¿Roma no paga a traidores?

La primera crisis de Gobierno de la legislatura en la Comunidad de Madrid, comunicada con nocturnidad y sorpresa, se ha saldado con cinco consejeros fuera del Ejecutivo autonómico. Y la lectura inmediata de muchos ha sido achacar las marchas a supuestas rencillas internas, a los deseos de la presidenta Aguirre de vengarse por posibles “traiciones”  y a otras razones más relacionadas con las vísceras que con el intelecto. Poco conocen a Aguirre quienes piensan que este cambio de Gobierno es sólo causado por una pataleta, o porque alguien haya pensado que “Roma no paga a traidores”.

Al entorno más cercano de la presidenta puede que no le hayan gustado determinados nombramientos, o que le hayan parecido más o menos adecuadas las personas elegidas por el recién electo presidente nacional del PP, Mariano Rajoy, para acompañarle en la organización del partido. Es muy probable que, aprovechando una necesaria remodelación –de la que había rumores desde hacía semanas- se haya aprovechado para “pasar factura”. Pero otros motivos también han ayudado; entre ellos, el deseo de la presidenta Aguirre de, en coherencia con su propuesta reciente de congelar los salarios de los altos cargos para reducir el gasto público, hacer más reducida la estructura de su Gobierno, aligerarlo o “adelgazarlo”, como ha sido la fórmula oficial elegida para dar las explicaciones.

En los pasillos del congreso popular valenciano, este pasado fin de semana, corrían las especulaciones sobre ese alguien que, desde dentro del equipo de Aguirre, podría haber estado pasando información al “enemigo” –es decir, el que se sienta al lado en el partido-. El nombre coincidía con el de una de las personas ahora cesadas. Pero eso no significa que la crisis se haya debido a una venganza; si acaso, se ha aprovechado el río revuelto. En mi modesta opinión, Esperanza Aguirre tiene demasiadas tablas, inteligencia y picardía como para actuar a golpe de “calentón”.

Mientras la oposición aprovechaba para criticar – en su labor, más o menos acertada según la ocasión-, en el Gobierno municipal se apresuraban a desmentir los rumores sobre que serían ellos quienes recogieran, por indicación de Rajoy, a los “desheredados”.