Lo importante ahora es el futuro
lunes 02 de junio de 2014, 09:08h
Hay que contemplar la abdicación del Rey, pedida varias
veces desde este periódico entre otros muchos medios, con el mayor respeto. Y
con optimismo. El Monarca, mermado en su capacidad física y sujeto a tensiones
por algunos errores pasados y por acontecimientos por venir, como el 'proceso
Urdangarín', ha tomado una decisión dura y difícil para él, que aceptamos como
un último servicio a España. Al tiempo, lamentamos la posición de quienes,
desde una muy legítima posición republicana, quieren ahora abrir un peligroso
melón, el del referéndum sobre Monarquía sí-Monarquía no. Es lo que el líder de
'Podemos', Pablo Iglesias, se ha apresurado a pedir desde las pantallas de las
televisiones que le acogen. Creemos que conviene ahora más que nunca acogerse a
la máxima ignaciana según la cual 'en tiempos de crisis, no hacer mudanza'. Y
modificar la forma del Estado sería la mayor, la más peligrosa, mudanza que
ahora se podría poner en marcha.
Se abre una nueva era en la que, sin embargo, habrá que
cambiar cosas. Muchas cosas. Muchas más, evidentemente, de lo que le gustaría a
un Gobierno partidario de dejar que los problemas se pudran. Algo que le ha
dado buen resultado hasta ahora, pero que no tiene por qué seguir dándolo de
ahora en adelante, cuando los problemas, como Cataluña y el desánimo nacional,
las desigualdades y la inadecuación de las leyes con la coyuntura actual, se
adensan. Tenemos la sensación de que el Príncipe Felipe, el ya inminente Felipe
VI, es plenamente consciente de que no podrá reinar como su padre, de que
tendrá que ganarse el puesto cada día. Hasta ahora, Don Felipe no ha cometido
ninguno de los errores de su padre, aunque cierto es también que no ha podido
tener el protagonismo deseable. Del hasta ahora heredero esperamos lo mejor,
pero su papel con las fuerzas políticas, su implantación territorial, tendrá
que encontrar un nuevo marco. Y eso exigirá generosidad, amplitud de miras e
imaginación por parte de los políticos. Ha llegado el momento de mostrar quién
es estadista y quién, por el contrario, es un mero ejecutor de rutinas.