jueves 19 de diciembre de 2013, 14:08h
Esa es la metodología del reclamo. En todos los aspectos, es
la forma en que los actores sociales transitan sus demandas. Y es la forma en
que esta débil democracia resuelve sus problemas.
Desde la leche derramada en las rutas argentinas en el 2008
hasta los aumentos salariales de las Policías Provinciales, pasando por las
imposiciones mediáticas sistemáticas y los cortes de rutas y piquetes; es la
forma en que los argentinos expresan sus condicionamientos ante un Estado que
resuelve sus problemas a medias.
La crisis de representación demostrada en la Argentina con
el recambio de cinco Presidentes en diez días que desemboco en el cacerolazo y
el emblema colectivo "que se vayan todos", persiste hoy con el debilitamiento
de los canales de representación social y colectiva que antes ocupaban los
partidos políticos, los sindicatos y las instituciones democráticas.
Los partidos políticos, canales tradicionales de las
demandas colectivas, hoy limitan su actuación a los protagonismos electorales
que escasamente reflejan las aspiraciones de sus seguidores, y a mantener
discursos muy poco atractivos para la credibilidad de la ciudadanía. Casi
eliminaron sus estructuras internas de acción y construcción política,
reduciendo sus espacios de participación, y hasta eliminando a los actores
militantes del debate de las problemáticas sociales. Con diferencias
ideológicas imperceptibles entre ellos, especialmente en los partidos mas
tradicionales, que desdibujaron en el correr de los años sus bases doctrinarias
ante la necesidad de adaptarse al pragmatismo imperante y al espíritu de los
tiempos, tratando de absorber en sus fuentes al mas variado arco ideológico. Y
los nuevos partidos políticos, que solo simbolizan el vaivén de la clase
media argentina, especialmente
concentrada en los grandes centros urbanos, generando alianzas y sosteniendo
proyectos antagónicos de una elección a otra.
Los sindicatos mejoraron su fortaleza sistemica últimamente,
gracias a un formato institucional en el que las leyes de agremiación de
nuestro país facilitan la captación obligatoria de sus afiliados; y, por
supuesto, al poder político que les dio el
peronismo desde sus inicios. Pero comparten con los partidos políticos la baja
credibilidad de sus referentes, encorsetados en posturas dogmáticas, en muchos
casos reelegidos a perpetuidad por un sistema cerrado de participación que
genera privilegios sostenidos e inquebrantables dentro de las estructuras
sindicales.
Y las instituciones del Estado han sufrido la arbitrariedad
de sus conductores, con respuestas erráticas y coyunturales a las demandas
colectivas , que generaron una distorsión en la solución de los problemas. La
debilidad de los Poderes Judiciales provinciales es fruto del sistema de
selección de los Jueces y funcionarios, totalmente politizado, en los que el
merito y el desempeño son cuestiones sin peso relativo a la hora de evaluar las
designaciones. La baja representatividad de los Poderes Legislativos, donde las
listas sabanas y los sistemas electorales obsoletos privilegian el peso
estructural partidario, el anonimato de las candidaturas y las reelecciones
indefinidas. Y el éxito, o el fracaso de los Poderes Ejecutivos, que fortalecen
o debilitan a los Gobiernos en el cortísimo plazo de dos años, con
administraciones y modelos constitucionales pasados de moda, con escasa
planificación de sus políticas publicas, y una dependencia casi absoluta del
Gobierno central.
En este marco, los nuevos movimientos sociales se
transformaron en los últimos años en las vedettes del sistema político, con
metodologías violentas y clientelares, son los dueños de las demandas sociales.
Usurpadores de los espacios de representación tradicionales o legítimos
canalizadores de las demandas populares, lo cierto es que desvirtuaron los
esquemas de negociación y acuerdo del Estado, en todos sus niveles, con la
sociedad.
Que estructuras tan verticalistas como las fuerzas de
seguridad hayan adoptado la metodología del chantaje y la extorsión,
típificaciones delictivas, muestra la extrema debilidad del sistema político.
Observamos como el Estado se quedó sin la prerrogativa
inalienable de su poder de policía por
unas horas y la anarquía desbordo en las calles como lava ardiente que emana de
volcanes subterráneos; en forma de saqueos, robos y enfrentamientos civiles
masivos.
El Estado se quedó sin armas de negociación, ante la violencia
generalizada no pudo más que preservar la vida de las personas, renunciando a
su autoridad una vez más.
Y como una bola de nieve, esta actitud le quito aún más
poder, autoridad y representación.
Las estructuras sociales tradicionales están totalmente
deterioradas; la familia, el sistema educativo, la religión, la condena social
hoy forman parte de un modelo en transición, entre lo que fue y lo que será.
Ninguno de estos espacios alcanza para albergar y contener un sistema ético y
moral que dirija a algunos sectores sociales que hoy no se sienten contenidos
en ningún ámbito.
Esas personas son las que no creen en nada, las que saben
que hagan lo que hagan no habrá condena, que viven el día a día sin
perspectivas de futuro, que encontraron en el quiebre de las normas
establecidas la única manera de hacer realidad sus demandas individuales.
Son los que saben que con el corte de ruta es la única
manera de llamar la atención. Son los que con el piquete logran que alguien los
atienda. Son los que con las tomas de tierras consiguieron su terreno tras años
de espera. Son los que usurpando viviendas lograron tener lo que el Estado no
supo darles dignamente. Son los que quemando gomas resuelven sus demandas
salariales. Son los que terminaron rompiendo todo y saqueando los comercios
solo porque la policía no estaba.
Y del otro lado están los que siguen cumpliendo las reglas,
los que pagan los impuestos, los que no esperan mucho del Estado salvo que
mantenga el orden, los que trabajan y dan trabajo, los que estudian, los que
invierten en este país; en definitiva, los que se van de vacaciones y cambian
el auto cada dos años. Esos son los que por estos días salieron a buscar armas
y palos y hachas y gas paralizante para defenderse. Esos son los que nunca
pensaron en matar a alguien y sin embargo las circunstancias los encontraron
enfrentados a sus instintos de preservación, no de sus vidas, sino de sus
bienes. Esos son personas que vimos con furia parados frente a sus negocios y
casas, armados con lo que encontraron, dispuestos a defenderse de sus propios compatriotas.
Y en el medio, toda clase de intereses contrapuestos. Y los
tradicionales factores de poder de la Argentina, llevando agua para su molino.
Especulando, para variar, sin importarles ni medir las consecuencias. Esos son
los que piensan: "nosotros nunca perdemos, solo dejamos de ganar". Y en ese
juego perverso que ellos juegan, todos somos marionetas en una obra en la que
nadie sabe el argumento, ni el desenlace. Porque donde muchos pierden, siempre
algunos ganan.
Que triste país, que triste democracia. Que pobres que
somos, todos pobres seres humanos. Algunos enfrentados a las miserias
materiales, todos enfrentados a las miserias humanas. Algunos asumiendo el
dilema moral de la supervivencia individual sobre la construcción colectiva,
otros sin el menor peso ético sobre sus actos. Muchos actuando
irresponsablemente ante la posibilidad del anonimato de la masa, otros obrando
intuitivamente ante la brutalidad y
violencia colectivas. La minoría sorprendidos, por los demás y por ellos
mismos; la mayoría, asustados y muertos del miedo ante la incertidumbre y el
desasosiego.
Y del chantaje y la extorsión, fuimos en un solo paso, a la
destrucción y a la muerte.
No es correcto festejar los 30 años de democracia negando la
realidad. No es correcto invisibilizar los más de 12 muertos en una semana. No
es correcto negar la realidad. Sería mucho más sano aceptarla. Es la única
manera de empezar a entenderla, y a modificarla.
Muchos dijeron esta semana que somos una "democracia en
pañales". Yo diría que todavía estamos en la sala de neonatología. Sin dudas la
democracia nació para quedarse, no toleraremos regimenes autoritarios, ni
militares ni de ningún tipo. Pero sin dudas también, la representación popular
todavía no es el reflejo de nuestra sociedad, porque los canales que
tradicionalmente reflejaron esa representación hoy están en crisis. Como está
en crisis nuestra sociedad, que aún no madura en un sistema en el que el
secreto es que el derecho de uno termina donde empiezan los derechos de los
demás.
Ciertamente, tenemos mucho para honrar en estos 30 años;
enumerar los logros seria larguísimo e innecesario; en definitiva, cada uno de
nosotros sabe lo importante que es vivir en libertad.
Y tenemos mucho que construir todavía para que podamos
empezar a crecer y ponernos los "pantalones largos". Y allí esta la
responsabilidad de las Instituciones del Estado, de redefinirse y legitimarse
con el poder que les confiere la Constitución Nacional y la voluntad popular.
La responsabilidad de los partidos políticos y los sindicatos de redefinirse y
volver a ser los verdaderos representantes de las demandas sociales. La
responsabilidad de los Movimientos Sociales de encauzar su participación según
las reglas del sistema político. La responsabilidad de los factores de poder de
entender que cuando ganan todos, ellos también pueden ganar, pero en el largo
plazo. La responsabilidad de cada uno de nosotros de mirarnos al espejo y
decirnos, sinceramente, como hacemos y que aportamos para que cada día
construyamos un país en el que valga la pena vivir...y morir.