Día de la memoria, la verdad y la justicia: Que no sea bronce
martes 24 de marzo de 2015, 12:05h
Transmitir lo ocurrido en la última Dictadura tiene su
complejidad, especialmente para las generaciones que no la vivieron. En esta
columna se reflexiona sobre el riesgo de la solemnidad para referirse a esa
época.
Este 24 de marzo la marcha viene acompañada de un llamado de
atención. Por un lado se constata la dificultad para avanzar en los juicios
sobre la responsabilidad civil en la Dictadura, y a la vez emerge la lógica
intranquilidad sobre el rumbo que tome el próximo gobierno respecto de la
política de DDHH y los juicios a represores de los 70. Hay ciertos consensos
construidos, pero es lógico que se tomen precauciones contra el riesgo de
retroceder en lo logrado durante estos años.
Otro riesgo, menos dramático, asoma en el horizonte. Es el
de la solemnidad. Quienes nos dedicamos a investigar períodos lejanos en el
tiempo -en mi caso la primera mitad del siglo XIX- nos movemos con mucha
libertad. Podemos generar debates y lo que hacemos nunca es inocuo, pero tiene
un impacto significativamente menor a lo que se dice sobre historia "reciente".
Me ha tocado abordarla en tareas de divulgación y cuando se lo hace todo
cambia.
La magnitud de la masacre, la cercanía en el tiempo y el
hecho de que no sea una cuestión cerrada (por ejemplo, en la Justicia) obligan
a ser extremadamente cuidadosos. Discusiones ante un escrito o un programa de
televisión incluyen diálogos del estilo "¿podemos hablar de guerrilla o decimos
organizaciones revolucionarias?"; "sacá la palabra Proceso, así se llamaban los
propios militares"; "ojo, no es Dictadura militar, es cívico-militar". No son
datos menores, claro. Se quiere ser certero en la explicación y no ofender a
nadie. El problema es que al moverse con tanta cautela todo puede volverse un
poco tenso, duro, y eso no ayuda a la transmisión. Si bien han existido
experimentos exitosos en divulgación, en materiales didácticos, en
exhibiciones, es deseable que se siga de aquí en más reflexionando sobre el
cómo y no dar como certeras las prácticas que pueden haberlo sido hasta ahora.
¿Cómo narramos la Dictadura para quiénes no la vivieron? La
experiencia ahí es clave. No es lo mismo para quienes la soportaron, para
quienes éramos niños y la sufrimos de otra manera, o para las generaciones que
nacieron después de ella.
¿El discurso debe ser el mismo para todos? Seguramente no,
pero me preocupan en particular los más chicos, que no tienen necesariamente
una conexión emocional con el tema. Es importante evitar que "Memoria, Verdad y
Justicia" sea una consigna que puedan recitar sin reflexionar sobre ella, que
vivan esta fecha sólo como un feriado, como otra directiva escolar.
La solemnidad con la que solemos tratar el período no
colabora, creo, en esa dirección. ¿Cómo atenuarla teniendo en cuenta la
gravedad de la temática? Tal vez se pueda reducir la adjetivación, la aparente
necesidad de cargar de calificativos la época, para que eso no se vuelva
cliché. El simple relato de los hechos de la Dictadura es feroz, no requiere
que esa ferocidad se refuerce nombrándola.
El otro tema es la posibilidad de "desacralizar" que da el
humor. Bombita Rodríguez en televisión o "El secuestro de Isabelita" en teatro
lograron hacerlo con el complejo período pre-Dictadura. Más difícil es luego de
1976; lo consiguió con "incorrección" El Niño Rodríguez en historieta, pero no
es habitual. Quienes integramos el equipo que creó "La asombrosa excursión de
Zamba" en 2010 no tuvimos problemas en abordar el siglo XIX utilizando cierta
dosis de humor para contribuir a que el dibujito fuese atractivo para los chicos,
pero cuando nos tocó más tarde encarar el capítulo de la Dictadura fue más
complicado. ¿Se puede usar el humor para hablar de esa época, y cómo? Todos
hemos visto películas que apelan al tono de comedia como modo de aproximarse al
nazismo. No parece tan sencillo para una etapa más cercana en lugar y tiempo
pero puede servir para eludir las trampas de la solemnidad.
También contribuye lo que han delineado ya diversos autores:
indagar en la complejidad del período. No parece lo mejor para un público
infantil, ante el cual una condena a rajatabla de los que derribaron las
instituciones e implementaron el terrorismo de Estado es necesaria (eso
elegimos en su momento para Zamba). Pero desde la adolescencia en adelante,
mostrar las internas y contradicciones del régimen militar, las trayectorias de
las fuerzas que se le opusieron, y sobre todo, repolitizar a las víctimas de la
Dictadura es importante. Porque ahora que ha comenzado a haber justicia, es
posible debatir la actuación de la militancia previa y no buscar en ella héroes
sino personas con contradicciones, lo cual no atenúa ni un poco la condena a lo
que sufrieron. Lo han hecho libros y películas, consiguiendo una vía
interesante para no inmovilizar el tema. Y la revisión, el debate, ayudan a que
la fecha no se convierta a la larga en un ritual no sentido. Es importante que
nunca sea bronce.