Algunas zonceras electorales
miércoles 17 de julio de 2013, 14:59h
A pocos días del inicio de la campaña electoral, la
estrategia de la oposición consiste en disociar la construcción del "candidato"
de los objetivos políticos verdaderamente perseguidos. Para ello, se vale de
viejas y nuevas zonceras instaladas en esta última década.
En estos días, el marketing político al que apela buena
parte de la oposición pretende resolver el siguiente dilema: cómo ser
anti-kirchnerista sin presentarse como tal. La apuesta consiste no solo en
posicionar al candidato que vendría a representar esta "alternativa", sino en
algo un poco más ambicioso: que buena parte del electorado, entendido
crudamente como "mercado político", se sienta gratificado ocupando ese lugar
simbólico.
¿Por qué un anti-kirchnerismo que no luzca como tal? En gran
medida, está visto que el anti-kirchnerismo requiere de importantes esfuerzos:
estar alerta al "último momento" de TN, asegurarse de no derrapar ante un
informe de Lanata, mantener un malhumor constante racionalizado como
"compromiso con las instituciones de la República" y otros ejercicios no del
todo agradables, como por ejemplo, sostener que la Asignación Universal por
Hijo es un "subsidio a la vagancia". En fin, ser anti-kirchnerista ya no es
"cool" y más si ello garantiza, como hasta el día de hoy, una derrota
electoral.
Por este motivo, y siguiendo las nuevas tácticas del
marketing político, algunos candidatos de la oposición dan muestras de este
cambio. "Hay cosas que se hicieron bien", dice la candidata del Frente
Renovador, Mirta Tundis; "me aburre la discusión
kirchnerismo-antikirchnerismo", acaba de decir, ni más ni menos, que el propio
Mauricio Macri; "Massa es la tercera posición" sugieren incluso algunos
analistas cercanos al kirchnerismo. Frente a la casi sartreana, por lo
exigente, consigna kirchnerista ("gobernar es elegir"), la oposición, desde el
punto de vista de su marketing, busca ahora instalarse como "tercerista" (en la
saga de la estrategia que alguna vez intentó llevar a cabo Hermes Binner).
Así, al tiempo que busca quebrar las alianzas territoriales
construidas por el kirchnerismo, la oposición intenta televisivamente desmontar
ciertos tópicos que hacen posible, según su propio diagnóstico, la
identificación en términos de kirchnerismo o anti-kirchnerismo para de ese modo
construir un "elector" que se sienta "libre" y "gratificado" por haberse
liberado de la famosa "polarización".
Para ello, debe valerse de viejas y nuevas zonceras. La
primera gran zoncera, con una larga historia en estos diez años, dice más o
menos lo siguiente: "La sociedad argentina es armónica y pacífica; si hay
conflicto, es porque el kirchnerismo la ha crispado". Esta zoncera es falsa por
dos razones: una, muy evidente, es la imagen misma de una sociedad argentina "naturalmente"
pacífica: basta con recorrer los conflictos que se han presentado en las
últimas dos semanas, tanto en el plano interno como en el externo, para
desmentirlo. Pero también es falsa porque no da cuenta de cómo el kirchnerismo,
que reconoce que la política supone la asunción del conflicto, ha logrado
componer y articular políticas públicas estables a lo largo de ¡diez años de
gobierno! Y con ello, ha asegurado el gobierno de la conflictividad social.
Pese a ello, la oposición al kirchnerismo, la oposición que
ahora no quiere lucir como tal, intenta convencer al electorado de que todos
somos parte de una confraterna asociación llamada Argentina, que la política
debe atenerse a respetar y saber administrar, ya que, como dijo José Ignacio de
Mendiguren, "el campo es amigo de la industria" y como dijo Darío Giustozzi,
hay que cuidar que "los ciclos que se inician como fundacionales no terminen en
tragedia". El precio político de esta mirada estilizada del presente y de la
historia argentina es alto: frente al desabastecimiento del trigo o la
detención de Evo Morales, temas conflictivos por excelencia, la única respuesta
posible, desde estas coordenadas marketineras, fue el silencio rotundo.
Evidentemente, no había nada para decir al respecto.
La segunda gran zoncera instalada es que, en este escenario
político, hay una tercera posición. El punto es que las posiciones se
establecen en relación con las distinciones políticas decisivas. Desde este
punto de vista, la oposición se define a partir de lo que según su diagnóstico
está en juego en estas elecciones: la reelección de Cristina Fernández. En este
tema, tomando en cuenta los titulares de medios hegemónicos, algunas
expresiones e incluso los teatrales compromisos que se pretenden asumir ante
escribanías y ONGs, no hay ni una tercera posición ni una opción alternativa,
ya que todos se posicionan en un único lugar: rechazar una reforma que ni
siquiera ha sido propuesta por el oficialismo.
Una variante de esta zoncera es la que afirma que hay que
convertir en ley las conquistas sociales, para que no dependan de ningún
gobierno y de ese modo triunfe el funcionamiento de las instituciones. El caso
más emblemático que hoy reúne a casi todo el arco opositor es el de la AUH.
Pues bien, más allá de la "burrada", puesto que la AUH ya tiene rango
de ley, la zoncera que subsiste a este argumento es que las conquistas sociales
consagradas en leyes e instituciones son independientes de las fuerzas
políticas y sociales que están dispuestas a sostenerlas (esta mirada institucionalista
es congruente, por lo ingenua, con la imagen de una sociedad que se gobierna
sola en la medida en que se sustrae de la crispación política). Pues bien, la
historia argentina atestigua lo contrario e incluso más: hay reformas que en la
actualidad tienen rango de leyes, son apoyadas por el gobierno y las mayorías,
recorrieron un largo trecho para su institucionalización y, sin embargo, aún no
rigen en su totalidad. La Ley de Servicios Audiovisuales es sólo una de ellas.
Si, por el contrario, se pretendiera elevar a rango
constitucional la AUH, ello sí representaría algo así como una "tercera
posición", porque se estaría demostrando que además de buscar institucionalizar
las conquistas sociales, se posee la vocación política de construir una fuerza
capaz de sostener "lo que se hizo bien", independientemente de los "gobiernos
de turno". Sin embargo, la oposición se limita, según promete ante escribanías
y ONGs, a manifestar su desacuerdo con la Reforma pero no a ir a fondo con la
institucionalización de las conquistas. En consecuencia, lo que se propone o
bien es vacuo (elevar a ley lo que ya tiene ese rango) o bien pretende evadir
las transformaciones reales, pero de ningún modo persigue una tercera posición.
Por otra parte, desde el punto de vista político-económico,
los problemas señalados -inflación, control de venta de divisas- no son
acompañados por propuestas para modificar esos problemas; lo que cabe es
inferir, sobre la base de las trayectorias previas, qué medidas se tomarían en
caso de alcanzar el gobierno. Las respuestas tampoco son novedosas: devaluación
y/o endeudamiento. Como ninguna de estas medidas resulta acorde al modelo de
inclusión social que ha sostenido el kirchnerismo, entonces nuevamente nos
encontramos aquí con que no existe una tercera posición.
En conclusión, como no se quiere profundizar en cuestiones
estructurales, lo que se presenta como tercera posición es en realidad un
intento de "municipalizar" problemas que son de envergadura nacional. Así, la
discusión acerca de la Reforma de la Justicia queda reducida a la
descentralización de las fiscalías y a las cámaras de seguridad.
La "madre" de estas zonceras no es sólo otra "zoncera", es
también una ilusión: la ilusión de que el ciclo del kirchnerismo está terminado
y que, en las elecciones venideras, se discute qué vendrá el día después de
Cristina. Se trata de una ilusión que viene desde hace muchos años, cuando se
empleaba el "concepto" del "post-kirchnerismo". Lo mejor que le puede pasar al
campo nacional y popular es que ahora, como antes, la oposición se crea esta
vieja zoncera.