A nadie le gusta cambiar ministros, pero...
jueves 10 de abril de 2014, 11:56h
¡Rajoy movió ficha! Bueno, la verdad es que no le quedaba
otro remedio que designar ya a alguien, y este alguien ha resultado ser quien
se preveía, Miguel Arias Cañete, como cabeza de lista para las elecciones
europeas. Los plazos corrían, y decidió digitalmente nombrar 'in extremis' al
hasta ahora, y todavía, ministro de Agricultura, parece que tras sopesar otras
hipótesis. Porque todo indica que Rajoy pretendía, pretende, aparecer en el
libro Guinness de los records manteniendo dos legislaturas seguidas incólume a
su Gobierno. Y, si cambia a Arias Cañete, que tendrá que cambiarle, claro,
nombrará un sustituto, quizá a la propia 'número dos' de Agricultura -algún
insensato ha citado como posible a Javier Arenas: imposible, pienso-, y ahí, o
con algún otro cambio mínimo -se citaba quizá a la ministra de Sanidad, Ana
Mato-, cerrará la crisis del Ejecutivo, que, así, no es crisis ni es nada.
Al margen del elogio a las capacidades de Miguel Arias, el
ministro mejor valorado del Gobierno, lo que, vistas las encuestas, tampoco es
mucho decir, me veo obligado a pronosticar que Mariano Rajoy no podrá llevar
adelante sus 'arriesgados' planes inmovilistas. Aunque ya se ve que no le
gusta, tendrá que sustituir a más ministros, y sospecho que lo hará allá por el
mes de julio, que es cuando muchos presidentes, y el propio Franco,
aprovechaban para sustituir piezas en el tablero. Y es que por entonces
sabremos si, Dios lo quiera, Luis de Guindos, actual ministro de Economía,
logra llegar a la presidencia del Eurogrupo. Sería un buen momento para hacer
alguna jugada política, tal vez nombrando a un vicepresidente económico y
deshaciéndose de los ministros más 'quemados'. Porque parece incluso lógico
que, más allá de algunas 'ocurrencias', de algunos tropiezos por miopía o por
soberbia, dos años y cuatro meses gobernando, en estos tiempos de crisis y de
angustias, desgasten al más pintado. Y ciertos ministros en los que estoy
pensando distan mucho, por cierto, de ser el más pintado y ya ni sé qué pintan
en el elenco ministerial de un país que empieza una quiero creer que
prometedora senda de cierta -cierta-recuperación.
Rajoy es un hombre serio que toma a la opinión pública muy
poco en serio. A los periodistas nos despacha casi como lo hacía Pujol, o la
ministra de Defensa Carme Chacón, por poner dos ejemplos, en sus mejores-peores
momentos: eso no toca, eso no lo hemos contemplado, no he pensado en eso, ya
les avisaremos (¿por SMS?) cuando lo decidamos, ya informaré (¿por pantalla de
plasma?) cuando corresponda. La gran esfinge, siempre discreta, maneja sus
tiempos a discreción y, como no le está saliendo del todo mal -si usted
exceptúa la opinión de los sondeados en las encuestas--, pues eso: ¿para qué
cambiar?
Siento decirlo, porque, insisto, respeto mucho a Mariano
Rajoy, que siente el peso del Estado, aunque él no pese sobre el Estado, pero
el 'episodio Cañete' ha estado muy lejos de la transparencia que uno reclamaría
como ciudadano. Creo entender, por lo que he hablado con unos y otros en el PP,
que tampoco en el propio partido gobernante andan demasiado contentos con el
trato que se les ha dado como colectivo. Pero Rajoy es fuente de todo poder y a
ver quién le tose. Así que sigamos atentos a la pantalla, de plasma, para ver
qué jugada hace quien se otorga la potestad de hacerla. Es la hora de Rajoy, y
él sabrá cómo emplea sus minutos de partido, porque los demás somos, está
claro, meros espectadores.