Comencé a comprender, hace más de treinta años, toda la
dimensión del genocidio armenio cuando conocí al querido amigo y poeta Agustín
Tavitián. Fue él quién me introdujo con profundidad en ese drama, en el
desgarrador dolor del pueblo armenio a partir del 24 de abril de 1915. Desde
aquellos tiempos no sólo me solidaricé con la Causa Armenia sino que me
preocupé por conocer su cultura, su mundo, su riqueza cultural. Asimismo yo le
hablaba de la cultura gallega, de los celtas, de las persecuciones del franquismo.
Ambos nos unimos en lo poético, en la belleza y en la mirada de un mundo libre,
un mundo en busca del humanismo.
Gracias a Tavitián descubrí a Mesrop, inventor de los
caracteres armenios, fundador de la cultura armenia en 361. Y también del
primer historiador de Grecia, Herodoto, primer historiador de la historia de
Armenia. Las historias milagrosas y legendarias, los poetas líricos, las
ciencias exactas o las ciencias naturales ya abiertas al mundo en el siglo VI y
VII. Y la cultura milenaria desde antes del siglo V de nuestra era.
Hace unos días estuve invitado al homenaje que se realizó en
la 40 Feria Internacional del Libro de Buenos Aires. La emoción, la claridad de
los discursos, la belleza de su música y de su danza, nos hizo soñar otro
universo; un universo de paz, de amistad internacional y de belleza.
En la oportunidad, entre los oradores, tuve el honor de
escuchar al escritor y editor turco Kemal Yalçin, ferviente defensor de los
derechos humanos, autor de Regocijas mi corazón, obra de un gran valor
documental que reproduce testimonios de las víctimas y además ratifica el
derecho de la verdad. Kemal Yalçin: intelectual turco que habla con valentía -
sin soberbia, sin rencor, sin banderías - de los acontecimientos de 1915, de
las deportaciones y de las matanzas. Él mismo, por supuesto, sufrió
persecuciones y cárcel. Es importante, querido lector, analizar por qué Israel,
Alemania, Reino Unido, Estados Unidos, España, Portugal...no reconocen todavía el
genocidio armenio.
El príncipe Kropotkin señalaba que "la burocracia es de por
sí el núcleo de una clase cuyos intereses son totalmente opuestos a los del
pueblo, al que pretende servir". Necesitan de la pobreza para hacer sus
negocios. Carecen de columna vertebral. Para adaptarse a un mundo florido donde
la gente cultiva con sensatez el buen gusto, la hipocresía y el cinismo.
¿Cuántas pequeñas canalladas, cuántos engaños imperceptibles forman parte del
alma? Querido lector éstas son las sinuosas estrategias o manipulaciones para
alcanzar el poder y su irremediable sensación de impunidad.
Nuestros políticos, sin entrar en detalles, son lamentables,
cuando no corruptos e hipócritas. Pero empieza a llegar el olor de otras
comarcas. Todos parecen extras de cine. El engaño en las campañas exhibe su
desvergüenza de manera obscena. Pícaros populistas, fascistas y señores
reaccionarios se abrazan con las multinacionales. Recuerdo, no sé porqué, a
Lewis Carroll: "Querrás, querrías, querrás, querrías, / querrás bailar
también".
Es interesante hacer una lectura de todo. Si volviéramos
sobre las páginas de Sun Tzu (544 antes de nuestra era) veríamos cómo era el
proyecto de conquista. Y que lugar tenían las baratijas, las putas, la bebida y
el juego. Si no tomamos el poder como medida de las cosas nos equivocamos una y
otra vez. Ya Albert Camus señaló con claridad: "al menos los anarquistas saben
contra quien luchan".
De esto, entre otros asuntos - como simples poetas -
hablamos desde hace más de treinta años. Pero parece que nadie nos lee. Que
nadie nos lee pues hubo otros, más sabios y conocedores que yo, tratando y
estudiando estos panoramas líquidos que generan hambre, guerra, desolación y
muerte. En fin, que como en Muerte en Venecia la decadencia también alcanza a
la ciudad en forma de epidemia.
Es posible que debamos volver sobre la historia de Vardán
Mamikonián quién murió en la Batalla de Avarayr, también conocida como la
Batalla de Vardanants, la cual se libró el 26 de mayo de 451 de nuestra era,
entre el ejército armenio y los persas. Los persas salieron victoriosos en el
propio campo de batalla, con Vardán muerto en batalla. El hecho, sin embargo,
allanó el camino para que el pacto entre persas y armenios garantizaba la
libertad religiosa para los cristianos armenios.
Carlos Penelas
Buenos Aires, mayo de 2014
Acá, el enlace a la introducción de la antología La cultura
armenia y los escritores argentinos (Buenos Aires, 1987).