Por
Javier Fernández Arribas
martes 15 de octubre de 2013, 10:47h
El Príncipe Felipe de Borbón conoce personalmente a todos
los mandatarios de todos los países de América Latina porque lleva desde 1990
asistiendo, en representación del Reino de España, a todas las tomas de posesión cuando se
produce un relevo en la presidencia de cada uno. Y no se caracteriza el heredero de la corona
española en acudir a los sitios para cumplir el trámite. Es conocido que, junto
a la Princesa Letizia Ortiz, indagan, conocen, aprenden, preguntan, se
interesan y sorprenden a los anfitriones de la visita en cuestión por el grado
de conocimiento y de interés que demuestran.
En el caso de América Latina, la capacidad de relación y de
estima que se ha ganado el Príncipe sigue la estela de la que atesora su padre,
el rey Juan Carlos, al que admiran y respetan incluso los más desabridos
revolucionarios bolivarianos. La presencia del Príncipe Felipe en Panamá, para
asistir a los actos paralelos que se organizan con empresarios y personalidades
iberoamericanas con motivo de la Cumbre, tiene un valor político indudable y es
una muestra de apoyo de la Casa Real española a la relación de España con la
región en todos los ámbitos y a la celebración de unas cumbres que han servido
de manera clara y efectiva al entendimiento iberoamericano, al impulso de
proyectos de desarrollo en todos los campos y a la solución de diversos
conflictos entre países que pueden hablarse, sin el protocolo exigido por una
reunión oficial, y llegar a acuerdos que han hecho posible procesos de
integración. Es absurdo plantear a estas alturas celos o reticencias del padre
respecto al protagonismo del hijo, cuando ha sido el propio Rey quien se ha
ocupado de inculcar al Príncipe los valores y principios de servicio a España
con lealtad, compromiso y esfuerzo.
Para España y los españoles, resaltando lo que nos une, como
transmitió el Rey el día de la Fiesta Nacional a través del Príncipe, es una
garantía absoluta de estabilidad la figura de un heredero tan bien preparado.
El relevo se hará cuando llegue el momento. Y no hay prisa. El Rey es
consciente de su deber de recuperar la credibilidad y la confianza de los
españoles. Un buen trabajo en equipo, con el capitán al mando, es lo que
necesita España.