Todos los síntomas de la nueva era
lunes 02 de junio de 2014, 07:48h
Cuando falleció Adolfo Suárez, hace poco más de dos meses,
todos advirtieron que se abría una nueva era: solamente la figura de Don Juan
Carlos quedaba en activo para conectar esa nueva era con la de la transición a
la democracia que se abrió a la muerte de Franco. Ahora, de aquella era ya no
queda prácticamente nada, y los indicios de que se iniciaba una etapa diferente
en la democracia española eran múltiples, desde los resultados de las
elecciones del pasado 25 de mayo hasta la dimisión de un 'histórico' como
Alfredo Pérez Rubalcaba.
Creo que, con su abdicación, el Rey doliente y solitario ha
prestado un último servicio a España. Era algo que le pedíamos, con respeto y
hasta con afecto, muchos, incluso que, como yo mismo, se proclaman monárquicos.
Don Juan Carlos ha abierto la puerta a una nueva época, la de quien será Felipe
VI. Un hombre en plena madurez a sus 46 años, sólidamente preparado y que
apenas ha cometido, hasta ahora, errores en su trayectoria como sucesor en el
Trono de España. Hay quien ha tratado de debilitarle a través de supuestas
flaquezas de su mujer, Doña Leticia Ortiz, pero lo cierto es que las encuestas
muestran un ascenso imparable en la popularidad del Príncipe de Asturias, acaso
en detrimento de la de su padre, especialmente a raíz de los últimos 'deslices'
del Monarca, como la famosa cacería en Botswana.
Sin duda, los cuarenta años de Don Juan Carlos en la
jefatura del Estado han tenido muchísimo más de positivo que de negativo, y así
lo subrayaron este lunes numerosos medios extranjeros. Pero eso, ahora, queda
para las hemerotecas de esta jornada de comienzos de un junio que se adivina
trepidante de acontecimientos. Lo importante es tratar de adivinar cómo será la
'nueva' Monarquía española, encabezada por el Príncipe Felipe. En una ocasión,
me reconoció que entendía que él tendrá que ganarse el puesto día a día, como
cualquier trabajador. Admitía también sus privilegios y era consciente, creo,
de los cambios, incluso constitucionales, que deberán producirse en esta nueva
era, aunque ha de ser el poder civil, el Gobierno, quien propicie esos cambios.
También consta la preocupación del Rey, y del Príncipe, por
lo que está ocurriendo en Cataluña. No han faltado fuentes aparentemente
cercanas a La Zarzuela que opinasen que el jefe del Estado era más partidario
del diálogo de lo que aparentemente lo es el jefe del Gobierno, y se añadía que
lo mismo ocurría con el Príncipe. Pero la verdad es que tanto Don Juan Carlos
como Don Felipe han evitado siempre evidenciar el más mínimo roce con los
representantes políticos, e incluso en el caso de Carlos Arias Navarro, el
presidente del Gobierno que sucedió a Carrero Blanco, el Rey presentó en 1976
como una abdicación, recompensada con un marquesado, lo que claramente era un
cese por incompatibilidad.
Pienso que esa tónica de prudencia será seguida
escrupulosamente por Felipe VI, que va a intensificar su presencia en todos los
territorios de España, comenzando, naturalmente, por Cataluña y el País Vasco.
Confiemos en que el inminente nuevo Rey recoja también el testigo de Don Juan
Carlos cuando pidió "regenerar" la vida política, en su último
mensaje de Navidad. Y esperemos que a Don Felipe le hagan más caso que a su
padre.