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El boliche de Pérez Gundín

El boliche de Pérez Gundín

Por Manuel Suárez Suárez
lunes 25 de marzo de 2024, 16:50h

Alrededor de los años 1860-1870 en las capitales de la República Argentina y de la República Oriental del Uruguay comenzó la gestación de una danza (el tango) que hoy es una de sus más reconocidas marcas de identidad. En la proximidad de los puestos militares que allí se denominan los “cuarteles de los milicos” había casas en las que se bailaban valses, mazurcas y chotis. En los descansos de la pequeña orquesta, tiene lugar la participación de unos cantantes llamados milongueros que vienen de los arrabales de las ciudades y cantan canciones improvisadas que son las que mantienen vivo el patrimonio del mundo rural. Los asistentes al baile decían que iban “a la milonga” para bailar con las chinas, aquello significaba la entrada de lo rural en el mundo urbano porque la milonga era la seña de identidad de los trovadores del campo, es decir, los payadores.

En las zonas portuarias de Buenos Aires, Montevideo y Rosario eran habituales los establecimientos donde los marineros extranjeros hacían demostraciones de sus bailes. Así fue que los marinos del Caribe dejaron en los muelles rioplatenses las habaneras que era una danza con mucha carga erótica ya que en su coreografía se incluían cortes y quebradas. No ofrece duda alguna que los movimientos son de raíz africana ---también muy presentes en el candombe--- y por lo tanto eran desconocidos en los bailes de las chinas cuarteleras.

El investigador uruguayo Vicente Rossi describe con precisión el ambiente de las academias o salones de baile públicos que surgen en Montevideo como consecuencia de la rápida popularidad que alcanza la milonga-danza que es una milonga bailada. Rossi menciona un local llamado “San Felipe” que incluía en el cartel de su puerta el subtítulo de Academia de Baile que fue luego la denominación general para este tipo de salones en los que se bailaba la milonga. En su libro Cosas de Negros (1926) expresa lo siguiente: no son cosa antigua las ‘academias’; la última, la San Felipe se clausuró en 1899. Viven pues muchos que la conocieron sin sospechar que allí se incubaba el famoso Tango, entre mujeres de la peor facha, compadraje profesional temible y ambiente espeso de humo, polvo y tufo alcohólico. Sobre las orquestas decía que solían componerse de media docena de musicantes, generalmente criollos y virtuosos del oído; los más inspirados componían los bailables que habían de acreditar el local. Los instrumentos eran en su mayoría de viento y no se utilizaba el acordeón que era utilizado en los bailes del campo. Hay que subrayar que el acordeón era muy habitual en Buenos Aires por la enorme presencia de emigrantes italianos y fue, antes de la llegada del bandoneón, el instrumento que abrió el camino para que el tango se vuelva llorón.

En Buenos Aires, hubo unos lugares llamados peringundín o piringundín en los que creciendo el naciente tango. La voz peringundín es motivo de debate y no hay acuerdo entre los investigadores del tango. Para algunos el origen es genovés y para otros es francés (de una danza del Périgord: la périgordine) y están los que encuentran su cuna en las orillas porteñas del Riachuelo. Estoy de acuerdo con estos últimos que mencionan que allí tocaban la guitarra y el acordeón dos marineros apellidados Piris (paraguayo) y Gundín (brasileño). Si bien es cierto que no hay que ir a Europa para determinar el nombre de un boliche de la orilla porteña no veo que el apellido Piris sea paraguayo (allí el guaraní es idioma oficial) y tampoco Gundín es brasileño ya que es un apellido gallego que según los expertos filológicos es de origen toponímico. Mi propuesta es que la solución está en Galicia y que estamos delante de un neologismo de indudable génesis gallega al provenir de la unión de los dos apellidos de un emigrante gallego. Son varios los historiadores que indican tener constancia de que en la orilla del río, en un lugar llamado Las Tres Bocas del Riachuelo, hubo desde el año 1873 un pequeño y sencillo galpón de madera que ofrecía los servicios de un boliche (un galleguismo en el lenguaje popular rioplatense) en el que se vendía vino y pescado frito y chorizos asados. Se dice que un tano llamado Augusto fue su primer propietario y que luego pasó a José Pérez Gundín. Es evidente que con este nombre tenemos a un gayego que se hace cargo del traspaso del local comercial. Así es que por la fama que adquieren los bailes del boliche (supongo que por iniciativa del nuevo propietario) que carecía de nombre rotulado en el exterior, se lo identifica por los apellidos del propietario.

Un emigrante gallego es pionero al fundar uno de los más conocidos lugares, iniciáticos, de baile de tango en la capital argentina. Es bien sabido que los boliches fueron un sector comercial con abundante presencia gallega y por lo tanto nuestra emigración está muy presente en el nacimiento del tango. El bolichero Pérez Gundín (no tengo información biográfica) le otorga la partida de bautismo a un lugar en el que se dan los primeros pasos de una danza que luego será conocida en todo el mundo.

Laura deslumbraba, ciertamente, cuando aparecía. Se mostraba de pollera larga y estrecha, con algo de cola, cubierta con lujosa matinée, especie de casaca suelta, llena de encajes y de cintas que aparecían y desaparecían bajo el fino entredós. Su casa era lujosa. La sala ---escenario de los bailes famosos--- lucía sus grandes espejos, sus altos jarrones, sus cuadros y decorados” León Benarós

Los más famosos peringundines de Buenos Aires, con selecta clientela, fueron dos locales que se conocían por el nombre de su propietaria: el de Laura (Laurentina Montserrat) en la calle Paraguay, 2512 y el de María La Vasca (María Rangola) en la calle Carlos Calvo, 2721. Otros, de menor categoría, eran los de la Gringa Adela, de la Vieja Eustaquia, de la China Rosa, de la Gorda Esther, de la Turca Leonor y de la Gayega Julia (no tengo información sobre ella).

Manuel Suárez Suárez

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