lunes 13 de enero de 2014, 10:39h
En la semana que pasó, vivimos otra batalla épica del
gobierno de Cristina Fernandez de Kirchner. Esta vez fue contra el imperialismo
tomatero, que intentaba quedarse con los dineros del pueblo. Afortunadamente,
el equipo económico solucionó el problema, aunque resta definir el algoritmo
que permitirá establecer una relación justa entre el tamaño de cada tomate y su
precio. (Todavía se discute en qué categoría colocar a los tomates cherry).
Pero, seguramente, con la ayuda de alguna supercomputadora de la NASA, durante
el fin de semana, todo el andamiaje regulatorio en torno al tomate quedará
definido.
Superado este grave asunto de Estado, quedan, sin embargo,
sin resolver, los problemas diarios de la macro local.
Al respecto, resulta paradójico que después de una década de
recuperar la "soberanía monetaria", el peso haya perdido más del 50% de su
valor respecto del dólar y que después de una década de "desendeudarnos" a
costa del ajuste de los argentinos, pagando impuestos e inflación, ahora la
gran solución a nuestros males, sea tratar de endeudarnos.
Parece quedar claro, a estas alturas, que el gobierno ha
decidido no atacar de lleno el problema de fondo de la economía argentina, el
fenomenal exceso de gasto público.
Al no atacar este tema de fondo, necesita buscar
financiamiento para el déficit.
Pero ya quedó claro, con el "episodio bienes personales",
que el margen para subir impuestos, sea de manera directa, o indirecta, se
reduce, en particular ante un gobierno políticamente de salida. Y si bien,
existe algún espacio para reemplazar subsidios por precios, en la provisión de
bienes públicos, su baja calidad y la enorme diferencia entre costos de
producción y los precios que hoy pagan los consumidores, achica también el margen
de maniobra en este rubro.
Queda sólo entonces, como se mencionaba, apelar a la
soberanía monetaria, emitiendo pesos y buscar algo de endeudamiento externo.
Pero en la medida que el déficit fiscal se transforme en un
exceso de oferta de pesos por parte del Banco Central, al final del día, se
usen las artimañas que se usen, ese exceso de pesos se canaliza a un incremento
de los precios, o a un incremento del precio del dólar blue, (el precio de la
lechuga dirían los hermanos bolivarianos) o a una pérdida de reservas.
Y el incremento de los precios, afecta el salario real, el
consumo y la recaudación (ya está cayendo en términos reales, salvo por los
impuestos al comercio exterior que se mueven con la devaluación), aumentando el
déficit y la necesidad de emitir.
Absorber ese exceso de pesos, para evitar que se produzca el
fenómeno comentado, implica una suba de la tasa de interés colocando deuda por
parte del Banco Central, o incrementando, el dinero que los bancos tienen que
inmovilizar y no prestar.
Pero el gobierno tampoco está dispuesto a una fuerte suba en
la tasa de interés.
Por lo tanto, lo que ha "inventado" como sustituto de la
política económica es un conjunto inconsistente de paliativos.
Uno es el esquema de "precios cuidados". Un subconjunto de
precios "descuidados" antes de ser cuidados, como para que aguanten unos meses
sin moverse, y como para que su aumento previo se "pierda" entre el viejo
índice de precios que medirá su estabilidad hasta diciembre. Y el nuevo índice
de precios que medirá su estabilidad "desde" enero. (Como el andén de la
estación de tren de los libros de Harry Potter, el aumento de los precios
cuidados se produjo en un mes "intermedio" entre el mes de diciembre de 2013 y
el mes de enero de 2014).
Con ese esquema se piensa "engañar el estómago" de las
negociaciones paritarias para moderarlas o para, al menos, dar lugar a
incrementos transitorios de suma fija, bonos, o algo que se le parezca.
Las reservas, por su parte, serán "dibujadas" con algún
financiamiento internacional de YPF, o la venta de bonos en dólares del ANSES o
del Banco Nación, anticipos de los exportadores o algún otro artilugio
financiero de corto plazo.
En síntesis, el gobierno sólo aspira a que la tasa de
inflación no se acelere, y las reservas aguanten hasta finales del 2015, como
para sostener el nivel de actividad, pagar los compromisos de deuda y dejar
"algo razonable" en la caja.
Como se ve, objetivos, demasiado modestos para el relato
épico de la revolución.
Al menos, la batalla del tomate ha sido ganada. La ensalada
está a salvo.