La desaparición de Botín, otra apuesta por el cambio profundo
miércoles 10 de septiembre de 2014, 08:49h
Emilio Botín era, sin duda, una de las personalidades más
relevantes de España. El mito se remontaba a los tiempos del franquismo, cuando
los 'siete grandes' bancos controlaban, se decía, lo que ocurría o no en el
país. Luego, 'los siete' se convirtieron en tres (tres y medio, si usted
quiere), y los mitos, como Escámez, como los Valls, como Pedro de Toledo o
Emilio Ybarra, se desvanecieron por unas razones o por otras. Emilio Botín,
saga de banqueros, cántabro por encima de todo -y los cántabros tenemos motivos
para llorarle--, fue el único superviviente, el único que ligó la época del
pasado con la que significó el reinado de Juan Carlos I. Tras la abdicación del
Rey, ya apenas quedaba, como enlace con un pasado ya remoto, el presidente del Banco Santander, el hombre
que convirtió a esta entidad en la primera de España y en una de las primeras
de Europa, que paseó su 'roja' particular por todo el mundo, que encarnó una
buena porción, y muy peculiar por cierto, de la 'marca España'. No ha vivido lo
bastante como para participar en la nueva era que se ha abierto ahora bajo el reinado
de Felipe VI, aunque bien cierto es que intentó seguir al timón en el puente de
mando de tantas cosas.
Los tiempos no pueden ser los que eran. Sospecho que Botín,
por cierto gran innovador, lo sabía. Algo tiene que cambiar para que la saga
siga igual, pero el panorama bancario español ha comenzado, supongo, una nueva
transición. Hacia algo probablemente ni mejor ni peor, pero diferente. Suceda a
Don Emilio -así le llaman en 'su' banco-quien le suceda, y no estoy seguro de
que necesariamente tenga que ser su hija, que es quien más suena en estos
momentos, no podrá reinar en el mundo de la Banca como lo ha hecho este gran
profesional, casi un genio, de lo suyo.
Ahora, hablar de bancos más solidarios, más cercanos a la
gente, más participativos y que fomenten más la pequeña y mediana empresa, es
fácil. Pero seguramente, la gran conversión, que sería la segunda, la que ya
han afrontado otros sectores económicos, no será tan sencilla. Pero pienso que
habrá que hacerla: la Banca no puede ser un ente aparte respecto del resto de
las instituciones, de la ciudadanía. Sospecho que Botín lo sabía, pero no era
él, por su edad, por su historia, por sus características, quien podía liderar
esta nueva reconversión.
Ahí queda su obra. Quienes hemos nacido en Santander y ya no
vivimos allí, pero recorremos con ansia nostálgica la ciudad cada vez que
podemos, encontramos la huella de Botín casi a cada paso, incluyendo ese -con
perdón-algo faraónico Centro Botín frente a la bahía. Pero, como sabe quien
mínimamente ha viajado, esa huella del Santander está en muchos puntos del
mundo, de manera muy especial en América Latina.
La desaparición de los grandes hombres, de quienes han
tenido mucho poder o mucha influencia, siempre deja un hueco -que por supuesto
siempre acaba llenándose, de una forma u otra--, pero también siempre deja un
período de incertidumbre. Es inevitable que ahora se abra uno de esos períodos.
Botín deja una huella, también de servicios, que alguien tendrá que seguir,
aunque sea para marcar su propio camino.