lunes 19 de enero de 2015, 09:55h
El "affaire tampones"
de esta semana, dejó explícita la importancia que el equipo económico,
le otorga a las expectativas en general, y a las profecías autocumplidas, en
particular.
En efecto, según el Secretario de Comercio, la falta de
tampones fue producto de una "corrida de la demanda", surgida del rumor de que iba a escasear dicho
producto.
Como las señoritas y señoras lo creyeron, corrieron a estoquearse
de tampones y, precisamente, como demandaron más de la cuenta, el producto
entró en falta, confirmando el rumor, es decir una típica profecía
autocumplida.
Algo parecido a lo que sucede cuando se rumorea que faltará
nafta, todos salen a llenar el tanque y, finalmente, la nafta escasea.
Es cierto que, después, el propio Secretario de Comercio, se
desdijo, y esbozó la teoría alternativa de que el desabastecimiento fue, en
realidad, producto de la "mala planificación de las empresas".
Pero más allá de que
no se entiende muy bien el objetivo de una eventual "operación de
prensa" para provocar la corrida contra el tampón, ni mucho menos, la
motivación de las empresas para provocar su falta, el episodio se vincula,
claramente, con el peso que le da el gobierno a las expectativas, en las
decisiones de la gente.
Pero, como ya comenté en otras notas, una vez que se le
asigna tanta importancia a las expectativas, es necesario tener una explicación
potente respecto de cómo dichas expectativas se forman.
Y en ese sentido, la "teoría" que más satisface o utiliza el
equipo económico es el de las "operaciones de prensa" o la de los "voceros del
apocalipsis", los economistas opositores,
que se encargan de producir horribles pronósticos, que difunden los
medios, también opositores, que, engañan a la población, totalmente
desprevenida, y la lleva a crearse expectativas negativas y a tomar decisiones
equivocadas en materia económica. Expectativas que se terminan cumpliendo por
la "profecía autocumplida" como en el caso de los tampones.
De allí que, gran parte, si no la única, tarea de todo el enorme y costoso, aparato
oficial y para oficial de prensa, se concentra en desacreditar, mediante el
insulto, la descalificación, o la refutación permanente, con datos de dudosa
veracidad, a los supuestos originadores del "rumor".
Mientras el equipo económico, el Jefe de Gabinete, u otros
juglares informales, se dedican a adjudicarle profecías inventadas a dichos
voceros del mal, que no se cumplen,
gracias a la "heroica" y "épica" labor de los funcionarios que defienden a la
población.
¿En qué quedamos? Por un lado, profecías autocumplidas
gracias al éxito de los "malos". Por el otro, profecías que no se cumplen
gracias al éxito de los "buenos".
Y esto me lleva al punto central de estas extrañas
elucubraciones en torno a las expectativas.
Para que alguien pueda "formar expectativas" o, en la jerga
de la comunicación, pueda ser "formador de opinión", tiene que reunir dos
condiciones específicas. La primera y obvia, tener credibilidad, en los temas
sobre los que quiere "profetizar". La segunda, tener una buena explicación o un
buen cuentito, en torno a su profecía.
Por ejemplo, aun cuando todos los medios de prensa
opositores le dieran difusión y respaldo a sus palabras, difícilmente Guillermo
Moreno sería un vocero creíble anunciando una baja fulminante de la tasa de inflación esperada.
Pero hasta el mejor de los economistas, con importantes
grados de "acierto" en sus pronósticos pasados, debería tener una muy buena
explicación si hoy anunciara que el valor del dólar oficial a fin de año será
de 7 pesos por dólar.
Dicho de otra manera, ni las expectativas, ni los rumores,
ni las profecías, se forman "en el
vacío".
Requieren de un profeta creíble, y de una buena
explicación.
Si, efectivamente, hubo un rumor creíble respecto de la
falta de tampones, esto se debe a que estamos en una economía con racionamiento
centralizado y con distorsión de precios relativos, en dónde faltan insumos y
productos de todo tipo. En otro contexto, ese rumor, si lo fue, no hubiera sido
exitoso.
Si hoy le resulta difícil a la población creerle al gobierno
que la inflación del 2015 será del 20% anual, o que la economía no será
recesiva, es simplemente porque los "profetas" oficiales nos han mentido
durante años y porque, sin anunciar cambios de fondo en la política económica,
su "cuentito" tampoco es creíble.
En síntesis, sin credibilidad, no hay buenas profecías.