lunes 16 de septiembre de 2013, 08:04h
En la semana que pasó, la mayoría de los diputados y
senadores nacionales votaron un aumento del Impuesto a las Ganancias, al gravar
los dividendos que reparten las empresas,
con el objetivo de financiar, parcialmente, la exención del pago del
impuesto a las ganancias de aquéllos trabajadores que ganan menos de 15000
pesos junto con una modificación en la escala de deducciones para quienes ganan
entre 15000 y 25000 pesos.
En principio, podíamos argumentar que se trata de una medida
"progre": se le sube el impuesto a las empresas o a sus accionistas, para
reducirle el impuesto a un grupo, de asalariados.
Pero, muchas veces, cuando se trata de redistribuir, nada es
lo que parece.
En primer lugar, como reconoció el propio gobierno, la
recaudación del impuesto creado no alcanza para cubrir la reducción de ingresos
fiscales, derivada del cambio impositivo sobre los salarios.
El resto, según el discurso oficial, será cubierto con un
"esfuerzo del Estado" que, dado que no se anunció la reducción de ningún gasto,
dicho esfuerzo consiste, dicho en castellano básico, en más déficit fiscal, más emisión de pesos
del Banco Central y, eventualmente, más inflación.
En otras palabras, para aumentarle el salario al 10% de los
trabajadores, se incrementa no sólo el impuesto a las ganancias de las
empresas, si no que también, se incrementa el impuesto inflacionario que
pagamos todos, incluyendo a los trabajadores.
En segundo lugar, según un trabajo del Consejo Profesional
de Ciencias Económicas porteño, la alícuota del impuesto a las ganancias
corporativas en la región, bajó de un
38% promedio en la década del 90, a un 24% actual.
En la Argentina, con la reforma votada, la alícuota pasa del
35% al 41,5%. Pero, como además, no se ajustan los balances por inflación, la
alícuota efectiva, en muchos casos, supera el 50%.
En otras palabras, la tasa del impuesto a las ganancias de
las empresas es, en la Argentina, al menos el doble que el promedio regional.
En tercer lugar, en
nuestro país, el costo del capital, medido en dólares, es cuatro veces superior
al de la región y no se consigue
financiamiento de largo plazo en general, salvo el acceso a líneas especiales
promocionales y racionadas.
Algunos insumos críticos, en particular la energía, son
relativamente más baratos, pero están sujetos a una oferta aleatoria. (El
servicio se interrumpe cuando hace mucho calor o mucho frío, para atender la
demanda de los hogares).
La infraestructura está deteriorada.
Las decisiones empresarias dependen del capricho de un funcionario
que decide, telefónicamente, precios, cupos de importaciones, cupos de
exportaciones, el valor del dólar, etc.
En síntesis, la competitividad ha estado bajando
fuertemente. (Sólo en el último año caímos 10 lugares, pasando del ya bajo
puesto 94, al 104, en el ranking del World Economic Forum de 143 países,
superando, en la región, nada más que a Venezuela).
Por lo tanto, para que una empresa que opera en la Argentina
gane, después de impuestos, lo mismo que ganaría en otros países de la región,
haciendo la misma actividad, dado que todo lo demás es más caro, más
burocrático o no se consigue, su única variable de "ajuste" es el trabajo.
Dicho de otra manera, siendo el costo del capital, la
competitividad, y el impuesto a las ganancias, los más caros de la región, la
única alternativa que tienen las empresas para ganar lo mismo que en la región
es que el salario sea más bajo que en la región.
Pero sucede que, gracias al cuasi pleno empleo, la presión
sindical y del gobierno, y el atraso cambiario,
los salarios no son los más baratos de la región. Al contrario, el costo
laboral en dólares de la Argentina está entre los más altos.
¿Y entonces?. Entonces, las empresas ya no invierten, ni
demandan trabajo. Y su valor, respecto de similares en la región es muy
inferior.
Por lo tanto, lejos de "ayudar" a los trabajadores, al
aumentar aún más la alícuota del impuesto a las ganancias de las empresas, los
diputados y senadores de la Nación, votaron un freno mayor del empleo y la
inversión y, a la larga, votaron una baja de salarios, para "ajustar" la tasa
de ganancia local a la global.
Baja que se dará, o bien a través de una caída más fuerte
del salario real, o con una reducción más brusca, del atraso cambiario.
Como hubiera dicho un amigo mío, "por favor, no nos ayuden
más".