Panamá debe mantenerse neutral en el conflicto

El canciller panameño, Samuel Lewis, se mantuvo neutral ante el conflicto que generó la incursión del ejército colombiano en territorio de Ecuador, donde atacó a un comando guerrillero de las Fuerzas Revolucionarias de Colombia (FARC). En el ataque murió Raúl Reyes, del secretariado de las FARC. Lewis solamente dijo que hay que buscarle una solución al conflicto, sin evaluar la actitud de Venezuela, Ecuador o Colombia. Pero Lewis sí dijo estar pensando en una manera de reducir la temperatura del conflicto, para que no desencadene una guerra entre hermanos.  

Durante el siglo XIX y XX los países suramericanos han estado buscando las bases de una unidad que les permita explotar sus recursos, salir de la pobreza y funcionar como una Comunidad. Casi a punto de lograrlo, desde que los partidos de centro izquierda llegaron al poder en varios países y tomaron una posición frente a la deuda externa y a la explotación extranjera de sus recursos, se desata ahora este conflicto que podría, de no ser solucionado, infestar al resto del Cono Sur. En ese río revuelto ganarían las transnacionales y la urgencia de Estados Unidos de consolidar su poder sobre Latinoamérica, cuando debe empezar a retirarse de sus intereses en ultramar.  

Panamá no es parte ajena de la realidad latinoamericana. Aunque se distingue del resto por una economía dolarizada y la inyección que espera recibir con la ampliación del Canal y la creación de un cluster en ambas riberas de la ruta interoceánica, es definitivamente un país del conjunto regional, que aspira a salir de su pobreza igual que los demás. Su posición ante el conflicto puede ser crucial, si apoya una salida que considere los intereses latinoamericanos sobre otros continentales.  

Como el diablo sabe más por viejo que por diablo, uno tiene que considerar todas las razones del conflicto, aunque venga disfrazado de cualquier cosa. Latinoamérica sigue en la mira imperial porque es rica en recursos, de los cuales los de su biodiversidad e hídricos son hoy de vital importancia; el mayor enemigo del progreso regional es la división. ¿A quién le interesará que permanezcamos como naciones atomizadas, frente a la posibilidad de comportarnos como una sola comunidad de intereses y culturas similares?