Por
Alexander Martín Güvenel
sábado 25 de enero de 2014, 14:10h
En una mañana inusual y después de una jornada de jueves
signada por la retirada del Banco Central del mercado de divisas (aunque a
última hora salió a vender ante el temor que produjo, al menos en su
presidente, la mayor devaluación del peso desde la salida de la
convertibilidad) que hizo que el precio del dólar en el mercado controlado
llegara a superar los $8 por dólar, el gobierno, en la voz del cada vez más
deslucido Jorge Capitanich, anunció que a partir del lunes habilitaría la
compra de dólares para atesoramiento (sería bueno que en lugar de atesoramiento
o ahorro dijeran que es para lo que a cada individuo le plazca hacer) siempre y
cuando pueda justificar esa adquisición. Ante esta aclaración, queda la
absoluta certeza de que no será solamente un control de legalidad sino que le
permitirá al gobierno administrar a su "criterio" esa venta.
El anuncio, cual pintura para quien conoce de arte, deja ver
una serie de hechos que mellaron en la moral de un gobierno desgastado. Cuando
la construcción de un relato se basa en la mentira como uno de sus pilares es
muy difícil sostener un argumento coherente y esto es lo que muestra esta
decisión. El gobierno anuncia en definitiva el levantamiento de un cepo que,
según ellos, nunca existió porque ha logrado una convergencia aceptable de
variables que supuestamente lo tenían sin cuidado. En otros términos, el precio
de la cocaína (analogía utilizada por los funcionarios para comparar el dólar
libre) los forzó a optar por esta supuesta flexibilización.
Lo más probable es que, como medida aislada y de aplicación
dudosa, tenga poco resultado concreto por lo cual queda claro que la intención
del gobierno con ella es generar confianza para frenar la escalada del dólar en
todas sus formas. Con estos objetivos a la vista, es evidente que no fue una
buena idea tener detrás del jefe de gabinete a un ministro de Economía con
gesto adusto (como quien había perdido una batalla contra un acérrimo enemigo)
y dispuesto a tomarse a golpes de puño con el primero que osara ponerlo en
aprietos. Fue tan así que cuando Capitanich ya había abandonado el estrado
donde hizo el anuncio, el ministro se acercó el micrófono para arrojar una
frase ("los mismos que nos decían que un dólar costaba un peso son quienes nos
dicen ahora que un dólar cuesta $13?) que resume su forma de pensar la política
y la economía desde el voluntarismo y las teorías conspirativas. Es obvio que
esta no es la forma de generar confianza. Para quienes gustamos del fútbol, es
fácil comparar la imagen con la de aquel jugador que, sin poder dar vuelta ya
un partido eliminatorio de alguna copa importante, está en la búsqueda de
cualquier rival a quien poder golpear.
Volviendo sobre el control que se va a hacer para la compra
de divisas según capacidad contributiva deberíamos esperar que se ejecute de
acuerdo a aquello que sostuvo el jefe de la DGI, Angel Toninelli, a mitad del
año pasado, cuando afirmó que el mecanismo para la aprobación de una compra era
bastante parecido a la fórmula de la Coca-Cola. En ese sentido también me
inquieta pensar que un trabajador informal (el 40% del mercado laboral) tenga
imposibilitado ahorrar en la moneda que considera segura ya que no tiene
ingresos en blanco. Es extraño que desde la política siempre se haya tomado a
estos trabajadores como víctimas de un sistema a corregir pero que en este caso
se los discrimine de manera flagrante.
Contrariamente a lo que expresa la presidente cada vez que
puede, el mercado le ha dado muchas oportunidades (todas ellas desperdiciadas)
a este gobierno. Aquel siempre reaccionó favorablemente a una señal de
estabilidad pocas veces esgrimida y, en general, rápidamente contrarrestada por
una decisión de signo contrario. En esto, el país estuvo beneficiado por un
contexto mundial y regional que permitió un importante flujo de capitales hacia
estas latitudes y que, durante un tiempo, incluyó también a la Argentina pese a
las señales negativas emanadas desde las altas esferas del gobierno.
Para finalizar con los comentarios acerca del anuncio, me
quedo con otras dos frases de Axel Kicillof que vuelven a desnudar varios
aspectos de su pensamiento. Respecto a la innombrable devaluación (innegable ya
hasta para un gobierno que ve sol cuando llueve a cántaros) afirma que "es
mentira desde todo punto de vista que se traslade a precios" y que las nuevas
medidas responden a "movimientos de desestabilización los últimos días". De la
primera es fácilmente comprobable su falsedad y la segunda desnuda una
incomprensión absoluta o un cinismo extremo.
Todas estas novedades taparon la reaparición (término que se
corresponde a lo sucedido a pesar de que Cristina Fernández hizo de éste una
explicación antojadiza) de la presidente para el anuncio del plan ProgresAR
destinado a aquellos jóvenes que ni estudian ni trabajan y que resulta, una vez
más, un subsidio, otorgado en este caso a través del Tesoro Nacional. En este
discurso (dado desde uno de los balcones internos de la Casa Rosada ante la
presencia numerosa de militantes pero sin gobernadores), una Cristina de
discurso crispado y llevando a la máxima expresión su visión conspirativa
confirmó su viaje a Cuba para este fin de semana y aprovechó para hacer una
referencia elogiosa a Venezuela; esto tampoco es recrear confianza.
Los tiempos apremian y las medidas que toman desde el equipo
económico tienen un impacto cada vez más efímero. Cuando el ingreso de dólares
al país está restringido a la liquidación de exportadores desincentivados para
hacerlo porque el turismo ha mermado considerablemente, la inversión extranjera
directa es de las más bajas en la región y la fuga de capitales fue permanente
durante el kirchnerismo, estamos claramente ante un problema de difícil
solución que se sigue alimentado por un gobierno que no abandona su indudable
inclinación hacia políticas que llevan al país hacia el colapso económico.
Socio del CPA