lunes 20 de abril de 2015, 08:56h
En la Argentina, la tasa de inversión respecto del PBI, ha
sido, en general, baja. Tanto en las decisiones del presupuesto público, como
en la asignación privada.
Un país con baja tasa de inversión, sólo puede crecer
sostenidamente, con aumentos sistemáticos de su productividad. De lo contrario,
está sometido a ciclos. Se crece por un tiempo y luego, con poca inversión y
baja productividad, la economía empieza a desacelerar, hasta estancarse y caer.
En la desaceleración y caída, los gobiernos intentan
estimular el crecimiento con subsidios a la inversión y al consumo. Como los
subsidios a la inversión son "dirigidos" y discrecionales, se hacen pocas y no
las más productivas. Y cuando las hace directamente el sector público, se hacen
dónde conviene a la política y no necesariamente a la sociedad. Por lo tanto,
la respuesta de la oferta es pobre, porque, además, se cree, erróneamente que,
como el estancamiento reduce también las exportaciones, una forma de estimular la inversión local es
cerrar la economía, prohibiendo o limitando
las importaciones .
Este cierre de la
economía, en lugar de lograr mayor
inversión, salvo excepciones, termina creando "cotos de caza" para algunas
empresas. Esto implica una "estructura
de mercado" que explica por qué algunos productos o servicios son más caros
aquí que en otros países. Por supuesto que este es el "nivel de precios". Los
monopolios no explican por qué los precios suben unos meses más que en otros,
"la tasa de inflación".
Prohibir importaciones
tampoco sirve, porque las nuevas formas de producción global integran insumos
de todo el mundo, y nada se puede producir con insumos 100% locales, en ningún país.
Obviamente, la crisis con que termina este ciclo, genera
desempleo y capacidad ociosa, lo que permite, luego del reajuste
macroeconómico, volver a crecer, con poca inversión, usando la capacidad de
producción ya instalada y recontratando mano de obra.
En los períodos favorables, siempre hay algo de inversión, y
alguna mejora marginal de productividad, ya que las empresas tienen que reponer
maquinaria obsoleta, actualizarse tecnológicamente, etc.
Lo que estoy tratando de señalar que esa inversión, tanto pública como privada, no es suficiente,
y que tampoco lo es el aumento de la productividad, para sostener tasas de
crecimiento altas por un período prolongado. Salvo en algunos sectores
específicos o en algunas empresas especiales.
El ciclo k no sólo no escapó a este problema, lo exageró.
El punto de partida
permitió crecer a tasas chinas.
Desempleo récord, mucha capacidad ociosa, y unos precios
relativos muy favorables a la producción -dólar recontra caro, es decir mano de
obra muy barata y tarifas congeladas- y buena oferta de dólares por la mejora
de los precios internacionales de nuestras materias primas de exportación, y las mejoras verificadas, allí sí, de la
inversión y de la productividad del agro.
A medida que la capacidad ociosa se fue agotando y el
desempleo reduciendo, se cayó en el tipo de políticas ya descriptas.
La exageración se dio en el esquema de inversión privada, un
capitalismo de amigos altamente concentrado y con "socios" en el Estado.
Y en la inversión
pública, asignada sin prioridades y basada en la política, el despilfarro, y el negocio de los funcionarios. Y una
política de incentivos al consumo, sostenida en precios artificiales,
subsidios, tasas negativas de interés, etc. Todo acompañado, por controles,
cuotas, prohibiciones, y una política sindical muy alejada de lograr mejoras de
la productividad.
El resultado no pudo ser distinto de ciclos anteriores.
Y ahora estamos, de nuevo, en medio de una etapa de
estancamiento, agravada por un contexto internacional desfavorable para la
economía real, aunque todavía con mucha liquidez financiera.
Evitar transitar, de
nuevo, este ciclo, no sólo requerirá cambios en la macro de
corto plazo, para converger a los verdaderos precios relativos.
Habrá que modificar
las reglas, el sistema de incentivos, el marco tributario nacional y
provincial, y la política de inserción
internacional.
Solo una reforma integral,
aunque sea gradual, permitirá aumentar, sistemáticamente, la inversión
en cantidad y calidad, y la productividad.
De lo contrario, sólo asistiremos a otro ciclo de
recuperación y estancamiento que, dicho sea de paso, duplica la tasa de pobreza
cada 20 años.