lunes 14 de octubre de 2013, 23:29h
Hablábamos días atrás del futuro que avizoramos para la
Argentina en los próximos años. Y nos ha alegrado leer a diversos analistas -no
ya simples observadores, como nosotros- afirmando que el auge que están
mostrando los mercados responde a similar optimismo: la convicción que este
ciclo político se termina.
Desde esta columna hemos transmitido nuestra visión del
cambio de clima que se instalará crecientemente a medida que se acerque el fin
del kirchnerismo. "Lo que vendrá", se titulaba nuestra columna de
hace algunas semanas, que algunos pensaron demasiado optimista.
Quien escribe no es necio y también sabe que faltan aún dos
años hasta el 2015 y deberemos atravesar una transición traumática. Pero lo que
hay después de esa transición será el inicio de una nueva "etapa
larga", virtuosa y dinámica, que ubicará a la Argentina en la escena del
mundo haciendo honor a su mejor historia.
¿Quien vendrá?
Se avizora un país plural, con el poder compartido -o
distribuido- en un colorido que ya supimos tener, en tiempos añorados. Viene a
la memoria la época de Arturo Illia y del propio Alfonsín, con presidencia,
gobernaciones e Intendencias administradas por dirigentes de distintos
partidos, conviviendo en un trabajo proficuo.
Cualquiera sea el presidente, más progresista o más
moderado, más antiguo o más moderno, no será un loquito. Binner, Cobos, Macri,
Massa, Sanz o Scioli, los que se pueden ver hoy en la recta definitiva, podrían
presidir sin grandes diferencias un país tolerante. Si alguien nuevo surge, el
requisito que le exigirán los argentinos será sin dudas capacidad de diálogo y
respeto a las formas republicanas.
Atrás quedarán prepotencias, berrinches y caprichos cuyas
consecuencias terminan golpeando a todos. Y por delante, millones de
compatriotas confiados en que su trabajo vale, que sus ahorros no son
esquilmados por la arbitrariedad ni disueltos por la inflación y que la
decencia paga.
Algunos amigos -rigurosos y sensatos- seguramente matizarían
este optimismo, porque la herencia será pesada. Pero los invito a levantar aún
más sus miradas. Los argentinos nos encendemos frente a los momentos
dramáticos, como los que vendrán antes del futuro que imaginamos. Hemos salido
de peores situaciones que ésta. No nos asustamos.
Si algo nos ha enseñado nuestra historia es que divididos,
nos caemos, pero que unidos, no nos para nadie. Y los tiempos que vienen están
abonando un camino de unidad.
Cualquiera puede imaginar un diálogo patriótico entre todos
los nombrados más arriba, con cualquiera de ellos presidiendo el país. Esa es
una creación de la propia democracia de los argentinos. Esos mismos argentinos
que no han promovido a ningún eventual relevo que arrastre el sectarismo de
estos tiempos.
Tengamos en nuestra imaginación ese país dinámico y libre,
respetuoso y pacífico, orgulloso de sus gestas y constructor de su convivencia
con solidaridad y respeto a la ley.
No habrá tiempo para demasiados reproches ante la urgencia
de volver a juntar reservas, reconstruir lo destruido,volver a mirar al
horizonte y retomar la marcha.
Porque estaremos trabajando de nuevo por un país plural,
abierto al mundo en la búsqueda de su destino y apoyado en la capacidad
creadora de su gente honesta, que es abrumadoramente mayoritaria.
Ricardo Lafferriere