Antes era más fácil: a un primer ministro, como Adolfo
Suárez, le achacaban haber pasado con demasiada facilidad 'de Soria a Siria', y
ya se había formulado así la acusación de olvidar los problemas de casa para
sobrevolar el siempre más agradecido escenario de la política exterior. En el
caso de Mariano Rajoy no se podría simplificar la situación con un simple juego
de palabras: lo suyo -lo nuestro-esta semana y las próximas pasa por Barcelona,
Buenos Aires, Bilbao, Valladolid, Madrid...Vamos, que los problemas se le (nos)
multiplican, adquieren múltiples polos, se globalizan. En resumen, que Rajoy,
como máximo representante del poder en España, tiene ante sí múltiples frentes.
Veremos cómo los sortea.
Y ¿qué tienen que ver la situación catalana con el desplome
de los países emergentes o la división en el Partido Popular vasco, vamos a
ver?, se preguntará usted, amable lector. Y tiene razón: en primera instancia,
nada. Lo que ocurre es que todo empieza a insertarse en ese marco de
inestabilidad económica que hace que la situación laboral española sea una de
las más peculiares del mundo, destruyendo a la vez empleo y desempleo, como ha
mostrado la última Encuesta de Población Activa. El resumen que me hace un
amigo, gran economista, es que España se empequeñece, y la reducción 'tipo
acordeón' del panorama laboral lo muestra, lo mismo que el abaratamiento
general, que facilita el auge de las exportaciones o de las inversiones
extranjeras en nuestro país, y facilita también, entre otras razones, el 'boom'
turístico, plasmado muy gráficamente en esta edición de Fitur.
El empequeñecimiento se plasma, cómo no, en las tentaciones secesionistas en el País
Vasco y, sobre todo, en Cataluña, donde, al fin, el partido que gobierna en
España ha acudido al quite...hablando, sobre todo, de economía: "Una Cataluña
separada nacería en quiebra", advirtió María Dolores de Cospedal. "Quieren
meternos miedo y dicen que seremos pobres como ratas", se burló Mas, que
contraprogramó la 'cumbre' del PP, 'Juntos sumamos', con su propio acto
'rebelde' en Convergencia i Unió.
Cuando la dialéctica es esta, el desastre futuro está
garantizado, por mucha 'comida de confraternización' que organice en Barcelona
algún empresario catalán, reuniendo a los ministros más meritorios del Gobierno
de Rajoy con el molt honorable president de la Generalitat. Y eso que hay que aplaudir el esfuerzo de
Rajoy por defender la integridad del Estado, acudiendo a Barcelona o,
próximamente, a Bilbao, para intentar ahí una imagen de unidad del PP vasco,
que se resquebraja con amenazas de escisiones desde la derecha. Otro desastre
en potencia, que ni los en mi opinión magníficos dirigentes 'populares' vascos
van a poder, a este paso, evitar.
Pues qué quiere que le diga, amigo lector: todo esto va en
detrimento de la 'marca España' y de la grandeza de un país amenazado desde
múltiples ángulos. Porque la semana concluye con una importante bajada de los
valores del Ibex, muy comprometidos en una América Latina donde las
convulsiones económicas son importantes. Sobre todo, en la caótica Argentina de
Kirchner-Kicillof-Capitanich. O en el hasta ahora prepotente Brasil. O, ya que
estamos, en China, donde nada es tan sólido como queríamos creer -ni tan
honesto como jamás llegamos a creer--. Y, así, valores españoles tan sólidos e
importantes como algunos bancos, algunas constructoras o la propia Repsol
-sometida una vez más a las ambiciones de ciertos ex ministros, aliados con
intereses estatales mexicanos--, han sufrido sacudidas que para nada benefician
ni a nuestra imagen ni a nuestros bolsillos.
Estoy deseando que Mariano Rajoy, en el centro de todas las
tormentas, aproveche las oportunidades que tendrá en la importante convención
nacional del PP, el próximo fin de semana en Valladolid, y en el debate del
estado de la Nación, a finales de este mes, para clarificar las cosas,
reconducir el tren del Estado, inspirar confianza y seguridad jurídica entre
los españoles y, en definitiva, remontar el vuelo. Partiendo, eso sí, de una
base que reconozca que España está ahora situada en dimensiones más pequeñas de
aquellas en las que la falta de realismo de un gobernante anterior nos quiso
situar como envidia de gobernantes y potencias extranjeras. Ni era eso, ni es
este inmovilismo del que mi innato optimismo me hace pensar que la fuente de
todo poder está empezando a salir. O no...que diría él mismo.
fjauregui@diariocritico.com