera Néstor, se manifiesta
en toda su dimensión en la capacidad de conducir a los mejores, a los más cerriles,
a los difíciles.
He discutido infinidad de veces con Néstor, mientras era su
ministro del Interior y después también. A los gritos. Entendámonos: pude
discutir solo porque él lo permitía. Tenía un carácter terrible y yo no soy de
arriar con un palito.
Un día, discutimos fortísimo y a las puteadas. Juro que no
recuerdo el tema. He hecho ingentes esfuerzos por recordarlo.
Cristina era presidenta; yo, ministro de Justicia. Esa tarde
había partido de fútbol en Olivos como todos los viernes y decidí no ir para no
tener que cruzarme con él, en la cancha, en su casa, en la cena... No daba, así
que hice llegar mi aviso en tiempo y forma y me quedé trabajando, caliente como
una pipa.
Como a las 21.30 llama Néstor:
-¿Dónde estás? -preguntó.
-Trabajando -respondí, cortito y al pie.
-¿Por qué no viniste...?
Hice silencio, tragué aire y le dije:
-Néstor, ¿después de semejante quilombo... querés que vaya?
-¿Sos boludo vos? -me cortó- Lo que pasó fue una discusión
de la política. El fútbol es para no-sotros, para desenchufarnos, para tener un
rato para nosotros. No mezcles las cosas.
Los dirigentes, los que conducen de verdad, deben saber
encontrar espacios en los que sus colaboradores se relajan, esos momentos en
los que "se dice la verdad". Juan Perón lo explicaba con claridad, en sus
clases de la Escuela Superior de Gobierno, en 1951: "Entre nosotros, compañeros
de una misión común, con una doctrina común, no nos podemos ocultar la verdad;
la verdadera colaboración está en decirle al amigo: 'Esto está mal'".
Discutí muchas veces con Néstor y algunas de esas veces me
sorprendía porque, después de habernos cruzado durísimo, al día siguiente ponía
en práctica esa idea o sugerencia de mi cosecha, origen de la discusión.
Así son los dirigentes de verdad... Tienen brillo propio, se
distinguen. Motivan, generan espacios de discusión en el momento preciso...
Y no arrugan jamás, porque para ellos, la Patria, los
intereses de todos los argentinos, jamás ocupan el segundo lugar.