El 'perverso' nacionalismo
viernes 05 de septiembre de 2014, 13:27h
Me rebelo al escuchar en algunas tertulias, más o menos
orientadas, hablar del nacionalismo como "perverso". De la misma
manera que me inquieta escuchar lo que dicen ciertos tertulianos en ciertos
medios más o menos relacionados con la Generalitat. Jamás, en mis ya muchos
años de mirón de la actualidad política, he visto menos deseo social de
concordia entre catalanes y resto de españoles, entre resto de españoles y
catalanes.
Discutí en un plató televisivo con una de las máximas
representantes del movimiento 'libres e iguales' acerca del tratamiento
inflexible que esta iniciativa, perfectamente legítima y hasta plausible, da al
fenómeno nacionalista en general y al proceso secesionista catalán en
particular. Le dije que el nacionalismo es, a mi modo de ver, un estado de
espíritu, y que como tal debe ser entendido desde los seiscientos kilómetros de
distancia en Madrid. Sigo considerando posible que los nacionalistas, cuya
esencia vital consiste en no cesar nunca en sus reivindicaciones frente al
poder central, se encuentren al menos razonablemente cómodos dentro del Estado.
Entre otras cosas, porque el último tramo, el que conduce a la secesión, no es
compartido ni siquiera por todos los que se reclaman meramente nacionalistas,
pero no independentistas, que unos son los efectos de una cosa y otros, muy
distintos, los de otra.
Hay, sin duda, muchos resquicios que se pueden aprovechar
para el entendimiento, aceptando que ambas partes tienen que perder algo, y
ganar algo, en sus reivindicaciones. Y aceptando también que algo de
falseamiento histórico (que se lo digan a Henry Kamen, que acaba de publicar un
volumen al respecto) existe por ambas partes, especialmente, en este caso, y
siento decirlo, por la del nacionalismo catalán, instalado en el victimismo de
quien se siente, o se dice, injustamente derrotado y aplastado, cosa esta
última que niega tajantemente el historiador Kamen. Lo que pasa es que la
Historia la escriben los vencedores...y los vencidos, cada cual desde su
óptica, porque la Historia es ciencia interpretable. Lo que, en todo caso, carece
de sentido práctico es lanzarse a la cabeza cada una de las respectivas
interpretaciones. Pelear por el territorio en el que colocar una bandera puede
ser discutible y, en mi opinión, lamentablemente frecuente; batallar por una
interpretación de la Historia, absurdo. Y en eso, básicamente, es en lo que se
nos ha ido convirtiendo, quizá por culpa de uno y otro lado, la Diada. En un
inmenso absurdo cuyos orígenes y fines eran, creo, diferentes .
El nacionalismo no es perverso, lo siento por los que, desde
el 'lado de acá', van pregonando planteamientos de dureza. Los que sí son
perversos son algunos políticos, y sus voceros, que se empeñan en enconar lo
que, en el fondo, no es sino una distancia de puntos de vista. Seiscientos
kilómetros de distancia, exactamente. Dos horas y tres cuartos en tren, menos
en avión. O sea, que es una distancia que perfectamente se puede recorrer si se
quiere. Y si se paga el billete.