Por
José Méndez La Fuente
lunes 26 de mayo de 2014, 11:17h
Los
resultados recientes de la encuesta realizada por Datanálisis según los cuales
la popularidad del presidente Nicolás Maduro cayó a 37 puntos en el pasado mes
de abril, acumulando una caída de más de 13% en los últimos cinco meses y que la
ubica en su nivel más bajo desde su llegada al poder en abril de 2013, se pueden
prestar para análisis frondosos y posiblemente equivocados.
Se
achaca esa caída de popularidad, a la crisis económica y alimentaria que golpea
a la población, a la inseguridad en las calles y en general a una serie de
medidas que han traído, poco a poco, una "capitis deminutio" en los derechos y
calidad de vida de la sociedad venezolana, que cada día que pasa, se asemeja más
y más a la de la Cuba castrista; no obstante, que una parte de la población no se
dé cuenta de éllo conscientemente. Los resultados de la encuesta servirían por
ende, en la opinión de algunos, para confirmar lo que la gente en la calle
siente y padece en su día a día, dándole la razón a quienes piensan que con una
situación social y economía tan grave como la que se vive, ningún gobierno
puede mantenerse. Además se adereza el tema con la comparación de Maduro con
Chávez, simplemente para ilustrar la idea de que Maduro no tiene el carisma, ni
la capacidad para convencer de su antecesor y que por eso la recuperación de la
popularidad no es igual de fácil.
Del
otro lado, hay quienes interpretan aquellos resultados como normales y hasta
positivos si se toma en cuenta que en cualquier otro país tales circunstancias
político-económicas traerían la debacle del gobierno de turno, mientras que el
de Maduro se sostiene, lo que quiere decir que aún hay una importante
aceptación de la población. Por otra parte, la comparación con Chávez,
fortalecería la posición de Maduro, pues
ha sido una constante del chavismo
bajar y subir en las encuestas,
pero en el momento de las elecciones presidenciales contar con la popularidad
suficiente para ganarlas. Un fenómeno propio de los gobiernos populistas que se
da en muchos países latinoamericanos, como pasó en Brasil durante el gobierno
de Lula da Silva y sucede ahora mismo con la presidenta Dilma Rousseff, cuyos
índices de popularidad sufrieron una merma en las encuestas, que también la
bajaron a ese mismo 37% que ahora tiene Maduro, pero que aún le dan una ventaja
importante en la carrera electoral del próximo mes de octubre.
Como
ejemplo de esto último, podemos recordar la encuesta nacional del año 2011,
realizada por Keller y Asociados, entre
cuyos resultados se mostraba que un 60% de los ciudadanos había perdido la
confianza en Chávez para resolver los
problemas del país. De acuerdo con dicha
medición un 48% de los venezolanos consultados aseguraba que el mayor
problema en aquel momento era la
delincuencia y más del 90% de los
consultados afirmó haber sentido en su casa, la escasez de productos de primera
necesidad, identificando los lácteos como los alimentos más precarios. En este
punto el 46% de los consultados expresó su creencia de que la soberanía
alimentaria del país había "empeorado". Sin embargo, con unos tópicos iguales a
los de ahora, aunque en circunstancias más atenuadas, y después de doce años en
el poder, Chávez no sufrió merma alguna de su imagen, en términos de aceptación
popular, ni mucho menos electorales.
Mientras en el
pasado los gobiernos venezolanos adeco-copeyanos de cinco años se desgastaban a
la mitad del periodo o aun antes y la popularidad presidencial era difícil de
restaurar a corto plazo por falta de creyentes, en un sistema constitucional
que no tenía reelección inmediata y todo el mundo pensaba en el que vendrá; los
gobiernos de Chávez, como los buenos surfistas, se supieron mantener en la cresta de las olas cuando hacía
falta y nada, hasta ahora, hace pensar
lo contrario con este de Maduro.
A
principios del año 2011 Chávez le pidió a los ciudadanos que se sacrificaran
por la revolución aunque estuviesen "desnudos y pasando hambre"
y en respuesta, una multitud frente al denominado "balcón del pueblo", le gritó: "con hambre y sin empleo, con
Chávez me resteo". Por eso, el 37%
de Nicolás Maduro no se puede analizar, ni interpretar, en tiempo
presente, sino en tiempo pasado; como tampoco
utilizar las "razones" o justificaciones de siempre.
En
los dos años siguientes hasta su muerte, Chávez nunca puso a prueba al pueblo.
Un pueblo que aún no ha pasado hambre de verdad; pero si las políticas
económicas del actual gobierno de Maduro continúan profundizando las tesis de
su maestro y mentor, muy pronto sabremos hasta dónde puede llegar aquella
promesa de sacrificio.
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