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Nuestra política exterior precisa más sensatez

Nuestra política exterior precisa más sensatez

miércoles 10 de septiembre de 2014, 09:17h
Mirar al mundo como una amenaza o desestimarlo como una herramienta para el desarrollo, además de ser propio de paradigmas populistas y conservadores, es un despropósito en el siglo XXI. Ante la perspectiva concreta de un cambio de gobierno, el radicalismo propone una actualización de la política exterior, que pueda dar respuesta, sin preconceptos ni ambigüedades, a los desafíos del país.
 
Durante el siglo XX, en presidencias radicales se han materializado hitos fundamentales en política exterior. El neutralismo y no intervención en época de Yrigoyen; la política de Malvinas en la ONU y la ampliación del comercio sin fronteras ideológicas del presidente Illia, o la alianza estratégica con Brasil y el Acuerdo de paz con Chile impulsados por Alfonsín, son algunos ejemplos de decisiones fundamentales que marcaron nuestra historia.
 
Algunas premisas guían el interés en debatir estos temas. Ante todo, no queremos estar cerrados, ni ser irrelevantes en el mundo, como ocurre ahora.
 
Queremos recuperar el valor de tener relaciones diplomáticas amplias, lejos de la retórica del conflicto y la crispación permanentes, de decisiones impulsivas y poco transparentes, del no respeto de las normas o de la sobreactuación.
 
Restaurar relaciones institucionales serias y de respeto mutuo y recíproco, nos permitirá dejar atrás esa idea equivocada de que la diplomacia pasa sólo por el ámbito personal e ideológico, que nos ha llevado a reproducir en el plano internacional el esquema amigo-enemigo que tanto daño ha hecho en nuestra política interna.
 
Queremos jerarquizar al servicio diplomático profesional y profundizar su institucionalidad.
 
Tener en cada Embajada, en cada consulado y en cada organismo internacional a los funcionarios más competentes. Habrá que pensar, sin duda, devolverle a la Cancillería las relaciones económicas y comerciales internacionales, para promover el comercio y las inversiones y mejorar nuestra posición en el acceso a los mercados.
 
En un mundo complejo y en permanente cambio debemos redefinir nuestros objetivos y los mecanismos para llegar a ellos.
 
Volver a ser creíbles, buscar la interacción con los demás y tener una política regional concreta a través de una clara hoja de ruta, para que sea un brazo eficaz de los objetivos de desarrollo y permita relacionarnos mejor con el resto del mundo.
 
La Argentina que viene exige cambios y la política exterior no puede estar exenta. Seguir con un paradigma que mira al mundo con desconfianza y desaprovechando oportunidades sería un grave error; retomar la política exterior de la frivolidad vacía de contenido, sería retornar al camino equivocado. Argentina debe recuperar prestigio para insertarse en un mundo que necesita alimentos y energía, pero que exige coherencia y sensatez.
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