La triste historia de un disparate y muchas torpezas
sábado 06 de julio de 2013, 19:33h
Al final, la cosa acabó estallando. No podía ser de otra
manera, a la vista de la serie de despropósitos, torpezas, mentiras y medias
verdades con los que se ha manejado el
'caso Snowden', que ha acabado enemistando a buena parte de los países
latinoamericanos con los Estados Unidos y con algunos países europeos -España
entre ellos--, pero también a Europa con la Administración de Barack Obama, que
ha visto esfumarse de golpe casi toda la popularidad adquirida en su primer
mandato. El disparate ha sido el de Obama centrando toda su artillería
diplomática -que no es poca- y todo el rigor de 'sus' jueces contra dos
hombres, Julian Assange, fundador de Wikileaks, y Edward Snowden, un antiguo
colaborador de la CIA que, como Assange, ha revelado bastantes cosas 'non
gratas' sobre escuchas, controles ilegales y acciones irregulares llevados a
cabo por la nación más poderosa del mundo.
Por su parte, las torpezas las han practicado, y no poco,
los gobiernos de Suecia -el país que acusó con pruebas más que dudosas a
Assange como presunto violador--, Austria, Portugal, Italia, Francia...y
seguramente España. Pasando por Gran Bretaña y Alemania, donde se ha aceptado
casi oficiosamente que ellos también espían a rivales no políticos, sino
comerciales.
Todo un conflicto internacional a causa de un hombre,
Snowden, cuya buena fe hay que presumir, y que creyó que su deber consistía en
divulgar los manejos sucios de ese país más poderoso del orbe. Y, al final, un
'ejército' de solo tres personas, Assange, Snowden y, si usted quiere, el
infortunado soldado Manning, acusados de alta traición por Washington, han
puesto en jaque muchos años de relaciones internacionales y, desde luego, se
han convertido en el quebradero de cabeza principal para el inquilino del
despacho oval de la Casa Blanca.
No resulta demasiado extraño que algunos presidentes
latinoamericanos hayan apoyado a su colega boliviano, Evo Morales, en su
indignación por no haber podido aterrizar con su avión presidencial en cuatro
países europeos, que creyeron la historia, fabricada al parecer por la CIA,
según la cual a bordo viajaba clandestinamente Snowden. El propio embajador
español en Viena se encargó de poner la nota chusca al solicitar a Morales que
le invitase a un café en el avión, para así comprobar que el personaje ahora
más buscado de la tierra no se hallaba en el aparato. No hubo, claro está,
convite.
La diplomacia europea, tan inane, tan presionada por el gran
aliado al otro lado del charco, no ha sabido manejar el asunto y ha dado alas a
los del 'frente Alba' (Alianza Bolivariana para los Pueblos de América) y,
sobre todo, a su líder, el venezolano Nicolás Maduro, para abrir un nuevo
frente contra el 'vecino del norte' y, de paso, contra varios países de la UE
en general y contra España en particular: hay que decir que Maduro mostró
pésima educación y aún más desprecio hacia las normas diplomáticas que su
antecesor, Hugo Chávez, al referirse a Mariano Rajoy y al Gobierno español casi
como narcotraficantes y ladrones. Por menos que eso se han roto relaciones
diplomáticas, algo que, desde luego, conviene poco a un Ejecutivo, el de Rajoy,
que intenta por todos los medios quitar tensión al lamentable 'affaire'.
Pero desde ya se puede decir que habrá consecuencias: la
primera, la invitación formal de Maduro a Snowden para recibir asilo
'humanitario' en Venezuela, lo que abre un foso aún más profundo en las
relaciones Caracas-Washington. La segunda, que los países del Alba, entre los
que se encuentran la propia Venezuela, Bolivia, Ecuador, Cuba y Nicaragua,
además de otros Estados menores, no acudirán a la 'cumbre' iberoamericana de
octubre en Panamá, lo que es un nuevo revés diplomático para España, que sabe
que tampoco estará presente la belicosa Cristina Fernández de Kirchner, entre
otras ausencias previsibles. La pérdida de influencia de España en los países
que descubrió, colonizó y con los que, muchos más tarde, inició una cooperación
efectiva, ha sido demasiado grande y demasiado rápida.
Pienso que España, aun esforzándose por mantener las formas
con todos, poco podía hacer ante las presiones norteamericanas no solo para que
se deniegue el asilo a ese Snowden a quien nadie encuentra en su presunto
'refugio' del aeropuerto de Moscú, sino incluso para no dar 'asilo' tampoco al
avión de Morales, cosa que, por cierto, sí se hizo inicialmente en Canarias.
El ministro español de Exteriores, José Manuel García
Margallo, trata ahora de mantener la cabeza por encima de las aguas, que vienen
bravas, preguntándose en público por las razones de la indignación
latinoamericana. La diplomacia europea, tan deficientemente gestionada por la
baronesa Ashton, intenta ahora mantener su dignidad y no aparecer como recadera
de Washington. Los Estados Unidos buscan desviar la atención centrando su
actuación en la seguridad del mundo mundial. El infumable Maduro aprovecha para
alzarse como cabeza de la América Latina 'contestataria'... Y el resultado ha
sido un empeoramiento de las relaciones internacionales, una mayor desconfianza
hacia la Administración de ese hasta recientemente admirado Barack Obama y,
aquí en casa, un varapalo para España, que difícilmente podrá reivindicar ahora
su papel de interlocutor entre las dos orillas del Atlántico. Sin contar con la
indignación del común de los ciudadanos ante la patente injusticia que
significa esta persecución del 'establishment' por tierra, mar y aire a un
hombre cuyas acusaciones no han podido ser desmentidas.
Lo dicho: un auténtico dislate, vamos.