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Fetiches, stand up y cucos norteamericanos

Fetiches, stand up y cucos norteamericanos

Por Federico Vázquez
martes 05 de mayo de 2015, 15:27h
El año próximo habrá elecciones presidenciales en Estados Unidos. ¿Cómo se presenta la disputa por el poder político después de los ocho años de gobierno de Obama? El lobby del dinero, la agenda progresista y una "grieta" inédita en la política exterior marcan el pulso del debate al interior de la principal potencia mundial.
 
Es conocido el fetiche norteamericano por sus instituciones políticas. Basta con ver la pomposidad de Hollywood a la hora de mostrar incansablemente la bandera de las barras y las estrellas en sus películas o el absurdo de convertir a los Presidentes en superhéroes todopoderosos, sin que haya un ápice de cinismo en el retrato.
 
Esa reverencia casi religiosa a las instituciones políticas hace que, en general, en Estados Unidos la lucha de intereses aparezca subterránea, escondida en los grandes consensos del "american way of life".
 
Sin embargo, el fin de semana pasado, Obama salió del libreto y dijo algunas crudas verdades sobre el sistema político de su país. El marco explica que haya sido posible: no fue en un discurso sobre el Estado de la Unión en el Capitolio sino un stand up protagonizado por el mismo Obama, en la cena anual para los corresponsales periodísticos que trabajan en la Casa Blanca. La verdad, dibujada en un paso de comedia, siempre es más digerible.
 
"Pronto se celebrará la primera contienda presidencial y, por mi parte, no puedo esperar a ver a quién escogen los hermanos Koch. Es emocionante. Marco Rubio, Rand Paul, Ted Cruz, Jeb Bush, Scott Walker... ¿Quién conseguirá finalmente esa rosa roja?", dijo el Presidente en alusión a la media docena de candidatos republicanos que hoy se disputan el liderazgo opositor.
 
Pero de todos los nombres, el más importante es el primero: la familia Koch. Los Koch controlan el segundo conglomerado empresarial del país, sólo superado por Cargill. Charles y David Koch comparten el sexto lugar de las personas más ricas del mundo, y el cuarto de Estados Unidos. Desde ya, son hiper conservadores, bien a la derecha del Tea Party. Hasta ahí todo "normal".
 
El dato sorprendente es que los hermanos Koch anunciaron que, para las elecciones presidenciales de 2016, piensan aportar a la campaña republicana 889 millones de dólares, a través de una inmensa red de asociaciones civiles, fundaciones y demás arquitecturas legales por donde canalizar el dinero hacia la política. El segundo dato sorprendente es que no se trata de una denuncia sino de un anuncio público que hicieron los propios hermanos Koch a mediados de enero.
 
El tercer dato impactante es que la cifra, según los medios norteamericanos, es igual a lo que piensan gastar, por separado, los propios partidos Demócrata y Republicano. Es decir, los Koch van a aportar un tercio del presupuesto de campaña para elegir presidente.
 
A Obama sólo le queda la mueca graciosa en un show de stand up: a comienzos de 2014, la Corte Suprema de Estados Unidos levantó cualquier límite para las donaciones privadas hacia los partidos. En verdad, como los Koch tienen una red de instituciones por donde entregar el dinero, esa sentencia no los benefició. Pero sí otra del mismo tribunal de 2010, donde permitió la misma libertad absoluta de financiar la política para cualquier institución no partidaria.
 
Se puede hacer la enésima indignación moral sobre tal estado de cosas. Dejemos eso para los propio norteamericanos, si quieren.
 
Lo que parece interesante es ver que estos años de Obama, que fueron los años de salida de la peor crisis económica que vivió el país desde la década del 30, fueron también los años de un retorno intenso del debate político e ideológico. Los hermanos Koch, como fenómeno de alerta sobre el peso del dinero y el lobby empresario en la política, son parte de  una colonización más amplia: las ideas de extrema derecha del Tea Party, por ejemplo, aparecen representadas en varios candidatos republicanos, como Ted Cruz o Marco Rubio. Tanto que algunos ven en la figura de Jeb Bush, hermano de George W, a un "moderado".
 
Este envión republicano, basado en premisas ultraconservadoras, creció a partir de noviembre pasado, cuando Obama perdió el control de las dos cámaras legislativas.
 
La pregunta es si del otro lado del mostrador, la cuerda también se tensiona hacia posiciones progresistas.
 
Algo de eso parece estar ocurriendo, aunque en dosis programáticas menos consistentes que del lado republicano. Hillary Clinton, que la semana pasada anunció que se presentará como candidata en las internas demócratas, anunció que tendrá como temas prioritarios de su agenda la desigualdad social, el aumento del salario mínimo y el apoyo a la reforma migratoria que impulsa Obama.
 
Desde noviembre pasado, con la nueva conformación legislativa, se volvió imposible para Obama conseguir una ley de reforma migratoria integral, como había prometido desde su primer mandato y que ya tenía media sanción. Pero sí firmó una acción ejecutiva que favorecía a casi 5 millones de indocumentados, que los alejaba del terror a la deportación. Sin embargo, un juez de Texas frenó la normativa, hasta tanto se resuelva si Obama no se excedió en sus potestades.
 
Pero la más sorprendente de las "grietas" norteamericanas asomó por un lugar inesperado: la política exterior. Con pocos registros en la historia, republicanos y demócratas se mostraron los dientes ante la decisión de Obama de abrir una vía de diálogo con los viejos cucos de Cuba e Irán.
 
En el primer caso, la histórica comunidad del exilio de Miami no tuvo la fuerza de otros tiempos, pero el acercamiento con Irán sí despertó la cólera republicana, y en parte también de algunos demócratas. Al punto de prestar el Congreso norteamericano para que el Primer Ministro Benjamín Netanyahu despotrique contra la política exterior del propio Presidente norteamericano.
 
Así las cosas, algunos signos de la política norteamericana parecen mostrar que, tal vez, la contienda de 2016, por más que mantenga el aspecto edulcorado del fetiche institucional que siempre la recubre, muestre como pocas veces el movimiento intenso de intereses y disputas que viven dentro suyo.
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