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Programa

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Por Enrique Szewach
lunes 07 de octubre de 2013, 09:33h
La economía argentina ha entrado, desde hace unos años, en dos problemas simultáneos y entrelazados.
 
Por un lado, la necesidad del gobierno de gastar cada vez más para sostener su política populista y regresiva de subsidios indiscriminados. Incremento del empleo público, ajuste del flujo de las jubilaciones (aunque defaulteando en el stock). Aumentos salariales, y obra pública "desordenada" (por no llamarla de otra manera).
 
 
Esta necesidad de gastar cada vez más, lo llevó, primero, a elevar la presión impositiva a niveles récords y, en algunos casos, incompatible con el grado de desarrollo del país.
 
Luego a expropiar los ahorros individuales acumulados en los fondos de pensión y a convertir en impuesto, lo que antes era aporte para ahorro.
 
Y, finalmente, a utilizar al Banco Central como caja complementaria, financiando con emisión (impuesto inflacionario) el faltante.
 
 
Esta escalada, por el lado de los pesos, llevó al segundo problema, una creciente dolarización de los ahorros, como mecanismo de "cobertura" contra la inflación y el avance expropiador.
 
Dolarización que recibió un impulso mayor, cuando el gobierno decidió apropiarse de las reservas y reformar la Carta Orgánica del Banco Central  para borrar cualquier limitación institucional para dicha apropiación.
 
 
La dolarización de portafolios se tradujo en una creciente pérdida de reservas, que se intentó frenar con restricciones crecientes a la venta de divisas (mis lectores habituales ya saben que como a la Presidenta no le gusta que se hable de "cepo", yo lo llamo "sapo Pepe"). Y obligando a Compañías de Seguros y Fondos de Inversión a "repatriar" inversiones. Y cambiando las reglas de liquidación de exportaciones de petroleras y mineras, etc.
 
 
Además, por la creciente imposibilidad de renovar los vencimientos de la deuda pública  en dólares, dadas las tasas siderales que se hubiesen tenido que pagar, a partir de lo que el amigo Chávez (Dios lo tenga dónde se merece), hizo con el "reviente" de los bonos argentinos que le habíamos colocado, se inventó el relato del "desendeudamiento" y hubo que recurrir a las reservas para pagar vencimientos en moneda extranjera, incluyendo capital, mientras Pepe, a su vez,  frenó el financiamiento en dólares de las empresas, que, en lugar de "traer", empezaron a cancelar préstamos.
 
 
En ese contexto, se anunció el "blanqueo", con la esperanza de que quienes habían sacado dólares para defenderse de  la inflación y la escalada expropiatoria, los trajeran de nuevo, aunque siguiera la inflación y la escalada expropiatoria.
 
Obviamente, el blanqueo fracasó.
 
Lo que ahora se trata de inventar es un mecanismo por el cuál quienes pueden o necesitan traer dólares a la Argentina para financiar alguna inversión u operación de financiación de exportaciones, en vez de liquidar esos dólares al tipo de cambio oficial, puedan hacerlo a un precio mayor, a través de la venta de un título público (BAADE) y se aseguren "recuperarlos" dentro de tres años, por las dudas.
 
 
Y aquí estamos, con un gobierno que, como esta necesitado de pesos, emite para financiarse, generando con esa misma emisión la demanda de dólares y la pérdida de reservas, que se agrava, porque también el gobierno necesita dólares.
 
Este "círculo" no es neutral en materia de actividad, porque para que no espiralice la emisión hay que (no se ría) limitarla. Y porque para no quedarse sin reservas, hay que racionar importaciones.
 
Y ambas cuestiones afectan el crecimiento y el empleo.
 
 
¿Y entonces?.
 
Entonces, como el gobierno no quiere romper este círculo, porque eso sería "dejar las convicciones en la puerta de la Casa Rosada", sólo cabe esperar que esto siga así, si aguanta.
 
O que, si no aguanta (lo más probable), dado que el gobierno no va a ajustar por el lado del gasto, la emisión de pesos siga al ritmo actual y se defiendan las reservas con una mezcla de "garrotes" (más Pepe, obligar a más sectores a "repatriar", cupos para importaciones suntuarias, etc.) y "zanahorias" (Mejores tipos de cambio para los que traigan dólares o algún otro premio "oculto" más discrecional y arbitrario).
 
Esto es lo que el gobierno quiere.
 
Ahora bien, la pregunta clave es ¿Qué quiere la oposición que pretende ser gobierno en el 2015?. ¿Será capaz de alterar este "programa" en el marco de una negociación que genere una transición ordenada y menos costosa?.
 
 
Veremos, veremos, después lo sabremos.
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