Los Brics y el fin del mundo unipolar
miércoles 16 de julio de 2014, 12:17h
La VI Cumbre de los Brics en Fortaleza marca el ocaso del
orden mundial unipolar, que sólo duró menos de 20 años. Lejos de ser un
cónclave económico, los Brics son antes que nada una articulación política entre
estados nacionales, que permite configurar una escena internacional distinta a
la que quiso construirse en la última década, cuando Estados Unidos emprendió
su "guerra al terrorismo" luego de los atentados a las Torres Gemelas.
Cuando se habla de los Brics se suele hacer un repaso
numérico, donde resalta la característica del grupo: son países grandes,
enormes, que en los últimos años engordaron sus PBI, sus sociedades se
volvieron más ricas, más urbanas, consumen más.
Todo eso está ahí, más o menos a la vista. En el 2003, el
PBI de los cinco miembros sumados era el 9% del total mundial, diez años
después, es el 21%. Tienen al país más poblado del mundo (China) y al más
extenso (Rusia). Y así se podría seguir un rato largo.
Pero estos dibujos aritméticos dirían poco si no fuera
porque estos países decidieron emprender un camino de articulación política
(incluso previo a los acuerdos económicos), dando un giro al orden mundial.
Esa articulación significó plasmar el acrónimo ideado por un
economista de Goldman Sachs para nombrar a las economías emergentes, en una
cumbre anual de Jefes de Estado. Si bien es un grupo nuevo, en Fortaleza ya
están comenzando la segunda ronda de cumbres, después de haber celebrado una en
cada país miembro desde 2009.
Ese año no fue uno cualquiera para el mundo. Fue el primero
de Obama al frente del gobierno de los Estados Unidos, y el comienzo del
reemplazo de la anterior estrategia bélica de Bush sobre Irak y Afganistán.
Esas invasiones mostraban la lógica unipolar con que Estados Unidos se había
manejado en el mundo desde la caída del Muro de Berlín en 1989.
La "guerra al terrorismo" parecía tomar el lugar que antes
había tenido la Guerra Fría durante el siglo XX, con la notable diferencia que
EEUU ya no debían pelear contra otro bloque estatal, social y político, sino
contra fuerzas móviles, fragmentadas, sin control de estados nacionales
importantes. Ya no era ejército contra ejército, sino una policía global contra
delincuentes también globales.
Sin embargo, la película no resultó como se esperaba. Los
dos gigantes del "socialismo del siglo XX", Rusia y China, ahora dentro del
capitalismo, levantaron cabeza y comenzaron a disputar mercados, capitales e
inversiones. Países antes marginales como India y Brasil (y en menor medida
Sudáfrica) pasaron a ser centros productivos y de consumo popular.
El capitalismo le dio una amarga sorpresa a Estados Unidos,
creando polos económicos pujantes en distintos puntos del mundo. Y, se sabe,
quien tiene poder económico querrá, tarde o temprano, poder político. Y allí
aparecieron los Brics.
El objetivo es claro: las reglas de mundo están pensadas
para sostener la hegemonía unilateral norteamericana. Dos ejemplos
contundentes: el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas y el FMI. Ambos
organismos, supuestamente multilaterales, funcionan en los hechos bajo una
administración donde el poder de fuego lo conservan EEUU y algunos países de
Europa occidental.
Y por ahora, el pedido de los países Brics de reformular
esas instituciones (Brasil viene pidiendo desde hace tiempo la ampliación del
Consejo de Seguridad, Putin y Dilma pidieron en la Cumbre un cambio de reglas
en el FMI) cae en saco roto. Frente a ese escenario, donde obligar a que se
reformulen las instituciones existentes parece una tarea casi imposible, los
Brics comenzaron a construir su propia ingeniería.
La novedad más saliente en este sentido es la creación de un
Banco de Desarrollo y un Fondo de Reservas Estratégicas, mediante aportes de
cada uno de los miembros del Brics. Es decir, todo un circuito de
financiamiento alternativo, bajo control político de los países emergentes.
Pero, como decíamos al comienzo, no se trata sólo de dinero.
En una entrevista con la agencia de noticias rusa Intar-Tass, antes de comenzar
la cumbre, Vladimir Putin ubicó el
encuentro en un marco eminentemente político: "Hay que establecer juntos un
sistema de medidas que permita evitar una cacería de países que no están de
acuerdo con algunas decisiones de política exterior tomadas por EE.UU. y sus
socios y mantener un diálogo civilizado y respetuoso sobre todas cuestiones
discutibles."
A los países no se los puede "cazar", pero a los líderes sí.
Tal vez Putin haya pensado en la suerte que corrió en el 2011 Muamar Kadaffi,
quien terminó asesinado por los bombardeos de la OTAN en su propio país. Como
el mismo Putin reconoció después, si China y Rusia hubieran actuado
coordinadamente en ese momento -como sí lo hicieron este año cuando siria
parecía tener el mismo destino que Libia- tal vez se hubiera evitado esa
"cacería".
En definitiva, esta nueva cumbre de los Brics muestra un
mundo donde volvió la geopolítica, en otra demostración de cuán equivocada era
aquella sentencia del "fin de la historia" y qué breve en el tiempo resultó la
hegemonía unipolar norteamericana, que prometía convertir al resto de los
estados en personajes de reparto, sin ninguna incidencia en el libreto.
Es casi una obviedad pero, en este marco, un país como
Argentina sólo puede sacar ganancia de la consolidación del bloque.
Esté o no incluido en él. Nuestro país aspira a superar su
condición de subdesarrollo en base a su potencia como productor de alimentos,
su considerable desarrollo industrial y científico y las reservas energéticas
de gas y petróleo. ¿Qué conspira contra ese futuro promisorio? Además de los
intereses mezquinos del sector más privilegiado de su propia sociedad, las
mismas trabas que diagnostican los Brics: un sistema financiero internacional
que en lugar de ayudar a equilibrar las cosas, se comporta como un
disciplinador serial de países y sociedades.