Por
José Méndez La Fuente
martes 08 de julio de 2014, 07:37h
Reseña
El Universal del domingo pasado, que en España la Fundación para el Análisis y
los Estudios sociales (FAES), entidad muy vinculada al Partido Popular, hasta
el punto de que su presidente es José María Aznar, realizó una mesa redonda,
con la participación de representantes de la oposición venezolana, donde se
trató la situación actual de Venezuela. Allí, la directora del Área
Internacional de dicha fundación, Cayetana Álvarez de Toledo, envió un mensaje
a quienes coquetean con el chavismo o se financian a través de él, en una clara
alusión al partido Podemos y a su lidere Pablo Iglesias, al afirmar que
"no queremos ese modelo ni en España ni en Venezuela, ni en ningún país
del mundo".
Ahora
bien, cuando se habla del modelo chavista, se hace generalmente en relación a
su contenido; esto es, a los lineamientos ideológicos de corte socialista
dirigidos a restringir la propiedad privada; controlar sectores estratégicos de la economía como
telecomunicaciones, energía y petróleo, alimentación y transporte; dar subsidios
sociales de todo tipo a los sectores desposeídos; reformar la legislación
laboral para imposibilitar despidos y crear
mecanismos de cogestión y los consejos de trabajadores en sustitución de
los sindicatos; controlar el cambio burgués de divisas y reformar las bases educativas
con fines proselitistas, entre otras políticas. Es lo que se conoce como
"socialismo del siglo XXI" nombre con el que lo bautizó Chávez, por lo que
muchas de esas medidas económico-sociales pueden ser copiadas en mayor o menor medida,
como de hecho ya lo hizo en el contexto español, el partido Podemos en su
programa político y que le dio tan buenos resultados en las pasadas elecciones
europeas.
Pero hay otra manera de entender el modelo
chavista. Una que no hace referencia a su propuesta socialista. Es el chavismo
desprovisto de contenido ideológico, visto tan solo en su andamiaje político,
como un mero instrumento para alcanzar un fin. Un mecanismo para obtener el
poder por la vía electoral y mantenerse en él por un buen rato. "Absolutismo Presidencialista" lo llamamos en un artículo anterior,
Dicha receta
que ya alcanza proporciones de manual y pudiera ser incorporada a la lista de
consejos y estrategias que contiene El Príncipe de Machiavelo, puede resumirse
de la siguiente manera: lanzar al electorado la promesa de una "asamblea
constituyente" o de la "refundación del Estado", como parte de la campaña
electoral. Este es un requisito indispensable para ganar la presidencia la primera
vez. Ya una vez en la presidencia, lo que sigue es una reforma de la
Constitución, a través de una Asamblea Constituyente. Los motivos para esa
reforma siempre sobran (educación, derechos sociales, participación popular, etc.,)
pero el verdadero objetivo será permitir la reelección o hacerla indefinida y
de paso alargar el periodo presidencial. Estando en la cúspide de la
popularidad que da la aplicación de las medidas populistas del nuevo
socialismo, es casi imposible no ganar la nueva elección dentro de la égida de
la nueva Constitución con absoluta mayoría para reafirmarse en la presidencia y
controlar todos los poderes del Estado
Seguidamente, consolidados en la
Presidencia, ya con por lo menos dos periodos, habrá que ver si las encuestas
permiten una tercera o cuarta presidencia, para lo cual las barreras de la propia Constitución
redactada por el Poder Constituyente, no son jurídicamente insalvables; para
eso están las instituciones como el Poder Judicial o el Legislativo, verdaderos
intérpretes del espíritu de la ley y de la voluntad del Constituyente. Esto fue
precisamente lo que ocurrió, por ejemplo, en Venezuela, con la enmienda
constitucional del año 2009 para permitir una segunda reelección a Hugo Chávez
en el 2012 y en Bolivia, con la Ley de Aplicación Normativa que permitirá a Evo Morales concurrir a los comicios de
octubre de este 2014, para buscar un cuarto mandato que le permita gobernar
Bolivia hasta el año 2020, con lo cual se convertirá, de ganar esa
tercera reelección, en el presidente que más tiempo ha gobernado aquel país
andino y en uno de los mandatarios de Suramérica con mayor permanencia continua
en el poder, solamente superado por Chávez, de no haber fallecido, quien venía
gobernando desde febrero de 1999..Correa, por su parte, reelecto por segunda
vez en los comicios del 17 de febrero del año pasado para el periodo 2013-2017,
ejerce su tercer mandato. Algunos de
aquellos componentes, han mantenido a Daniel Ortega en la presidencia
Nicaragua.
Ese modelo
chavista vale tanto para regímenes de izquierda como de derecha, pues encaja en
cualquier ideología, por lo que habrá que estar atentos a futuras reformas constitucionales
en países como Colombia, Chile y la propia Argentina, donde los textos
constitucionales contienen impedimentos para reelección presidencial continuada.
Y ¡Ojo! también de lo que pueda pasar en
la mismísima España.
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