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Lo bueno y lo malo de lo que viene

Lo bueno y lo malo de lo que viene

Por Ricardo Lafferriere
lunes 16 de diciembre de 2013, 23:52h
Preocupa mirar hacia adelante, hacia los tiempos que se acercan.
 
La desarticulación de la convivencia está montada sobre lo económico -que no se arreglará en el corto plazo-, pero sus causas son más amplias.
 
Alcanzan a la educación, a las instituciones, al respeto a la ley y a la base ética de la convivencia - vale decir, a entender de similar forma lo que está bien o mal, lo esperable y lo no esperable de las conductas de los demás -.
 
La economía anda mal, pero encontrará arreglo. Hemos pasado por peores situaciones y hemos salido. La lotería que favorece periódicamente a la Argentina otra vez parece haber beneficiado al país, y en poco tiempo, tal vez dos o tres años, la dirigencia le encontrará la vuelta a sus durezas ideológicas y pondrá en marcha otro ciclo favorable de largo plazo.
 
La polémica explotación de petróleo y gas "shale" sumará excedentes a los beneficios del agro con sus alimentos, y a los logros de compatriotas que se animan a explorar la potencialidad de la economía global, para los que el principal obstáculo no está fuera de las fronteras, sino dentro.
 
Deberemos, cierto, debatir -y seguramente lo haremos con la pasión de siempre-, los límites de la novedosa extracción para no contribuir con la explotación irracional al calentamiento global y al deterioro ambiental. Pero hallaremos una síntesis.
 
Sin embargo, no será la economía la que revierta nuestra historia, porque el daño en nuestra convivencia requiere decisiones colectivas sustancialmente más sofisticadas que conseguir empresas y capitales que vengan a sacar hidrocarburos.
 
Se trata de reconstruir la vida en común, y ello requiere volver a sentirnos parte de un mismo conjunto, de un mismo "pueblo" -se diría en otros tiempos- o de una misma "patria", mucho más antes aún.
 
Esa reconstrucción será lo difícil, porque no hay caminos trazados que dicten los libros. Su recorrido tendrá como escenario mayor un complejo cambio planetario apoyado en el dinamismo de la revolución tecnológica que impregna la producción, el consumo, los valores, los límites de los Estados, la política, el trabajo, la seguridad social, los requerimientos ambientales y las nuevas y avasallantes formaciones y mecanismos delictivos.
 
Y también deberá lograr el renacimiento del afecto común, no sólo simbólico cuando juegue la Selección, sino real, preocupándonos de la suerte de cada compatriota como si se tratara de la propia suerte o de la propia familia.
 
Por eso la preocupación. Mientras discutimos -y nos enemistamos cada vez más- por la inflación, los sueldos policiales, las sospechas de "intencionalidad política" sobre los saqueos y las "identidades ideológicas" de nuestras fuerzas políticas, demonizandonos unos y otros, China hace aterrizar un vehículo exploratorio en la Luna, Google desarrolla "drones" para distribución postal, Europa legisla para obligar a construir 200.000 estaciones de servicios que provean electricidad de recargo e hidrógeno para sus vehículos híbridos en el territorio de sus países miembros, y Alemania acuerda una Gran Coalición de gobierno entre sus fuerzas de centroizquierda (SPD) y centroderecha (CDU) para desarrollar en conjunto un programa de políticas de Estado imposibles de materializar sin ese masivo respaldo ciudadano.
 
¿Tendremos salida?
 
El futuro es opaco. Imprevisible. Sorprendente. En ocasiones, más cerca del pensamiento mágico que de las sesudas indagaciones de la prospectiva. Un año atrás, quien pronosticara que el próximo Papa sería argentino hubiera sido ridiculizado, quizás tanto como si pronosticara un campeonato para San Lorenzo. Y dos años atrás, cuando la soberbia inconsistente de algunos pensaba que el 54 % sería eterno, pronosticar el fin en dos años hubiera merecido sólo sonrisas irónicas.
 
Hoy, el horizonte pinta mal para todos -el 54, y el 46-. No nos desesperemos. Encontraremos la vuelta. Sólo hace falta querer hacerlo, y actuar en consecuencia para lograrlo. Pongamos por un tiempo las neuronas en cadena y nos daremos cuenta de las cosas que podríamos lograr los argentinos, simplemente trabajando un poco más unidos, menos soberbios, más solidarios.
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